Tratemos
de tener en cuenta la situación: el jueves por la noche los
discípulos celebraron la cena de Pascua con Jesús. Luego estuvieron
en el jardín Getsemani. Mientras Jesús oraba, se durmieron. No es
de extrañar después de tal comida, y ¡ya esta hora!
Después,
las cosas se precipitaron: una delegación de los sumos sacerdotes
vino, bajo el liderazgo de Judas, y arrestó a Jesús. Pedro todavía
quería atacar, pero Jesús no se lo permitió (Juan 18: 10-11).
Judas, uno de los más cercanos, del grupo de los doce, había
traicionado a Jesús. Los otros ahora huyeron, uno incluso desnudo
(Marcos 14: 50-52), también los dos hijos de Zebedeo, quienes una
vez dijeron que estarían listos para beber el cáliz de Jesús con
tal de que pudieran sentarse en su reino a su derecha e izquierda
(Marcos 10,35-40). Pedro, en sus propias palabras listo para dar su
vida por Jesús (Juan 13:37), lo había negado. Jesús había muerto.
Estaban cansados, pero quién sabe si pudieron dormir esa noche. Y
luego este sábado largo e interminable. No se les permitió ir lejos
ese día, por lo que estaban mayormente en casa y no podían
evitarse.
No
sabemos casi nada sobre cómo pasaron el día. ¿Culpándose
mutuamente? ¿Acusaciones? ¿Pelea? ¿Viejas facturas que ahora se
pasaban? Pero es que todos habían fallado. Probablemente había
mucho silencio en esa casa ese sábado. Preguntas, melancolía,
vergüenza, culpa, desesperanza, desesperación ... ¡Quizás
recordaron que Jesús una vez había dicho algo acerca de "resucitar"
(Marcos 9: 30-32), lo cual no entendieron en ese momento, y tal vez
menos ahora! Todo lo que sabemos es que estaban tristes y lloraban
cuando María Magdalena les dijo la mañana del día siguiente que
Jesús había resucitado, y que no le creyeron (Marcos 16: 10-11).
¿En qué nos quedamos ahora? ¿Es que el mal termina ganando en el
mundo? Al final ¿Dios se rinde? ¿Quién es ese dios? ¿O es acaso
un Dios que está del lado de los más fuertes?
Pero
justo cuando el hombre ya no sabe cómo seguir, y solo puede llorar
impotente, llega el momento en que está listo para experimentar la
grandeza y el poder de Dios.
Muchas
personas hoy tienen una experiencia similar. Debido a la pandemia, su
libertad de movimientos está restringida. No pueden evitarse, están
demasiado juntos, como en hacinamiento, se molestan unos a otros o,
si viven solos, tienen la impresión de que están aprisionados.
Muchas cosas que se suprimen fácilmente en el ajetreo y el bullicio
de la vida cotidiana están surgiendo y requieren una solución. A la
gente “le sale la clase”.
No será
fácil, pero podría hacernos bien a nosotros, y a los demás,
reconocer nuestra debilidad e impotencia. Éste es el tiempo de
gracia para reflexionar nuevamente sobre Dios y su amor, es el
momento de extender nuestras manos vacías y nuestro corazón vacío
para que Él pueda llenarlo con su amor misericordioso. Para que
podamos escuchar las buenas noticias que Dios nos tiene reservadas
hoy. ¿Tenemos también el coraje de llorar cuando desfallecemos?
Será como una ducha agradable y refrescante para nuestra alma.
"El
silencio no está vacío, está lleno de respuestas", reza un
dicho. No es fácil descender a tu propio silencio interior. Allá
hay muchos demonios esperando a aparecer. Pero no tenemos que ir
solos. Jesús también "descendió al reino de la muerte".
Si caminamos con él de la mano, podemos estar seguros de que más
allá de las tormentas en nuestro interior, descubriremos la llama
tranquila y brillante del amor de Dios.
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