Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

19.9.12

LA IGLESIA ANTE EL 7-0

Hace pocos días me llegó por correo electrónico esta carta, ampliamente difundida, de Mons. Ovidio Pérez Morales. Comparto plenamente la inquietud expresada en ella, y el enfoque que le da Monseñor; por eso la publico íntegramente en mi blog:
Estamos a un mes de las elecciones presidenciales. Éstas no serán una elección más, sino un momento de gravísima definición para el país, por cuanto la alternativa a resolver es: democracia o totalitarismo.
Como miembro de la Iglesia, sin pretender asumir aquí su vocería oficial –función que toca a la Conferencia Episcopal Venezolana-, quiero sí, con toda seriedad y responsabilidad, hacer pública mi interpretación creyente sobre lo que entiendo es y ha de ser la posición de la Iglesia con respecto al 7-0. Me circunscribo aquí, como es de suponer, a la Iglesia católica, aunque la validez de los argumentos se extienda más allá.
Ante la alternativa puesta para el 7-0 a la Iglesia no le pueden caber dudas. No se justifica un ni-ni.
El 7-0 no plantea simplemente una opción ante modelos políticos diferentes por las soluciones que proponen para determinados problemas importantes y muy importantes del país, como la seguridad y la producción, el empleo y la educación, el petróleo y los servicios. No se trata de escoger, en definitiva, tampoco, entre diferentes posiciones en cuanto a descentralización y política exterior, a controles en materia de medios de comunicación social y de manejos financieros.
Éstos y otros elementos han de tenerse en cuenta. Ciertamente. Pero no son los más de fondo.
¡Lo que se decidirá el 7-0 es algo mucho más que problemas parciales o sectoriales! Es algo clave, trascendental, referente a la orientación global del país, desde sus raíces y cimientos. Algo que toca la identidad nacional misma. El alma de Venezuela, pudiera decirse, y, por tanto, su definición, no sólo económico-política fundamental, sino primaria y principalmente, cultural. Y al decir esto se implica también, por supuesto, lo ético-religioso. Por consiguiente, para la Iglesia el 7-0, no cabe indefinición, indecisión, indiferencia, ni-ni. La opción coherente de los católicos el 7-0 tiene que ser en favor de la democracia pluralista y, por lo tanto, en contra del socialismo totalitario de índole marxista y castro-cubano, que propugna el oficialismo.
Tradicionalmente la Iglesia, en cuanto comunidad de creyentes, ha expresado, a través de su representación institucional, su neutralidad (la cual no es lo mismo que indiferencia) en los procesos electorales; no ha querido asumir lo que entiende por alineamiento político-partidista. Esta vez, sin embargo, no puede haber neutralidad, pues ahora, el necesario alineamiento no es propiamente político-partidista, sino nacional, humano-cristiano. Lo que está de por medio, en efecto, son bienes no
negociables pertenecientes a los Derechos Humanos, a un genuino Humanismo cristiano. Porque el Estado (Gobierno-Partido-Líder) no es el dueño de la libertad humana, de las propiedades y las convicciones morales y religiosas de los ciudadanos; no puede erigirse en Poder Absoluto. Sólo Dios es adorable.
Para la Iglesia no es moralmente decidible el que un sistema ideológico-político arrebate o no la libertad religiosa y todas las libertades y derechos de los ciudadanos. Lo que sucede en Cuba y busca imponerlo en Venezuela el Socialismo del Siglo XXI, no es algo éticamente abierto a libre escogencia.
Al votar por la democracia, la Iglesia no se cuadra con un candidato, con un partido, con una Mesa o con la oposición. Se cuadra con la Nación.

Cuidado con una provocación

Acabo de recibir un SMS donde un supuesto sacerdote valenciano (en el mensaje no aparece su nombre) nos exhorta a ir a votar el 7 de octubre con el rosario en la mano o colgando del cuello. Por mi responsabilidad de monje y sacerdote (y mis lectores saben quién soy), les digo: ¡NO ESTOY DE ACUERDO CON ESO! ¿Por qué este sacerdote no aparece con nombre y apellido? Además: una cosa es la valentía con que demostramos nuestra fe; otra cosa muy distinta es la provocación en una situación ya de por sí muy tensa. La Conferencia Episcopal de Venezuela nos ha invitado a celebrar un novenario de rosarios durante los días que preceden las elecciones. Ahí, sí, el rosario cumple su función: la de ser rezado. Pero no es un talismán ni un signo para provocar a los que piensan distinto. ¡No abusemos de nuestros símbolos cristianos, sino que seamos cristianos de verdad! Lo que se nos pide, y se nos ha pedido siempre, es el testimonio de vida, una vida diaria, ordinaria, vivida con amor extraordinario.

