Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

24.2.11

Oración Centrante (II)

Marta y María
Autor:
Vermeer de Delft
 Fecha:1655, Museo:
National Gallery (Edimburgo)
Justamente hoy vi en un blog que sigo la frase de un Anónimo que me viene como anillo al dedo. Dice: “El pensamiento racional puede llegar a ser un gran enemigo del espíritu. No pienses, razones ni elucubres sobre lo que haces. Simplemente hazlo; simplemente reza. Entra en esa atmósfera, no pienses sobre ella. El pensamiento no entiende esos estados y antes, durante, o después de la oración, pondrá todo tipo de impedimentos y de razonamientos haciéndote ver lo absurdo de la práctica. El pensamiento empleará todo tipo de argumentos de lo más convincentes e ingeniosos. ¡No hagas caso al pensamiento! Diga lo que diga la mente, tú continúa con tu práctica de oración.” (http://beatasolitudosolabeatitudo.blogspot.com/ del 24 de febrero de 2011)
Supongo que es la experiencia de todos nosotros cuando nos disponemos a practicar la oración centrante. Especialmente, durante los primeros meses, se me venían a la mente preguntas como éstas: ¿qué estoy haciendo yo aquí? ¡No siento nada! Con tanto trabajo que hay que hacer, ¿cómo se me ocurre perder mi tiempo no haciendo nada? Y me contesté a mí mismo: bien, si estás perdiendo el tiempo, ¡piérdelo con Dios! Lo que le entregamos a Él, nos lo devolverá a su tiempo con creces.
Unas comparaciones pueden ayudarnos a verlo mejor. Veo la oración centrante como un riego a gotas. No se da mucha agua a la planta, ni todo el tiempo. Sólo dos veces al día, un poco. Así la planta se mantiene con suficiente humedad para no sólo no secarse, sino para dar flores y frutos a su tiempo. – Veo la oración centrante como un “riego a gotas”: cada día, fielmente dos veces, nos “regamos” con la presencia y acción de Dios en nosotros. Y el “terapeuta divino”, como lo llama el P. Thomas Keating, hace su trabajo de sanación y transformación.
Otra imagen que uso a veces: la oración centrante es como meter un tornillo en una pared. Con pocas vueltas que le damos con el destornillador, el tornillo ya no se cae de la pared. Pero todavía no aguanta ningún peso. Se caería si le colgáramos algo. Hay que darle muchas vueltas al tornillo hasta que podamos colgar de él algo pesado. – Así debemos practicar la oración centrante por mucho tiempo, hasta poder cargar con las cosas de la vida que sentimos como un peso. Y más vale ¡que la practiquemos toda la vida!
Una tercera imagen que me ayuda, especialmente cuando pienso que estoy perdiendo mi tiempo, es el gimnasio. Alguien va al gimnasio ¿para hacer qué? Levanta unas pesas, pero no las pone a ningún lado; las vuelve a bajar - ¡y eso un buen rato! Se pone sobre una banda y camina, ¡pero no va a ninguna parte! Se pone a remar, ¡y ni siquiera está en un lago! ¡¡Si eso no es estúpido!! Después se va a su casa cansado y sudado. Todo eso, ¿para qué? PERO: después de un tiempo se da cuenta de que su bienestar general ha mejorado. Tiene más fuerza, más aguante. – De manera semejante, mientras estamos haciendo la oración centrante, no sentimos nada. Nos puede parecer una pérdida de tiempo. Pero, después de un tiempo, nos damos cuenta de que estamos más conscientes de la presencia de Dios; estamos con más calma; no nos ofendemos tan fácilmente; las cosas no nos afectan tanto; tenemos más paz interior. Podríamos seguir con la lista; pero Dios le da a cada uno lo que Él quiere darle, a uno eso, a otro aquello.
No conviene tener expectativas en la oración centrante; recordemos: estamos consintiendo a la presencia y acción ¡DE DIOS! Así que dejémosle hacer; no nos metamos con sus asuntos. A medida que practicamos, con el tiempo nos daremos cuenta de que Él está, y siempre ha estado, presente. Crecerá nuestra consciencia de estar acompañados por un amor infinito. Y podemos llegar a decir con San Pablo “si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?” (Romanos 8,31).

