Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

27.2.14

¿Programando Depresiones?

VEIW-TV
Vuelven a salir predicciones de diferente origen. La situación del país es un buen caldo de cultivo para estas especies. Algunas nos dicen que, a lo sumo dentro una semana, o sea, para el 5 de marzo de este año, habrá caído el gobierno. Por supuesto, a muchos les gustaría ver esto, incluso mucho antes. Pero tengamos mucho cuidado. Por lo siguiente: Si estas expectativas no se cumplen en el plazo profetizado, entonces ¿qué?
Recuerdo lo que escribió Viktor Frankl, fundador de la logoterapia, en los recuerdos sobre sus años en el campo de concentración. Ya se sabía que la guerra mundial iba a terminar, y con ella la dictadura de Hitler; y que, como consecuencia, los presos iban a ser liberados. Según rumores que circulaban, esto iba a pasar antes de la navidad de 1944. Pero, ¡no ocurrió asi! Como consecuencia, la frustración hizo estragos entre los presos. Muchos se desmoronaron, se deprimieron y hasta murieron porque ya no podían resistir. Y Viktor Frankl observó que los que murieron fueron precisamente los que habían puesto su esperanza en la pronta liberación en una fecha determinada. Mientras que, los que luchaban por aguantar los horrores del campo de concentración teniendo planes para la vida después, no se vieron afectados por depresiónes, y pudieron resistir hasta el día de la liberación, que se dio unos meses más tarde. Frankl lo resume así: el que tiene un "por qué", es capaz de aguantar casi cualquier "cómo", es decir: el que tiene un sentido en su vida es capaz de aguantar muchísimas cosas para alcanzar lo que se propone. Esto tiene que ver con la esperanza cristiana, y con la paciencia. Y, visto desde otro ángulo, el que ve frustradas sus expectativas es propenso a recurrir a una u otra forma de violencia para alcanzar su objetivo inmediato. Si no es posible la violencia contra el otro, se puede convertir en depresión, hasta llegar a la muerte física o el suicidio. Si bien el futuro es un don de Dios, nosotros somos co-creadores de este futuro; no se nos da mientras estemos pasivos. Todos tenemos una misión que nos acerca a este futuro.
Debemos aplicarles a estas expectativas el criterio de Jesús cuando los discípulos lo preguntaban por la restauración de Israel. Les dice que, en cuanto al día y a la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles del cielo ni el Hijo; sólo los conoce el Padre (Mateo 24,36). Y, cuando Jesús con su resurrección había vencido la muerte, creían que ahora, sí, debía ser el momento. Estando ya reunidos le preguntaban: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel? Él les contestó: No les toca a ustedes saber los tiempos y circunstancias que el Padre ha fijado con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo (Hechos 1,6-8). Les cambia el discurso: no se trata de restaurar ninguna soberanía dentro de un lapso determinado, sino de ser testigos de Él hasta los confines del mundo. Para eso recibirían el Espíritu Santo. Les corrige sus expectativas inmediatas, y les da una misión, un "sentido de vida", como diría la logoterapia.
Volviendo a nuestra situación, eso nos remite a la pregunta: ¿qué persigue cada uno con las protestas? Cada uno debe preguntarse por qué protesta. Nadie debe dejarse llevar por los demás. Porque si no, fácilmente podría ser instrumentalizado por intereses de otros que después lamenta. ¿Aspira sólo a la caída del gobierno? En tal caso, queda la pregunta: y después, ¿qué? Se necesita un objetivo positivo. No se trata de derrumbar, sino de construir. ¿Se busca sólo la liberación de los presos injustamente, seguridad, justicia, rescate de la economía? Ya es algo mejor. Sin embargo, queda la pregunta, ¿qué nos ha llevado a la situación en que estamos?
San Pablo no da una pista importante: El Impío se presentará, por acción de Satanás, con toda clase de milagros, señales y falsos prodigios; con toda clase de engaños perversos para los que se pierden porque no aceptaron para salvarse el amor a la verdad. Por eso les enviará Dios un poder seductor que los haga creer la mentira; así serán juzgados los que, en vez de creer la verdad, prefirieron la injusticia (2 Tesalonicenses 2,9-12). ¿No eran muchos los que se dejaron - y todavía se dejan - seducir? La falta de discernimiento, el deseo de logros inmediatos sin medir las consecuencias, la falta de espiritualidad, la superficialidad y dispersión - como decían los viejos romanos: pan y espectáculos - todo eso ahora esta haciendo estragos. La verdad nos hará libres. Sigo preguntando: ¿qué es lo que queremos realmente? ¿Solamente la satisfacción de nuestras necesidades inmediatas? ¿O un país mejor, donde hay progreso y bienestar para todos, donde vivimos reconciliados y en seguridad, donde todos tienen las mismas oportunidades, donde los recursos y las riquezas del país son de todos? Para lograr estos objetivos, cada uno tiene que aportar su esfuerzo. Nos toca confiar en Dios, en su hora, e ir a su encuentro, aunque sea entre nubes y oscuridades. La violencia engendra más violencia. Demos un ejemplo de que, con la no-violencia se puede lograr más.

