Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

12.11.17

¡Buen Camino!


En septiembre tuve la ocasión de visitar unos pocos días a nuestra pequeña comunidad de San Salvador del Monte Irago, en Rabanal del Camino, España. Es uno de los tantos sitios donde los peregrinos pasan la noche. De allí faltan 230 kilómetros para llegar a Santiago de Compostela, una distancia demasiado larga para mí. Pero, un día me puse a caminar un poco en esta dirección, en una carretera muy solitaria. Poco antes de devolverme, me pasó una peregrina en bicicleta. Le di los buenos días. Y ella, al pasarme, contestó diciendo "Buen Camino". No conocía este saludo; pero en seguida me di cuenta - y más tarde pude comprobarlo - que ésta era la manera en que se saludaban los peregrinos. ¡Un saludo muy bello!
Es verdad: siempre estamos en camino. Y si somos honestos, nuestro camino es solitario. Aunque estemos rodeados de gente que nos acompaña, no nos conviene ir con la manada. La meta, al final, es la misma, pero cada uno tiene su propio camino, con sus altibajos, sus obstáculos, sus "vientos en popa". Algunos caminamos juntos un trayecto largo, otras veces es apenas un encuentro fugaz. Pero siempre es suficiente para ver al otro como compañero de camino. Y lo mínimo que podemos hacer es: transmitirle nuestros buenos deseos. Y dejar entrever que en la meta nos volveremos a encontrar. Lo importante es que cada uno ande su propio camino. Así, y sólo así, crecemos y llegamos a la meta.
A propósito del camino quisiera compartir con Uds. una reflexión, que ya he publicado en instagram y facebook. Aquí la facilito ligeramente editada, pero con el mismo contenido. Sólo he cambiado un poco la secuencia de las líneas.


TODA NUESTRA VIDA ES UN CAMINO:
de la oscuridad hacia la luz,
de las preguntas hacia las respuestas,
de la duda hacia la seguridad,
de la ignorancia hacia el saber,
de la necedad hacia la sabiduría,
del egoísmo hacia el servicio,
de la soledad hacia la comunión,
de la indiferencia hacia el amor,
del pecado hacia el perdón,
del miedo hacia la confianza,
del sinsentido hacia la sentido,
de los placeres hacia la alegría,
de lo efímero hacia lo definitivo,
del vacío hacia la plenitud,
de la lucha hacia la paz,
de la muerte hacia la vida,
DE LO CREADO HACIA DIOS.


1.11.17

¿Ser Santo?


A veces encontramos gente que quiere ser santa. Pero la mayoría de nosotros se asusta más bien ante esta idea. Las causas pueden ser varias. En unos casos, muy pocos, el querer ser santo puede tener como causa la vanagloria, un poco como los discípulos Juan y Santiago que querían sentarse al lado de Jesús en su Reino. Nos imaginamos que un día seremos canonizados. La respuesta de Jesús debe haberles caído como un balde de agua fría. Después de haber afirmado que eran capaces de beber el cáliz, escucharon la promesa de Jesús: mi cáliz lo beberán. Pero los puestos a mi lado... de éstos se encarga mi Padre. Y cuando llegó el cáliz para Jesús, los dos - junto con los otros - se esfumaron. Fue el buen ladrón, crucificado con el Señor, quien alcanzó la gloria por este camino del cáliz.
La otra causa porque pensamos que la santidad no sea para nosotros es que creemos que los santos son una gente muy especial, muy perfectos. Pero nosotros, conscientes de nuestras debilidades e infidelidades, no nos vemos capaces de llegar a algo ni que lejanamente podría llamarse santidad. Ambas posturas son erróneas. Porque ambas pretenden que la santidad es el resultado de nuestros propios esfuerzos, unos por exceso de confianza en sí mismos, y los otros por falta de confianza.
Una respuesta nos da María, la Madre de Jesús, en el canto del Magníficat: "Desde ahora me felicitarán todas las generaciones". Ella reconoce su grandeza, pero la pone en perspectiva: "Porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí". Y en lo sucesivo lo desarrolla en detalle. No es que nosotros seamos grandes y fuertes; es el Señor quien hace sus maravillas en nosotros. Y el requisito para esto es nuestra humildad, nuestra convicción de que no podemos lograr nada por nosotros mismos.
Con esta perspectiva - que no es únicamente mariana, sino cristiana - entendemos que TODOS estamos llamados a la santidad. Porque todos estamos llamados a ser una manifestación de Dios, de SU santidad, de SU fuerza, de SU amor. No se trata entonces de emprender grandes cosas, sino de hacer caso a la invitación de Jesús: "Conviértanse y crean en la Buena Noticia". "Conviértanse", literalmente "cambien su manera de pensar". No tenemos por qué pensar en grandes esfuerzos. Mejor tomemos en serio la Buena Noticia. ¿Cuál es? Es la gran noticia de que Dios nos ama, nos ama de manera ilimitada, permanente, sin retractarse, por encima de nuestras debilidades e infidelidades. "Si somos infieles, Él sigue siendo fiel" dice el apóstol. Cuando aceptamos que somos amados por Dios sin reservas, entonces sentiremos una fuerza interior que se traduce en una sana autoestima, en la fortaleza de resistir lo "políticamente correcto". Como dice San Pablo, "Si Dios está con nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros?" Dios nos ama; otro asunto es si nos dejamos amar, o si seguimos buscando un amor sustituto y pasajero en las cosas y personas creadas.
En la oración centrante practicamos precisamente esto: consentimos a la presencia de Dios en nosotros, de un Dios que nos ama y acepta tales como somos. La aceptación de este amor nos capacita para consentir también a la acción de Dios en nosotros. Y no se trata de cumplir mandamientos - eso sería legalista. Ahora tenemos los oídos de nuestro corazón afinados para escuchar la voluntad de Dios en la situación concreta y los detalles de nuestra vida. Por eso los Santos son también signos proféticos de Dios en su época respectiva. Dios nos habla y actúa a través de ellos.
Este camino está al alcance de todos nosotros.