17.9.12

Reflexiones sobre el “Manual para Arruinar una Empresa”


El austríaco Christian Pongratz, consultor de empresas y humorista, hace una crítica a la gerencia inepta. Desde su rica experiencia escribió un libro („Das Betriebsdesaster beginnt in der Chefetage“ – El desastre de una empresa comienza en la oficina del gerente) que es como un manual para llevar una empresa a la ruina. En una entrevista, el autor presenta un resumen de su pensamiento: para lograr la ruina de su empresa, el gerente tiene que implementar un programa de sólo tres puntos:
1.   Debe estar convencido de que él es el mejor, el más maravilloso y más inteligente de todos; en una palabra: debe creerse un experto en todo, un sabelotodo.
2.    Debe estar convencido de que sus colaboradores no saben nada que él no haya sabido desde hace mucho tiempo, y que ellos no tienen ninguna necesidad de que sus esfuerzos sean reconocidos. Los colaboradores tienen que ser títeres amaestrados para recibir órdenes, sin el derecho de tener una opinión propia. Si alguno tuviera la osadía de presentarle a él, que es el líder, una alternativa, él tiene que sacar a esta persona en seguida.
3.   Es importante no tomar en cuenta al mercado – de esta manera “comienza con buen pie”. Considere a sus competidores como aficionados que, a lo sumo, se merecen una sonrisa condescendiente de parte de él. No le conviene tomar en cuenta los deseos de los clientes. Ellos tienen que acepar de manera sumisa los productos que se les ofrece. ¿Servicio? No importa.
Hasta aquí el resumen. Por supuesto, la iglesia no es una empresa. Pero como una agrupación de hombres y mujeres puede tener cierta afinidad con la dinámica de una empresa, especialmente cuando se olvida el factor más importante: la presencia de Dios. Veamos entonces lo que nos enseñan los tres puntos que llevan a la ruina:
1.    Sabemos que hay gente en la iglesia, no sólo sacerdotes y obispos, sino también superiores de comunidades religiosas o laicos comprometidos (me pregunto ¿con qué?), que se creen los únicos que saben por dónde va la cosa, los únicos autorizados para dar órdenes, explicar cosas, organizar eventos. Se sienten “dueños” del Espíritu Santo e inmunes contra las tentaciones del diablo. Crean dependencias, se rodean de fans y admiradores. Tienen su gente preferida que son sus incondicionales. Su signo es la vanidad y el despotismo. La arrogancia clerical, que no es exclusiva sólo de clérigos, es un camino seguro para alejar a la gente de la iglesia, para reducir los números de feligreses activos. Y después nos hacemos la víctima porque el mundo está tan mal.
2.    No ponen a la gente en relación con Dios (Evangelización), sino que sólo les dicen cómo hay que vivir (Catequesis). “La gente no sabe nada”. Los que tengan un criterio propio son considerados desobedientes, rebeldes, peligrosos y, hasta donde sea posible, se intenta alejarlos del resto del grupo (parroquia, comunidad religiosa, grupo apostólico, etc.).
3.    Y, ¿los “clientes”? Son toda esa gente que espera escuchar la Buena Noticia del Evangelio; que buscan consuelo, perdón y sanación. Pero, por ser gente “mala”, incrédula, fuera del grupo, gente que viene de un mundo más amplio y tiene criterios diferentes, no se les toma en cuenta. Son descalificados desde un principio. Cuando buscan en otras religiones, cristianas o no-cristianas, son considerados apóstatas; y si caen en las redes de la Nueva Era, se los desprecia como ignorantes. Se habla con desdén del “supermercado de espiritualidades”, olvidando que es precisamente por falta de una seria espiritualidad en la iglesia que la gente busca donde sea. Y Dios, quien está en el origen de esta búsqueda, tarde o temprano, la llevará a buen término, porque siempre se deja encontrar por quien lo busca con sincero corazón.
Gracias a Dios, la iglesia no es una empresa sino, en primer término, el grupo de los creyentes, el grupo que vive el misterio pascual en la fuerza de Dios. Por eso, Dios actúa siempre; y si le cierran la puerta en un lado, Él entra por otra parte, donde menos lo esperamos. Tenemos que recuperar la fe, es decir, una confianza sin límites en Dios, que nos anima a vivir nuestra vida ordinaria con amor extraordinario – hasta el extremo.
No niego lo maravilloso que pasa en nuestra iglesia cuando se vive la presencia de Dios. Lo expuesto arriba puede parecer algo exagerado. Pero es precisamente en la caricatura donde encontramos los rasgos esenciales de un asunto y, de esta manera, nos hace reflexionar, y nos invita a la conversión. No olvidemos la gran promesa de Jesús, que las puertas del infierno no prevalecerán sobre la iglesia. Ésta podrá sufrir mucho por persecuciones desde fuera y por escándalos desde dentro, pero siempre se renovará. Porque, al fin, la iglesia no es obra humana sino presencia de Dios.
Veamos, pues, las tres áreas que examina el consultor de empresas de manera humorística, en clave positiva:
1. No somos dueños, sino servidores del pueblo de Dios. No confundamos el ser responsables con creernos imprescindibles.
2.   Todos tienen el Espíritu Santo que da sus carismas a cada uno. Nuestra tarea es enseñarle a la gente el camino de relacionarse con Dios, para que descubran así su dignidad de hijos de Dios, y puedan cumplir la misión para la cual Él los ha enviado al mundo. Como decían los samaritanos a la mujer, Ya no creemos por lo que nos has contado, porque nosotros mismos lo hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo (Juan 4,42).
3.   Dios obra dentro y fuera de la iglesia. Es necesario “examinar todo, y quedarnos con lo bueno”.

