Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

10.11.11

DECLARACIÓN DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA ANTE LOS VENIDEROS PROCESOS ELECTORALES


En estos días recibí la declaración de nuestros obispos sobre las elecciones que se avecinan. La publico íntegramente en este blog:

 1.- Los Arzobispos y Obispos de Venezuela, reunidos en la XLII Asamblea Plenaria Extraordinaria, saludamos con afecto sincero al Pueblo de Dios que peregrina en Venezuela y a todos los habitantes de nuestra Patria. Queremos compartir con todos algunas reflexiones sobre un tema inquietante y de vital importancia para el presente y futuro de la nación, como es el largo proceso electoral que se avecina.
2.-       Los Obispos somos conscientes de que como ciudadanos responsables y creyentes motivados por los valores del Evangelio, nuestra vocación cristiana y misión pastoral implican contribuir a que todos los ciudadanos seamos constructores de paz, de reconciliación y de entendimiento entre todos.
3.-       Las elecciones en los años venideros son de gran relevancia: primero elegiremos al Presidente de la República (7 de octubre 2012), luego a los Gobernadores de Estado e integrantes de los Consejos Legislativos (16 diciembre 2012), y por último, a los Alcaldes y Miembros de los Concejos Municipales (el 14 de abril 2013).
El voto: un derecho humano para el bien de nuestro pueblo
4.-       El avance de los derechos humanos a nivel universal ha incorporado el derecho al voto y el respeto de la decisión de cada uno, como uno de esos derechos, reconocido y protegido internacionalmente. La Doctrina Social de la Iglesia lo asume como una tarea inherente al ejercicio de la vida democrática e instrumento para preservar la paz y el entendimiento entre todos los ciudadanos.
5.- En ocasiones, los procesos electorales generan, en algunos actores, una lucha y emocionalidad que requiere ser encauzada para evitar excesos, fanatismos, insultos, agresiones verbales o físicas, ventajismos, que, en el clima de polarización que vive el país, pueden conducir a actitudes poco cónsonas con la civilidad, racionalidad y respeto básicos que deben reinar por encima de cualquier diferencia.
6.-       Las elecciones son para evaluar gestiones de gobierno y escoger entre propuestas alternativas, mandatarios responsables; así significan una oportunidad para demostrar la madurez cívica y el ejercicio de la soberanía popular de la población de un país. Ratificamos nuestro llamado acerca de la necesidad de garantizar que todos los pasos del proceso se desarrollen con el consenso y apoyo de todas las organizaciones que están involucradas. Por ello, sometemos a la consideración de todos algunos puntos que estamos convencidos pueden ayudar a crecer en ciudadanía, preservar la paz y avizorar un futuro de convivencia y desarrollo.
Las elecciones: un deber de participación de todos con responsabilidad y eficiencia
7.-       En efecto, es tarea de todos reforzar cuanto favorezca la paz para que se consolide una base sólida para la convivencia ciudadana. Este momento histórico exige crear y consolidar las mejores condiciones para que se fortalezcan el sentido ético, la tranquilidad y seguridad como responsabilidades que a cada uno nos toca.
8.-       A los electores: somos seres humanos con dignidad inalienable, ciudadanos, hijos de esta tierra a la que nos debemos. Ser elector es un derecho y un deber. Participar supone interés por inscribirse, revisar su lugar de votación, animar a otros a que también lo hagan; pero todo proceso eleccionario exige un gran número de ciudadanos prestando una colaboración voluntaria, activa en la preparación, ejecución y preservación del voto. Los más jóvenes y nuevos electores deben ser animados por el ejemplo de los mayores en su responsabilidad ciudadana. Seamos proactivos y personas de esperanza. El país lo construimos todos. Y cada decisión, a través de los procesos eleccionarios, genera también responsabilidades ineludibles.
9.-       Al Consejo Nacional Electoral: como ente rector de estos comicios tiene la máxima responsabilidad en la conducción del proceso electoral y por ello se le pide apego a los principios de igualdad, confiabilidad, imparcialidad y eficiencia, apegados a la norma constitucional, y se le debe ofrecer apoyo sincero y respetuoso para tal tarea. Un desarrollo sereno y transparente en todas las etapas contribuirá a fortalecer la paz y la convivencia de todos los venezolanos.
9a.-     El Registro Electoral, en particular, debe ser depurado transparentemente. La inscripción en los consulados en el exterior debe garantizarse, así como superar los inconvenientes que han sido denunciados recientemente.
9b.-Se han señalado discrepancias en los criterios sobre la distribución de las mesas electorales. Es necesario disipar esas dudas. Mientras que en lugares muy poblados se concentran demasiados electores con los problemas típicos de colas interminables, en algunos lugares con menor densidad de población parece que hay un número excesivo de mesas.
10.-A los Miembros de Mesa: todo el pueblo espera el respeto a la voluntad ciudadana. Entre los actores electorales, los Miembros de Mesa siempre han jugado un papel específico, primordial e insustituible. Los exhortamos a participar con interés en esta noble responsabilidad, asumiendo la capacitación y el entrenamiento necesarios para que los procesos comiciales no dejen dudas en la ciudadanía.
Observación internacional
11.-Un gran apoyo a la tranquilidad y confianza del electorado, es que el CNE invite a las organizaciones internacionales especializadas en observación electoral. Dicha observación externa, plural, calificada e invitada a tiempo, favorece a todos, pues crea un clima de confianza que ayuda a preservar la paz. Tanto si los resultados ofrecen márgenes amplios como estrechos, este instrumento, usado hoy por la mayoría de los países democráticos, es un invalorable aporte a la concordia ciudadana.
12.-Los Obispos estamos al servicio del pueblo todo. Trabajemos juntos por la convivencia serena de todos los venezolanos. Es el mejor aporte que podemos dar en estos momentos. Las sugerencias que hemos señalado buscan que reine la paz en la justicia, la libertad y la verdad, en esta tierra de gracia. Elevamos nuestra oración al Dios de la paz y la misericordia para que todos nos comprometamos en un proceso electoral en el que sobresalgan la armonía, el respeto, la fraternidad, la justa convivencia. ¡Santa María, Reina de la paz, ruega por nosotros!
Con nuestra bendición.
Caracas, 19 de octubre de 2011
Los Arzobispos y Obispos de Venezuela