24.2.14

La Otra Mejilla


Mártires Benedictinos de la Abadía
de Tokwon, Corea del Norte
Escuchemos el evangelio de este domingo, 23 de febrero:
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Pues yo les digo que no opongan resistencia al que les hace el mal. Antes bien, si uno te da una bofetada en tu mejilla derecha, ofrécele también la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica déjale también el manto. Si uno te obliga a caminar mil pasos, haz con él dos mil. Da a quien te pide y al que te solicite dinero prestado no lo esquives.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo les digo: Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores. Así serán hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos. Si ustedes aman sólo a quienes los aman, ¿qué premio merecen? También hacen lo mismo los recaudadores de impuestos. Si saludan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? También hacen lo mismo los paganos. Por tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo (Mateo 5,38-48).
Para ser honesto, yo quisiera hablar de un texto más fácil, más agradable, de algo que se pudiera considerar "evangelio" - buena noticia. Supongo que muchos sentimos una aversión a este texto porque, en fin, es bueno ser cristiano, pero ¡tampoco hay que ser tonto! ¿Dónde está aquí la buena noticia? Sin embargo, recordemos que, para nosotros, la gloria de la resurrección pasa por la ignominia de la cruz. Veamos entonces este texto no tanto como un mandato, sino como una orientación, un camino que puede conducirnos a la paz.
Quizá nos ayuda no ponernos en el papel de la victima, sino en el del victimario: ¿Qué buscamos cuando le damos una bofetada a alguien, cuando lo tratamos con violencia? Le queremos imponer nuestra voluntad, nuestros criterios. Queremos asustarlo para que deje de llevarnos la contraria. Cuando hayamos logrado esto, nos sentimos "tranquilos", al menos por fuera. Ahora bien, si en semejante situación el otro nos responde también con violencia, entramos en una espiral de violencia, buscando gente que nos apoya y defiende, alianzas, etc. hasta llegar a una situación como la hay entre el estado judío y los palestinos - un ir y venir de ataques, contra ataques y venganzas de nunca acabar.
Pero, si el otro a quien queremos someter no se asusta de nuestras amenazas ni responde a nuestra violencia con la misma moneda, quedamos por un momento desorientados. Podemos aumentar la violencia, incluso matarlo. Pero no logramos nuestro propósito. Porque sabemos instintivamente que se puede matar sólo una persona, pero no sus palabras, sus ideas y valores. Podemos matarlo, pero no quebrarlo. La reacción del otro nos quita el disfraz del fuerte, del que tiene la razón, nos enfrenta con lo que somos en verdad. Nos pone un espejo por delante. En la espiral de violencia actuamos en gran parte de manera inconciente. Es nuestro ego que quiere imponerse de manera espontánea. Pero el otro, cuando no responde con la misma espontaneidad, según las mismas "reglas de juego", estamos frente a otra fuerza. Nos damos cuenta de que la violencia es el lenguaje del débil, del que no tiene la razón - en fin, el lenguaje del ego. El no violento actúa en nombre de otros valores, más altos, en nombre de Dios.
Esto nos permite ahora regresar a la perspectiva de la víctima, del que no devuelve la bofetada sino que presenta la otra mejilla. El no violento no defiende los intereses de su ego ni los de su grupo. Él representa valores mayores que transcienden a su persona, y que duran más que la vida de él. En último termino, lo más duradero es el Reino de Dios. Nuestra no violencia es una expresión de fe, de confianza de que este Reino vendrá, aunque no lo veamos durante nuestra vida. La esperanza de su llegada nos da la fuerza de actuar en sintonía con la voluntad de Dios.
Esta actitud de no violencia no es algo que tenemos o no; es un camino. A medida que nos adentramos en el misterio de Cristo, de su muerte y resurrección, crece en nosotros esta fuerza que nos capacita para la no violencia. Porque "ya no vivimos para nosotros mismos, sino para Él que por nosotros murió y resucitó", como dice una plegaria eucarística. Es necesario no sólo rezar rezos, sino configurarnos a la mente de Cristo que se entregó por completo en las manos del Padre. En nuestra relación con Dios, tarde o temprano debemos llegar a este punto donde decimos con todo corazón y con toda consciencia "hágase tu voluntad", "en tus manos encomiendo mi espíritu". Si nos ponemos en las manos de Dios sabemos que todo está bajo su control; y podemos confiar que todo saldrá de lo mejor, no sólo para nuestra persona, sino para todos. No nos olvidemos: el que siembra no es necesariamente el mismo que cosecha. Quizá, a veces sólo nos toca sembrar.
He incluido una imagen de nuestros mártires benedictinos de la Abadía de Tokwon, en Corea del Norte. Esta abadía fue suprimida por el régimen comunista en mayo de 1949, y sus monjes internados en un campo de concentración, otros asesinados. La abadía ya no existe. ¡Pero existen sus frutos! Me explico: Cuando los comunistas suprimieron la abadía, según su mentalidad "liberaron" a los Hermanos coreanos del régimen opresor de los sacerdotes y misioneros extanjeros. Les dijeron que se fueran a sus casas. Pero los Hermanos se fueron al sur, donde volvieron a congregarse. Con la ayuda de otros misioneros, llegados de Europa, fundaron un nuevo monasterio que hoy es al más grande de toda Asia: ¡más de 130 monjes! Y los sobrevivientes del campo de concentración, después de su liberación, se vieron con la sorpresa de que sus antiguos vigilantes y policías ahora tenían que atenderles con toda deferencia - por orden del gobierno. Les sorprendió el trato amable y el perdón de los misioneros, hasta tal punto que uno de estos policías pidió el bautismo. "Si el grano de trigo no muere..."

