Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

15.3.12

El Eslabón Perdido de la Nueva Evangelización


Hace dos días encontré este artículo que me parece de suma importancia; lo comparto con los interesados: 
Allá por 2009 llegó a mis manos el libro del ahora recién nombrado asesor para el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, Mosén Xavier Morlans, titulado "El Primer Anuncio: El Eslabón Perdido".
En aquel momento encontrar a alguien hablando del primer anuncio era un baño de agua en el desierto, pues muy pocos en la Iglesia entendían la necesidad de lanzarse en pos de la tarea del primer anuncio.
El problema no era teórico, doctores tenía y tiene la iglesia en el tema. Tampoco lo era magisterial, pues la Iglesia llamaba a la Nueva Evangelización desde hacía décadas. Pero del dicho al hecho hay un trecho, y pocos entendían la acuciante necesidad de retornar al primer anuncio.
Fue por eso por lo que el título del libro me encantó, porque calificaba de auténtico eslabón perdido a algo tan básico y fundamental como es el Kerigma, lo cual es toda una clave explicativa para entender la situación de crisis de la Iglesia.
En efecto, una Iglesia que catequiza a los bautizados sin convertirlos previamente entra en un problema pastoral de primer orden. Puede que en sociedades cristianas no se evidencie tanto, pero cuando las sociedades dejan de serlo y la gente abandona masivamente la Iglesia queda más que claro para quienes quieran entender lo que pasa.
Hablo en pasado de aquel título de libro porque en la Iglesia hemos vivimos mucho en los últimos dos años en los que el pontificado de Benedicto XVI, el cual como los buenos vinos, se pone más interesante a medida que pasan las estaciones.
Ahora no parece que lo que falte sean ganas de volver al primer anuncio, por eso florecen congresos y foros en los que la Iglesia y las diócesis se preguntan acerca de la Nueva Evangelización.
Pero como me contaba hoy  una gran amiga que se dedica al primer anuncio, su percepción es que después del primer anuncio también falta otro eslabón, y yo no puedo estar más de acuerdo con ella.
La pregunta del millón no es si somos capaces de adoptar métodos nuevos y ardorosos para traer de vuelta a la gente a la Iglesia. La pregunta es si esta Iglesia que tenemos tiene la capacidad pastoral de configurarse en torno al primer anuncio y lo que sigue, para poder acoger a toda esa masa de gente que podría volver a la Iglesia si supiéramos cómo predicarles el mensaje del Evangelio.
Cambiar la forma de hablar a los de fuera necesariamente tiene que modelar la forma en que hablamos a esa gente cuando ya está dentro. Si por la gracia del Espíritu Santo revivimos la fe en un alejado, o si nace la fe en un no creyente, no podemos sin más reintegrarlo al estado de cosas que nos ha llevado a estar donde estamos.
Hay que dejar que esa experiencia de conversión, esa experiencia misionera y ese reinventarse pastoralmente configure una Iglesia que necesariamente tiene que ser distinta a la Iglesia a la que estamos acostumbrados.
Distinta por supuesto en lo pastoral, no en lo esencial, como distinta puede ser en mil facetas más que ahora damos por sentadas, pero que no son más que respuestas a modelos de sociedad y cultura concretos.
Para asimilar esto sin echarse las manos a la cabeza hay que entender que la Iglesia tiene la misma respuesta- Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre- por más que cambien las circunstancias, culturas y épocas en las que esta respuesta se proclame.
Y entendido esto, podemos ponernos a pensar si conviene más hacer la iniciación cristiana a tal o cual edad, el papel del laicado y la vocación misionera de todos los bautizados, la mejor manera de dar homilías o incluso la conveniencia  de volver al latín si acaso eso es lo que ayuda.
Y dentro de todo esto aparece el problema del segundo paso, el segundo eslabón perdido. Porque para pasar de una persona de la calle a un cristiano comprometido e integrado en su comunidad, hace falta más que un primer anuncio.
Hace falta un caminar en la comunidad, un catecumenado, y un acompañamiento que permita a la persona crecer y desarrollarse como cristiano. Hace falta “discipular” a la gente. No fabricar cristianos, ni asistentes a misa…sino verdaderos discípulos.
Y esto sólo se puede hacer creando verdaderas comunidades de fe, donde no sean un número, una estadística de recepción sacramental más, u otra solitaria alma en la anónima misa dominical.
Células, grupos de vida, comunidades neocatecumenales, comunidades de base… llámese como se quiera, y cada cual que lo viva según su carisma, con fidelidad a la Iglesia, a la parroquia y a su comunidad.
Creo que los tiros del segundo eslabón perdido van por ahí, por la reconstrucción de las parroquias y las comunidades cristianas desde el trabajo de aprender a ser discípulos en grupos pequeños.
Y esto es diferente a lo que hay en una iglesia como la de hoy tan centrada en unas maneras de hacer, orar y celebrar tan individualistas y anonimizadoras por más que se hagan en grupo, que no en comunidad.
 Quizás antes la cosa se salvaba porque las familias hacían esta función desanonimizadora, la de ser esa microiglesia donde uno nacía, recibía la fe, crecía y maduraba, siendo amado, siendo conocido, siendo educado, y siendo potenciado.
Sigo barruntando estas ideas, esperando madurarlas y concretarlas más. Sé que de momento son sólo eso, ideas… y necesidades que surgen como consecuencia necesaria de la labor de vuelta a la Nueva Evangelización, pues no tienen nada de teórico, son lo que gente como mi amiga y yo vemos trabajando en el primer anuncio.
Así que acabo con una pregunta, dejando la cuestión abierta:
¿Eslabón perdido o eslabones perdidos pues, en esto de la Nueva Evangelización? (http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=21301)