3.11.11

Nuestra Muerte


San Jerónimo meditando sobre
qué nos enseña la muerte
Hace poco encontré en un periódico estas palabras: “Recordar que voy a morir es la herramienta más importante que haya encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida, porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece ante la muerte, dejando sólo lo verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder… Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la muerte es posiblemente el mejor invento de la vida. Es el agente de cambio de la vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo” (http://www.eluniversal.com/vida/111007/los-mordiscos-de-un-genio-la-noticia-steve-jobs-hablo-sobre-su-muerte-).
Como pueden ver, estas palabras no fueron dichas por un santo; fue Steve Jobs, muerto hace poco, quien las pronunció en su famoso discurso de Stanford. No conozco su afiliación religiosa, ni sus creencias o prácticas. No sé lo que él entendía por “las grandes decisiones de mi vida”. Pero lo que dice, puede compararse con aquel instrumento del arte espiritual que recomienda San Benito de Nursia a los monjes cuando escribe en su Regla: “Tener la muerte presente ante los ojos cada día” – en latín es más fuerte todavía: sospechar la muerte ante los ojos cada día“ (Regla de Benito 4,47).
Vemos la muerte como algo macabro, algo que queremos eliminar de nuestra consciencia. Por eso tanta distracción de todo tipo, sólo para aferrarnos a algo que, en todo caso, vamos a perder. "¿Quién vivirá sin ver la muerte? ¿Quién sustraerá su vida a la garra del abismo?" (Salmo 88,48). El sepulcro es su morada perpetua…, aunque hayan dado nombre a países. Cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él (Salmo 48,11.17). Pero parece que nos gusta apostar al caballo perdedor.
Y es verdad: ¿qué son “las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso” ante el hecho de la muerte? Y en la muerte, ¿qué nos queda? ¿A dónde vamos? ¿Dónde terminamos? Como cristianos sabemos, que terminamos en las manos de Dios, un Dios que nos ha amado desde toda la eternidad, un Dios que nos acoge como a los que regresan a casa, un Dios que nos tiene preparado su banquete donde Él mismo nos servirá la mesa. Frente a la realidad de este amor tan íntimo, ¡qué importa lo demás! Sólo tiene valor lo que sirve a encaminarnos a esta intimidad, y a enseñarles a otros el camino que va a Dios.
Así, la muerte pone nuestra vida en perspectiva, nos ayuda a encontrar su sentido. La muerte nos invita a una relación íntima con Dios, y a facilitar esta relación a nuestros hermanos.

1.11.11

Nuestros Santos
Cuando yo era pequeño, se hablaba mucho de “defender la fe”. Hoy en día, ya no veo la conveniencia de tal enfoque. Me explico: Si defendemos “la fe”, nos referimos a un sistema de creencias que, supuestamente, nos da alguna seguridad. Por supuesto, si es así, tenemos la necesidad de defender “lo nuestro”, nuestros intereses. Y con eso podemos encaminarnos incluso a una guerra religiosa – no sería la primera vez.
Pero Jesús no nos pidió que defendiéramos nuestra fe, sino que fuéramos sus testigos. Porque, en la fe, no se trata de un sistema de creencias que satisfaga mis intereses personales, sino que se trata de una relación personal; y ésta simplemente se vive, se es fiel al otro. Por eso somos testigos de lo que el Otro, Dios, ha hecho, y sigue haciendo, por nosotros. Este testimonio puede costar incluso la vida, la vida del testigo, no del otro que tiene otros pareceres, contrarios al testigo.
Testigo, en griego antiguo, significa “mártir”. Es el testimonio de que Dios es fiel en su amor a nosotros incluso más allá de la muerte. Por eso hay una diferencia abismal entre el mártir cristiano y el mal llamado “mártir” terrorista, que no muere para dar vida, sino para arrastrar consigo a otros hacia la muerte y la destrucción.
Entre “defender” y “ser testigo”, por lo tanto, hay una gran diferencia. El defensor tiene la tendencia de ponerse violento cuando se da cuenta de que está perdiendo lo que le es precioso. El testigo pone su vida y sus intereses en las manos de Dios quien, al fin y al cabo, es el que da la vida.
En este contexto habrá que ver también otro rasgo de los Santos: ellos no son perfectos; son santos. La perfección es normalmente el intento del hombre de quedar bien delante de Dios  y el mundo, con la trágica consecuencia de que puede llevar al orgullo. Mientras que la santidad es obra de Dios. Él llama al hombre, y éste responde y colabora. Así se muestra la grandeza de Dios que, en medio de nuestras deficiencias, muestra las maravillas de su obra.
Muchas veces, los santos son una respuesta a una tendencia inconsciente, una mentalidad, que rige en una región o época determinadas, y que nos desvía de Dios.
Es por eso que los santos nos estimulan con su ejemplo, no necesariamente a hacer lo que ellos han hecho, sino a responder al llamado de Dios en medio de nuestra época que nos toca vivir.