Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

5.3.17

La Oración Centrante en Cuaresma

No recuerdo dónde en Roma hay en la entrada a una iglesia dos columnas con la inscripción de los dos misterios cristianos claves: Verbum Caro, la palabra se hizo carne, Dios se hizo hombre; y Surrexit Dominus, el Señor resucitó.
En los evangelios, especialmente los de Marco y Mateo, se puede ver estos dos acentos de la actividad de Jesús en el mundo claramente definidos. En Galilea, el énfasis está en la presencia de Dios en Jesús hecho hombre. Describe las consecuencias de esta presencia: la acogida de unos y el rechazo de otros; la reacción de los demonios; los cambios que trae esta presencia. En la liturgia celebramos esto principalmente durante el ciclo de navidad.
Los evangelios hablan también de la región del Jordán, que es el lugar más bajo del planeta; el Mar Muerto está a -417 metros bajo el nivel del mar. Allí, en este lugar más bajo, se bautizó Jesús, y le fue revelado su condición de Hijo de Dios y el amor incondicional de Dios como Padre. Una experiencia que le acompañó toda su vida, y que le dio la fuerza para su actividad y para asumir su muerte. Dios nos amó primero y habita en nosotros. Por eso, nuestra ascesis no puede provenir de una iniciativa nuestra, sino que, para ser sana y provechosa, debe ser una respuesta al amor de Dios. Con la fiesta del bautismo de Jesús se cierra el ciclo de navidad. Estamos destinados a ser presencia de Dios en el mundo.
Comenzamos la cuaresma con una escena en la misma región: las pruebas de Jesús en el desierto de Judá. No son "pruebas de calidad" para Dios, a ver si su criatura le salió bien. Es una prueba para nosotros, para que veamos cuanto podemos resistir cuando confiamos y nos apoyamos en nuestra esencia de ser buenos, de ser creación de Dios, de haber sido creados a su imagen y semejanza. Si nos apoyamos en este hecho, ninguna prueba supera nuestras fuerzas. En la región del Jordán se trata de renovar una y otra vez nuestra intención de volver a esta relación de amor.
El enfrentamiento de Jesús con sus enemigos, y su desenlace en el misterio pascual están ubicados en Jerusalén. El acento está más en la acción de Dios. La resurrección de Lázaro es un ejemplo de esto, y un adelanto de la resurrección del mismo Jesús. Más que hacer algo, se trata de un vaciarse del ego, para que Dios pueda actuar, aunque aparentemente no haga nada.
Lamentablemente, muchas veces se nos ha presentado el tiempo de cuaresma como un tiempo de hacer sacrificios, de hacer unos esfuerzos extra, como para ganarnos no sé qué favores de Dios. Eso con el peligro de sentirnos deprimidos cuando no cumplimos con nuestros propósitos, u orgullosos cuando hemos "logrado" algo. Y después volvemos al ritmo de nuestra rutina anterior.
La oración centrante nos puede enseñar cómo pasar y celebrar mejor precisamente la cuaresma: consentimos a la acción de Dios. Es un constante dejar ir nuestros proyectos, nuestras ideas y criterios, y vaciarnos para que Dios pueda hacer todo. Cuando soy débil, soy fuerte, dice San Pablo. Es al asumir nuestra debilidad, nuestra impotencia, donde Dios tiene una tierra bien abonada para actuar. Y, como sabemos, Él actúa cuando Él quiere y como Él quiere. Nos identificamos fácilmente con los reclamos de Marta, María y la gente: Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto... El que abrió los ojos al ciego, ¿no pudo impedir que éste muriera? (Juan 11,32.37). Pero Jesús no estuvo allí. Ni quiso ir; cuando le habían avisado de la enfermedad de su amigo, se quedó todavía dos días donde estaba. Porque Dios, sí, puede darnos lo que queremos. Pero, a veces decide negárnoslo porque quiere darnos algo mucho mejor. ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? (Juan 11,40).
Entre tantos sitios en esta ciudad escogeré sólo unos pocos:
  • La iglesia "Dominus flevit" - El Señor lloró. Cuánto le hubiera gustado a Jesús que Jerusalén se convirtiera para salvarse de la catástrofe que le venía encima. Pero no usó ni manipulaciones, ni mucho menos la violencia para encaminarla a su salvación. Lloró. Es la señal de impotencia cuando el otro no quiere. Y deja todo en las manos del Padre. Nuestras lágrimas son una oración muy poderosa, aunque no sepamos lo que Dios va a hacer. Lo dejamos todo en sus manos.
  • En el Monte de los Olivos Jesús renovó su intención de servir únicamente al Padre, aceptando su voluntad, aunque eso significaba - humanamente - un fracaso total. A Pedro que quería defenderlo le dice que no. La salvación que trae no se impone con violencia.
  • En el Calvario Jesús vive las últimas consecuencias de su intención de ser totalmente del Padre. Se vacía de sí mismo, hasta la muerte, una muerte en la cruz. No le quedó la vida, ni los seguidores, ni la garantía de que su obra siguiera, ni su reputación - ¡NADA!
  • Esto nos lleva al Santo Sepulcro, este sitio donde realmente todo se acabó. Bueno, se acabó lo humanamente posible. Es entonces, cuando ya no hay nada que hacer, que Dios actúa. Para que quede bien claro que la gloria es de Él, que no hubo otros dioses a su lado, que no se lograron las cosas por alguna influencia humana. Nuestro Dios sabe hacer no solamente obras grandes; Él es especialista en cosas imposibles. Jesús, el muerto, ¡RESUCITÓ! Desde entonces, el evangelio de la salvación que Jesús había limitado a Israel, ahora se proclama por todo el mundo.
En la oración centrante consentimos a esta acción de Dios, muchas veces misteriosa, que no entendemos. Nos lleva a pasar por la noche de los sentidos y del espíritu. Pero si nos mantenemos fieles y constantes veremos la gloria de Dios.
"Si el grano de trigo no muere queda solo; pero si cae en tierra y muere, da mucho fruto"