13.3.12

Cuaresma – Nuestros Sentimientos


Del Blog
Icewhisper
Otra cosa que pesa a la gente cuando se acerca su hora de morir es, según Bronnie Ware, el área de los sentimientos. Según su blog, el tercer lamento de los moribundos es éste:
Quisiera haber tenido la valentía de expresar mis sentimientos. Mucha gente suprimía sus sentimientos para mantener la paz con los demás. Como resultado, se instalaban en una existencia mediocre, y nunca llegaban a ser lo que eran capaces de ser. Muchos desarrollaban enfermedades relacionadas con la amargura y el resentimiento que llevaban como resultado de esto.
No podemos controlar las reacciones de los demás. Sin embargo, aunque la gente, al comienzo, puede reaccionar cuando cambias tu manera de ser, por hablar honestamente, al final esto eleva la relación a un nivel enteramente nuevo y más sano. U ocurre esto, o la relación malsana se aleja de tu vida. En cualquier caso, tú sales ganando (http://www.inspirationandchai.com/Regrets-of-the-Dying.html).
Muchas veces reprimimos nuestros sentimientos para mantener la “paz”. Pero, ¿qué paz? La palabra hebrea “shalom” no significa sólo paz en el sentido de que no hay guerra, sino paz y bienestar, según este saludo que usan los franciscanos, “paz y bien”. Una paz que no incluye nuestro bien sino, al contrario, nos enferma y merma nuestro crecimiento, es apenas una “paz romana”, una paz impuesta por el más fuerte de tal manera que a nadie se le ocurre pensar o actuar de otra manera. Ésta no es la paz de Cristo.
Muchas veces, nuestra educación nos hizo ver que manifestar los sentimientos era malo. Pero los sentimientos son lo más puro y delicado que tenemos. No son ni buenos ni malos; simplemente SON. Son parte de nuestra naturaleza, y un don de Dios. Porque los sentimientos nos indican qué está pasando en lo más profundo de nuestro ser. Nos dicen lo que es útil y lo que es dañino para nosotros.
De esta manera, al manifestarle a otra persona lo que siento, le dejo saber cómo puede ayudarme y amarme – si realmente me ama. Es entrar en confianza; y esto le da a la relación una dimensión mucho más profunda.
Si no nos atrevemos a dar este paso, nos exponemos a que nos manipulen y  utilicen para fines ajenos a nuestro bienestar y crecimiento. Sabemos que los sentimientos reprimidos o rechazados vuelven a hacer de las suyas, de manera más disfrazada e incontrolada. Además, generan frustración, resentimiento y amargura que pueden causar enfermedades. Porque vivimos una vida ajena, no la nuestra. Esto nos remite al primer pesar que vimos hace dos semanas.
¿Cómo hago para tener la valentía de manifestar mis sentimientos? Exige una toma de consciencia. ¿Quién es mi creador? ¿A imagen de quién estoy hecho? Si aceptamos que Dios es mi creador, que estoy hecho a imagen y semejanza suya, nadie más tiene el derecho de someterme o manipularme, para acomodarme a sus intereses. Por lo tanto, cuanto más profunda sea mi relación con Dios, tanto más fácil se me hace manifestar mis sentimientos en un momento dado, y vivir mi vida sin intromisiones de otros. Se trata, entonces, de saberse aceptado por Dios en lo más íntimo de nuestro ser; y, desde allí, intentamos cambiar lo que haya que cambiar, o al menos, manifestar lo que sentimos. La paz verdadera no significa rebelión, para cambiar los papeles, sino respeto mutuo, sin entregar lo que es nuestro, y sin quitarle al otro lo auténticamente suyo. Me parece muy alentadora la última frase este párrafo del blog que dice en cualquier caso, tú sales ganado.
Es un tema que vale la pena revisar en cuaresma.

