Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

26.12.15

El Nacimiento de Dios en Nosotros


Quisiera reflexionar brevemente sobre las palabras del místico alemán, Ángelus Silesius (1624-1677): Aunque Cristo haya nacido mil veces en Belén, si no ha nacido en tu corazón, habrá nacido en vano.
Cristo vivió, murió, resucitó y se sentó a la derecha de Dios. Pero nos dijo que estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos. Es una presencia muy real, no sólo en la eucaristía. Ésta es el sacramento que apunta a esta realidad. Cristo se identifica con nosotros. No habla sólo de los de su grupo o de unos amigos. ¡No! Se trata de Él mismo! Frente a Pablo, cerca de Damasco, se identifica con los cristianos perseguidos (Hechos 9,3-6). En el último juicio se identifica con los necesitados (Mateo 25,31-46). Es Él quien quiere ser reconocido en nosotros y actuar a través de nosotros.
Thomas Keating dice: La bondad básica que distingue al ser humano... es un elemento esencial de la fe cristiana. Esta esencia de bondad puede crecer y desarrollarse de manera ilimitada, y llegar a convertirse en imagen de Cristo y divinizarse. Esta última palabra puede darnos miedo porque suena a Nueva Era. Pero llama la atención que Cristo, en los dos ejemplos que mencioné anteriormente, se identifica con los "perdedores", los perseguidos y necesitados. Pablo nos dice más claro todavía cómo llegar a divinizarse: Estoy crucificado con Cristo; ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (Gálatas 2,20). No es por nuestro propio esfuerzo que llegamos a ser dios. La única vía es la de consentir a SU acción en nosotros. Y para eso hay que dejarlo actuar, especialmente en la debilidad, hasta en la muerte.
Este proceso de divinización lo confirma, desde otro ángulo, el evangelio de Marcos cuando Jesús dice: ¿Quién es mi madre y hermanos? Y mirando a los que estaban sentados en círculo alrededor de él, dijo: Miren, éstos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre (Marcos 3,31-35). Cuando cumplimos la voluntad del Padre, cuando dejamos que Él actúe en nosotros, seremos madres de Dios. Dios podrá nacer, manifestarse en nosotros.
El mundo está hambriento de Dios. Se le ofrece a la gente una gran variedad de alimentos que no sirven, porque dan indigestión o son veneno. Es la responsabilidad de cada uno de nosotros permitirle a Dios que se haga visible a la gente que lo busca. Todos estamos llamados a ser presencia de Cristo en nuestro medio. Cuando lleguemos a cumplir con este proceso se hará de verdad la Navidad que el mundo espera. Juan Bautista nos lo dice claramente: yo tengo que menguar; Él tiene que crecer. Al dejar atrás nuestro ego con sus intereses, Cristo puede crecer en nosotros y hacerse visible a los demás. Que la gente, más allá de nuestras debilidades, pueda ver en nosotros la presencia de Dios.