13.9.12

Los Antecedentes de la Oración Contemplativa Cristiana

Hace poco encontré algo como una "genealogía" de la oración contemplativa cristiana. Saqué y traduje esta información del libro de Peter Dyckhoff, Einübung in das Ruhegebet (Introducción a la oración de quietud), tomo 1°, página 78. Completé la información con lo que encontré en la introducción de William Johnston a la edición inglesa a la Nube del No-Saber, traducido al español en Ediciones Paulinas, Madrid 1981, páginas 44 - 50.
No tenemos nada que envidiar a las prácticas orientales, sean antiguas o modernas. Una entrada anterior en este blog explica las diferencias.
Tanto la Oración Centrante, como la Meditación Cristiana y la Oración de Quietud son muy semejantes, con pequeñas diferencias en el método. Las tres nos abren al encuentro con Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Es siempre una relación personal; aunque, en algún momento podemos llegar a pensar - ¡o gritar! - ¡"Dios mío, ¿por qué me has abandonado?!" Es que Dios es siempre diferente de lo que nos imaginamos. Lo que se nos exige es fidelidad en la práctica. Tarde o temprano, Dios nos concederá los frutos.
Y, algo que me parece importante: no conviene cambiar de método. Una vez que te decidiste por la oración centrante, quédate con ella; lo mismo con la meditación cristiana o la oración de quietud. Nuestra tentación puede ser la de cambiar el método, a ver si la otra práctica nos brinda más rápidamente lo que esperamos. Pero, cada uno de los tres métodos "funciona" sólo, si lo practicamos sin expectativas. Se trata de vaciarnos ante Dios, para que Él nos llene. Lo otro sería "gula espiritual", que nos llevaría a una indigestión, es decir, nos quedaríamos en la superficie y la dispersión.

12.9.12

La última entrevista con el Cardenal Martini



                     Foto: Associated Press
Encontré la última entrevista con el Cardenal Martini. El texto habla por sí mismo. La copio del sitio:

El pasado 31 de agosto falleció el cardenal Carlo Maria Martini, ex arzobispo de Milán que a punto estuvo de ser elegido papa en lugar de Joseph Ratzinger. Martini fue un referente para el catolicismo progresista y un hombre empeñado en el diálogo con la cultura y el laicismo, como se pudo leer en su libro En qué creen los que no creen, escrito conjuntamente con Umberto Eco.  Al día siguiente del fallecimiento, el diario milanés Il Corriere de la Sera –en el que colaboraba habitualmente– ha publicado una última entrevista hasta ahora inédita centrada principalmente en la institución eclesial. La entrevista la realizaron el 8 de agosto el padre Georg Sporschill, un jesuita como él, que lo entrevistó en Conversaciones nocturnas en Jerusalén, y Federica Radice. Presentan como “una especie de testamento espiritual” este texto que fue leído y aprobado por el cardenal Martini. Este es el texto de la entrevista (Via Catalunya Religió).
¿Cómo ve la situación de la Iglesia?
-La Iglesia está cansada, en la Europa del bienestar y en América. Nuestra cultura se ha envejecido, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías y el aparato burocrático de la Iglesia crece, nuestros ritos y nuestros vestidos son pomposos. Sin embargo, ¿todo ello expresa lo que nosotros somos hoy? (…) El bienestar pesa. Nosotros nos encontramos aquí como el joven rico que se volvió triste cuando Jesús le llamó para convertirlo en su discípulo. Ya lo sé, no lo podemos dejar todo con facilidad. Pero, al menos, podremos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo, como lo han sido el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están los héroes que nos inspiren? De ningún modo nos hemos de limitar con los vínculos de la institución.
¿Quién puede ayudar a la Iglesia hoy?
-El padre Karl Rahner usaba a menudo la imagen de las brasas que se esconden bajo la ceniza. Veo en la Iglesia de hoy tanta ceniza sobre las brasas que a menudo me invade una sensación de impotencia. ¿Cómo se puede liberar la brasa de la ceniza para que pueda reavivar la llama del amor? Ante todo tenemos que buscar esa brasa. ¿Dónde están las personas individuales llenas de generosidad como el buen samaritano? ¿Las que tienen fe como el centurión romano? ¿Las que son entusiastas como Juan Bautista? ¿Las que se atreven con la novedad como Pablo? ¿Las que son fieles como María Magdalena? Yo aconsejo al Papa y a los Obispos que busquen doce personas fuera de lo común para los puestos de dirección. Hombres que estén cerca de los pobres y quienes estén rodeados de jóvenes y que experimenten cosas nuevas. Necesitamos confrontarnos con hombres que queman para que el espíritu se pueda difundir por todas partes.
-Qué instrumentos recomienda contra el cansancio de la Iglesia?
-Yo recomiendo tres muy fuertes. El primero es la conversión: la Iglesia debe reconocer sus errores y tienen que seguir un camino radical de cambio, empezando por el Papa y los obispos. Los escándalos de pedofilia nos empujan a emprender un camino de conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y todos los temas relacionados con el cuerpo son un ejemplo. Son importantes para todos y, a veces quizás son incluso demasiado importantes. Cabe preguntarse si la gente escucha todavía los consejos de la Iglesia en materia sexual. En este campo, ¿la Iglesia es todavía una autoridad de referencia o sólo una caricatura en los medios?
La segunda es la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano ha restituido la Biblia a los católicos. (…) Sólo la persona que percibe en su corazón esta palabra puede ser parte de quienes ayudarán a la renovación de la Iglesia y sabrán responder a las preguntas personales con una opción correcta. La Palabra de Dios es simple y busca como compañero un corazón que escuche (…). Ni los clérigos ni el Derecho eclesial podrán sustituir la interioridad del hombre. Todas las reglas externas, las leyes, los dogmas, nos han sido dados para aclarar la voz interior y para el discernimiento de los espíritus.
¿Para quienes son los sacramentos? Estos son el tercer instrumento de sanación. Los sacramentos no son un instrumento para la disciplina, sino una ayuda para los hombres en los momentos del camino y en las debilidades de la vida. ¿Llevamos los sacramentos a los hombres que necesitan una nueva fuerza? Yo pienso en todos los divorciados y en las parejas vueltas a casar, en las familias ampliadas. Todos estos necesitan una protección especial. La Iglesia defiende la indisolubilidad del matrimonio. Es una gracia cuando un matrimonio y una familia pueden tener éxito (…).
La actitud que tomamos hacia las familias ampliadas determinará el acercamiento a la Iglesia de la generación de los hijos. Una mujer ha sido abandonada por su marido y encuentra una nueva pareja que cuida de ella y de sus tres hijos. El segundo amor funciona. Si esta familia es objeto de discriminación, se la está echando fuera, no sólo la madre sino también sus hijos. Si los padres se sienten fuera de la Iglesia o no sienten su apoyo, la Iglesia perderá la futura generación. Antes de la Comunión rogamos: “Señor, yo no soy digno…” Sabemos que no somos dignos (…). El amor es gracia. El amor es un regalo. La cuestión de si los divorciados pueden recibir la Comunión debería ser replanteada. ¿Cómo puede la Iglesia llegar a ayudar con la fuerza de los sacramentos el que tiene situaciones familiares complejas?
¿Qué hace usted personalmente?
-La Iglesia ha quedado 200 años atrás. ¿Cómo puede ser que no se mueva? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de coraje? Sin embargo, la fe es el fundamento de la Iglesia. La fe, la confianza y el coraje. Yo soy viejo y enfermo y dependo de la ayuda de los demás. Las personas buenas a mi alrededor me hace sentir el amor. Este amor es más fuerte que el sentimiento de desconfianza que tan a menudo percibo en las confrontaciones de la Iglesia en Europa. Sólo el amor vence el cansancio. Dios es amor. Todavía tengo una pregunta para ti: ¿qué puedes hacer tú por la Iglesia?