5.3.12

Cuaresma – Nuestro Trabajo

Foto tomada de:
diariofemenino.com
Seguimos meditando en esta cuaresma sobre algunos pesares en el momento de nuestra muerte, tal como los identifica Bronnie Ware, de Australia, en su blog.
El segundo pesar se refiere al trabajo excesivo; entiéndase bien: no al trabajo en sí, sino al trabajo excesivo. A los moribundos que ella acompañaba les pesaba lo siguiente:
Quisiera no haber trabajado tan duro. Eso lo decía cada paciente masculino a quien estaba acompañando. No habían podido disfrutar la juventud de sus hijos y la compañía de sus parejas. También algunas mujeres se lamentaban de eso. Pero, como la mayoría de éstas eran bastante mayores, muchas de las pacientes femeninas de esa generación no habían sido el sostén de la familia. Todos los varones que yo acompañaba lamentaban profundamente haber gastado tanto tiempo de su vida en la rutina de una existencia de trabajo.
Simplificando tu estilo de vida, y tomando decisiones conscientes a lo largo del camino, descubres que no necesitas tantos ingresos como crees. Y, creando más espacio en tu vida, te vuelves más feliz, y más abierto a nuevas oportunidades, que estarán más de acuerdo con tu nuevo estilo de vida
(http://www.inspirationandchai.com/Regrets-of-the-Dying.html).
Por supuesto, Australia es un país económicamente solvente. Aquí, entre nosotros, las cosas son distintas: muchos no tienen empleo, o sólo un sub-empleo. Y a los que tienen trabajo, muchas veces el sueldo no les rinde. Realmente, la gente de aquí depende de su trabajo mucho más que en otras partes del mundo.
Pero, como ya dije arriba, la cuestión no es la de trabajar o no, sino el equilibrio entre el trabajo y otras actividades que son igualmente importantes para darle sentido a la vida. No se trata sólo de recursos económicos sino de la calidad de la vida, además de cierta libertad frente a las presiones del ambiente. Seamos sinceros: mucha gente compra cosas, no tanto porque las necesite sino porque quiere estar a la par con los demás. Es una cuestión de la imagen, del estatus, del “qué dirán”. Recuerdo a un hombre, de buenos recursos económicos, que me dijo, “yo no necesito un carro; me basta un vehículo para trasladarme de mi casa al trabajo, y del trabajo a mi casa”. Según él, el “carro” incluía el aspecto de la marca, de la apariencia, para figurar. Le bastaba un vehículo, por supuesto uno en buenas condiciones. Porque también hay que recordar que, a veces, lo barato, a la larga, sale más caro.
Es cuestión de administrar bien lo mucho o lo poco que tenemos. Y no sólo a nivel económico. Debemos preguntarnos también quiénes somos, cuál es nuestra misión en la vida. Nos remite al pesar de la semana pasada, el más frecuente de todos (vea mi entrada: Cuaresma - ¿Quiénes somos?). Aquí entra en juego nuestra relación con Dios: ¿qué quiere Él que yo haga en mi vida? Cuando sepa contestar esta pregunta puedo confiar en que Él me dará también los medios necesarios para cumplir con mi misión, ¡incluyendo la comida! (recuerden: Jesús no murió de hambre).
Esta cuaresma puede ser un buen tiempo para ver hasta qué punto participamos en el consumismo que se nos quiere imponer. Un consumismo que enriquece a unos pocos, y daña la vida de muchos. Vale la pena reflexionar sobre una propaganda comercial cualquiera y preguntarnos si realmente necesitamos lo que se nos ofrece – por no decir “impone”; si realmente es necesario renovar el equipo que tenemos y que sigue funcionando bien; si es necesario cambiar a otra marca, porque es más famosa; si es necesario tener uno más caro; si es necesario que tenga tantas aplicaciones que se parece más bien a un juguete, etc., etc., etc…
Éste es otro aspecto de la cuaresma: No se trata de hacer durante estas semanas unos pocos pequeños sacrificios – para después sentirnos bien, como un fariseo, y reanudar la vida de siempre. Se trata de revisar nuestra vida, y aplicar los cambios necesarios que duren mucho más allá de la cuaresma.

2.3.12

El Silencio, de mil maneras y de una sola...

Esta mañana encontré el el blog "Flor en el Desierto (http://flordelyermo.blogspot.com) el siguiente texto hermoso, y lo comparto con Uds.:

Nada más elocuente que el Silencio... Pero, ¿dónde está? ¿Cómo hacer cuando los ruidos parecen cubrirlo? Todo es cuestión de ejercicio y de práctica. Ahora bien, prestemos atención a cualquier espejo del alma... ¿música sublime? ¿Pintura, poesía, paisaje? Aceptemos que todo lo que nos conmueve es imagen de algo mucho más hondo... Y quitemos de nuestro horizonte cualquier determinación o condicionamiento. Tomemos conciencia de que somos llamados desde nuestro interior, indefinible e inexpresable... Que en nuestro Fondo hay silencio (el verdadero) y que es allí donde siempre deseamos volver. Allí hay sentido, todo el sentido, porque es templo viviente para Dios. Vivamos la Presencia... Sin definiciones. Con entera confianza y simplicidad.

(Alberto E. Justo)