22.2.14

Enseñanzas de una Calavera



San Francisco de Asís meditando sobre la muerte
(Cuadro de El Greco), en suerteperdida.blogspot.com
¡Sí! Tal como se lee: enseñanzas de una calavera. Muchos santos son retratados meditando con una calavera. A primera vista, esto parece morboso. Pero no lo es. Entonces, ¿qué puede enseñarnos el cráneo de un difunto?
En primer término, ubiquémonos en nuestra situación: lamentablemente, los asesinatos y, últimamente, las muertes repentinas en las manifestaciones, son casi como el pan de cada día. Nuestro pueblo vive asustado, con miedo y en zozobra. Unos, porque se les mata por reclamar pacíficamente sus derechos legítimos; otros, porque temen perder lo que ellos consideran sus derechos - que son en gran parte los derechos negados a otros. Hoy en día, cuando uno sale a la calle, ya no sabe si regresará vivo a su casa y a los suyos.
En esta situación, una calavera puede darnos una primera enseñanza importante: nos recuerda que TODOS moriremos; nadie escapa de la muerte, ni el mendigo ni el rico; ni el despreciado, ni la persona famosa; ni el preso maltratado, ni el déspota prepotente. Ten cada día presente ante los ojos la muerte dice San Benito a los monjes en su Regla (4,47). Por lo tanto, si nos preguntamos si vamos a morir o no, este planteamiento es equivocado - y, en consecuencia, ¡las respuestas también! Porque nos inducen a defender nuestra vida, aún cuando esto cueste la vida de otros.
Las alternativas no son morir o no morir, porque todos moriremos. La cuestión es ¡CÓMO morimos! En la liturgia de las horas, al final de la oración de la noche, le pedimos a Dios que nos dé una noche tranquila y una santa muerte. No le pedimos la muerte, sino que nuestra muerte, cuando nos toque, sea santa.
Los antiguos griegos trataban de interpretar el misterio de la muerte desde sus mitos, reflexiones de gente que no conocía la revelación del Dios de Israel. Según ellos, en el submundo estaban una especie de hadas que hilaban la vida de los hombres; cada una trabajaba el hilo de un hombre. Y, cuando lo cortaba, este hombre moría. Hoy en día podríamos decir que, según esta concepción, la muerte ocurre como si se cortara la electricidad en medio de una película de televisión. De repente, en pleno programa, la pantalla está en negro. Quizá, muchas veces tenemos esta misma impresión cuando muere una persona cercana a nosotros. Tenemos la impresión de que se le ha arrancado de en medio de sus planes y proyectos - que ahora quedan inconclusos.