14.2.11

San Valentín

San Valentín
jyosti50.blogspot.com
Hoy, día de San Valentín, o como lo llaman por aquí, día del amor y de la amistad, quiero responder brevemente a preguntas que se me han hecho acerca de este Santo. Lo pueden encontrar en: http://webcatolicodejavier.org/sanvalentin.html
San Valentín era un sacerdote que hacia el siglo III ejercía en Roma. Gobernaba el emperador Claudio II, quien decidió prohibir la celebración de matrimonios para los jóvenes, porque en su opinión los solteros sin familia eran mejores soldados, ya que tenían menos ataduras. El sacerdote consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador. Celebraba en secreto matrimonios para jóvenes enamorados (de ahí se ha popularizado que San Valentín sea el patrón de los enamorados). El emperador Claudio se enteró y como San Valentín gozaba de un gran prestigio en Roma, el emperador lo llamó a Palacio. San Valentín aprovechó aquella ocasión para hacer proselitismo del cristianismo.
Aunque en un principio Claudio II mostró interés, el ejército y el Gobernador de Roma, llamado Calpurnio, le persuadieron para quitárselo de la cabeza.
El emperador Claudio dio entonces orden de que encarcelasen a Valentín. Entonces, el oficial Asterius, encargado de encarcelarle, quiso ridiculizar y poner a prueba a Valentín. Le retó a que devolviese la vista a una hija suya, llamada Julia, que nació ciega. Valentín aceptó y en nombre del Señor, le devolvió la vista.
Este hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al cristianismo. De todas formas, Valentín siguió preso y el débil emperador Claudio finalmente ordenó que lo martirizaran y ejecutaran el 14 de Febrero del año 270. La joven Julia, agradecida al santo, plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba. De ahí que el almendro sea símbolo de amor y amistad duraderos.
La fecha de celebración del 14 de febrero fue establecida por el Papa Gelasio para honrar a San Valentín entre el año 496 y el 498 después de Cristo. Los restos mortales de San Valentín se conservan actualmente en la Basílica de su mismo nombre, que está situada en la ciudad italiana de Terni (Italia). Cada 14 de febrero se celebra en dicho templo, una acto de compromiso por parte de diferentes parejas que quieren contraer matrimonio al año siguiente.
La costumbre de intercambiar regalos y cartas de amor el 14 de febrero nació en Gran Bretaña y en Francia durante la Edad Media, entre la caída del Imperio Romano y mediados del siglo XV.
Los norteamericanos adoptaron la costumbre a principios del siglo XVIII. Los avances de la imprenta y el bajón en los precios del servicio postal incentivaron el envío de saludos por San Valentín. Hacia 1840, Esther A. Howland comenzó a vender las primeras tarjetas postales masivas de San Valentín en Estados Unidos.
Aunque sean los enamorados los que principalmente celebran este día, sin embargo hoy en día se festeja también a todos aquellos que comparten la amistad, ya sea maestros, parientes, compañeros de trabajo y todo el que siente, tenga la edad que tenga, el olor del amor que, como flor de primavera, nunca debe perder su agradable perfume. ¡Feliz día de los enamorados y de la amistad!