Sin embargo, a la luz de la muerte y resurrección de Cristo, podemos sacar una segunda enseñanza de la calavera: NUESTROS proyectos, puede ser, que queden inconclusos. Pero, preguntémonos: ¿para qué vivimos? ¿para qué estamos en este mundo? ¿qué plan tenía Dios cuando nos creó? Normalmente, no encontramos la respuesta mientras vivimos. Pero el plantearnos el asunto desde esta perspectiva, nos permite ver nuestra vida como un don y una tarea. Dios nos pone en esta vida para manifestarse a través de nosotros. Nuestra tarea es, configurarnos con la voluntad de Dios, hacer su voluntad, consentir a su acción en nosotros.
Esto no nos lleva a la pasividad, sino que da más impulso a lo que estamos haciendo. No nos lleva sólo a un optimismo que puede conducir a la depresión cuando no alcanzamos lo que buscamos; nos da esperanza, esta virtud que es la fuerza de actuar en sintonía con la promesa de Dios, una promesa que puede tardar, pero nunca falla. No importa si nosotros veremos el éxito, o lo verán sólo las nuevas generaciones, estando nosotros ya bajo tierra. Lo que importa es que nos encaminemos decididamente en dirección de estas promesas, y que pongamos nuestro granito para construir este futuro. El evangelio dice: Les aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto (Juan 12,24).
Henri Nouwen, en su libro Nuestro Mayor Don, Madrid 2001, página 52, hace una reflexión importante acerca de este texto: La verdadera cuestión antes de nuestra muerte no es cuánto puedo aún lograr, o cuánta influencia puedo aún ejercer, sino cómo puedo vivir para poder seguir dando fruto cuando ya no esté junto a mi familia y mis amigos. Esta cuestión desplaza nuestra atención desde “hacer” hasta “ser”. Hacer acarrea éxito, pero ser da fruto. La gran paradoja de nuestras vidas consiste en que a menudo nos preocupamos por lo que hacemos o por lo que todavía podemos hacer, pero lo más probable es que nos recuerden por lo que fuimos. Si el Espíritu guía nuestras vidas.., ese Espíritu entonces no morirá sino que seguirá creciendo de generación en generación.
Quisiera añadir una relexión mía: El HACER, el buscar el éxito, nos obliga a vivir nuestra condición humana y egoísta: primero MI seguridad, MI estima, MI poder. El SER nos invita a recibir nuestra identidad de Dios, consintiendo a su presencia y acción en nosotros.
Una buena ilustración de esto es un texto que escribió Santa Teresa del Niño Jesús pocas semanas antes de su muerte: Presiento que voy a entrar en el descanso. Pero presiento, sobre todo, que mi misión va a empezar: mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo, de dar a las almas mi caminito. Si Dios escucha mis deseos, pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra... No puedo hacer del cielo una fiesta regocijante, no quiero descansar mientras haya almas que salvar (Santa Teresita del Niño Jesús. U.C. 17-7-1897) .
A veces, para sus antiguos adversarios, los muertos son más "peligrosos" que los vivos. ¡cómo trataron de tapar con un burdo soborno la realidad de la resurrección de Cristo! Tengamos confianza; el autor de todo lo bueno es Dios.