10.2.11

Santa Escolástica

Imagen copiada
de una revista
En la Vida de San Benito, escrita a comienzos del siglo séptimo por el Papa San Gregorio Magno, hay una escena muy bella, que nos habla del encuentro del Santo con su hermana Escolástica. Para los que no la conocen, la resumo brevemente: Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica, “pasando el día entero entonando las alabanzas de Dios y entretenidos en santas conversaciones”. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella, cosa a que él se negó rotundamente. Tenía que volver al monasterio. Su hermana le pidió a Dios, en oración con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó con su hermana. Así pasaron toda la noche en vela, “en santas conversaciones sobre la vida espiritual, quedando cada uno gozoso de las palabras que escuchaba a su hermano. No es de extrañar que al fin la mujer fuera más poderosa que el varón, ya que, como dice Juan: Dios es amor (1Juan 4,16) y, por esto, pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).
Con esta frase lapidar, San Gregorio nos introduce en el misterio de la relación entre un santo varón y una santa mujer, en lo sublime que puede ser la relación entre un varón y una mujer.
Pero, ¡no nos engañemos! Donde un varón y una mujer se encuentran, allí las tendencias naturales, desde el más profundo de nuestro inconsciente, tienden a aflorar. San Benito había recorrido todo un camino de crecimiento para poder llegar a este encuentro con la mujer bajo la figura de la hermana. A lo largo de la Vida de él, San Gregorio Magno nos describe escenas donde Benito creció.
Primero está la separación de la figura materna, representada por su nodriza que lo había acompañado durante sus años de estudio en Roma, y después en Affide. La deja en la madrugada, sin decirle nada. La independencia y la libertad no se piden ni se negocian. El hombre tiene que aprender a valerse por sí solo, sin muletas.
Pero eso no es todo; por más que estemos en la soledad, llevamos el mundo dentro de nosotros. En la cueva de Subiaco, adonde se había retirado como ermitaño, recordó un día la imagen de una mujer que había visto hace tiempo. Frente a esta tendencia de vivir en la fantasía, buscando el placer fácil e inmediato, él fija su mente y su corazón en la dura realidad que vive, cosa que puede experimentarse como revolcárse entre espinos.
Más tarde, un vecino celoso envió al recinto del monasterio que había construido mientras tanto, unas jóvenes a bailar allí desnudas, para hacer caer a los monjes. Es la imagen de la mujer que tiene intenciones claras de desviar a otros de su propósito y su compromiso. Con ella no puede haber diálogo. Benito simplemente se retira.
Así, anclado firmemente en Dios, es capaz de este encuentro hermoso con la mujer como hermana. En el centro de atención ya no está la otra persona, sino Dios.
Parece que es la mujer que siempre le abre al hombre una dimensión más allá de lo inmediato y superficial, para bien y para mal. Lo puede engañar, para llevarlo a lo más bajo y mantenerlo en la esclavitud de los instintos animales, y lo puede elevar a lo más alto, como lo vemos en el caso del encuentro entre Benito y Escolástica.
Vemos en este encuentro también algo de la relación entre estructuras y relaciones personales. Benito había organizado su monasterio de tal manera que todo les facilitara a sus monjes la relación con Dios, eliminando distracciones. Al caer la noche, Benito quiere volver a este amiente. Escolástica le enseña que se encuentra a Dios no sólo en las estructuras, por más nobles que sean sus fines, sino también, y sobre todo, en la relación personal, lo que exige flexibilidad. Como diría la Biblia: el hombre está por encima del sábado, no al revés (Marcos 2,27).
Vale la pena indagar un poco en el significado del nombre “Escolástica”: este nombre viene de una palabra del griego antiguo, "schola" que significa ocio, tiempo libre, libre de compromisos, trabajos y ataduras. No es la ociosidad en el sentido negativo, sino un tiempo libre y reservado para poder dedicarse a algo, como leer, estudiar, a cultivar una relación personal. De allí, nuestra palabra "escuela": no trabajar, para tomarse el tiempo para estudiar. Así, Escolástica es una mujer libre de ataduras, para poder dedicarse “con todo su corazón, con toda su alma, y con todas sus fuerzas” a Dios (Deuteronomio 6,5). Recuerda un poco a María, la hermana de Marta, que se pone a los pies de Jesús, para escucharlo (Lucas 10,38-42).
Benito, por esta entereza interior, era un hombre sano, tan sano que pudo irradiar sanación incluso después de su muerte. Cuenta San Gregorio, que un día, una mujer enajenada que estaba errando por aquella región entró en la cueva donde Benito había estado como ermitaño, para pasar allí la noche. Al día siguiente, se despertó, encontrándose en su sano juicio. El hombre, íntimamente relacionado con Dios, puede sanar a una persona que anda errando sin saber qué está buscando. Y ya no es el hombre quien sana, sino que es Dios quien se manifiesta en este hombre, incluso cuando éste ya está muerto; porque, al final, todo es obra de Dios que fluye a través del hombre. Por eso, Gregorio llama a Benito muchas veces “el varón de Dios”.