Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

26.2.12

Cuaresma - ¿Quiénes somos?

Seguimos reflexionando sobre unas tareas para la cuaresma. Hoy nos preguntamos sobre nuestra identidad: ¿quiénes somos? Respecto a esto, Bronnie Ware dice en su blog sobre lo que más pesa a los moribundos que se acercan a su “hora de la verdad”:
Quisiera haber tenido la valentía de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí.
Ese era lo que más pesaba a todos. Cuando la gente se da cuenta de que su vida está casi terminando, y la miran en retrospectiva y con lucidez, es fácil ver cuántos sueños se van sin haberse cumplido. La mayoría de la gente no había valorado ni la mitad de sus sueños, y tenían que morir sabiendo que eso se debía a decisiones que habían – o no habían – tomado.
Es muy importante intentar y honrar al menos algunos de tus sueños a lo largo del camino. A partir del momento en que pierdes la salud, es demasiado tarde. La salud da una libertad de la que muy pocos se dan cuenta, hasta que no la tienen más.
(http://www.inspirationandchai.com/Regrets-of-the-Dying.html).
Hace poco encontré en facebook un dicho que, en este contexto, nos viene como anillo al dedo: En un mundo que te está forzando a ser como todos los demás, el reto más grande es ser tú mismo. Es la pregunta por nuestra identidad. ¿La decidimos nosotros mismos? O, ¿hay otros que nos dicen – y deciden – quiénes somos? – ¡Ni lo uno ni lo otro! El que nos ha creado es Dios, y nos ha creado a SU imagen y semejanza. No estamos hechos para ser la copia u obra de otros – que también son imagen de Dios, ni más ni menos.
¿Por qué, entonces, es tan difícil liberarnos de la presión del ambiente que nos rodea? Nacimos sintiéndonos desamparados. Necesitamos los cuidados de una madre. Pero también como adultos seguimos buscando satisfacer nuestras necesidades, esperando que otros las satisfagan. El grupo es algo muy poderoso; juntos (como los animales en la manada) somos fuertes. Nos sentimos más seguros, nos aprueban y valoran, y nos dan una cuota de poder. Pero esto tiene su precio. Tenemos que ceder en muchas cosas. Y, en un momento dado, no se trata sólo de ceder, sino de traicionar nuestras inquietudes y convicciones más profundas; porque si no, nos veremos excluidos del grupo.
Todos los grandes hombres espirituales, no sólo judeo-cristianos, han pasado por una cueva o un desierto, por la soledad y el desamparo; Moisés, Elías, Jesús, San Benito, San Francisco, San Ignacio, y tantos más. Fue en esta búsqueda donde se encontraron con su verdadera identidad.
Parte de esta soledad son las tentaciones de volver a la vida anterior o, al menos, de buscar compensaciones. El evangelio sobre las tentaciones de Jesús (Marcos 1,12-13) es un ejemplo para nosotros, y, en el caso de Jesús, no sólo un ejemplo, sino un paradigma: ¿qué nos permite vencer las tentaciones? El contexto del evangelio nos dice que estas tentaciones, que en Mateo y Lucas son más detalladas, ocurrieron después del bautismo, cuando Jesús había oído la voz del Padre Tú eres mi hijo amado. Esa era la identidad de Jesús. El tener presente este hecho le permitió resistir las atracciones que lo querían hacer dependiente de otros factores que no eran Dios.
Sólo cuando estamos seguros de nuestra identidad podemos ponernos al servicio de otros, recordando que, si bien estamos al servicio de sus necesidades auténticas, no tenemos por qué satisfacer sus caprichos. En todo servicio mantenemos nuestra dignidad; ésta nos viene de Dios; no es una conquista nuestra.
Así que esta cuaresma puede ser un tiempo para dedicarnos más a nosotros mismos, a nuestra relación con Dios. No se trata tanto de hacer más rezos, sino de entrar en esta relación de silencio donde dejamos fuera los ruidos exteriores e interiores, y donde Dios puede hablarnos.
No se trata de luchar contra nadie; sólo se trata de no hacer caso a expectativas y presiones que no nos llevan a esta vida en plenitud. Tenemos que crear nuestro “desierto interior”. Saber que somos los amados de Dios nos da la fortaleza de resistir el ambiente que nos rodea.
El libro del Apocalipsis nos da la promesa: A los que salgan vencedores les daré… una piedra blanca, en la que está escrito un nombre nuevo que nadie conoce sino quien lo recibe (Apocalipsis 2,17). Es el mismo Cristo quien no da nuestra identidad.

22.2.12

Una Cuaresma Diferente

Laberinto en la catedral
de Chartre, Francia
La cuaresma, ¿qué es eso? Para muchos parece ser este “limbo” entre el carnaval, con su octavita, y la semana santa; que son, para unos, tiempo de gastos, para otros, tiempo de ganancias; para todos, tiempo de diversión.
Los que están más ligados a la iglesia saben que en semana santa deben comer pescado, pagar una promesa al Nazareno, ir a las procesiones y visitar los templos.
Pero, realmente, ¿Qué pretende este tiempo de cuaresma? El primer día nos marca la pauta: el miércoles de ceniza. Recibimos en la frente una cruz, trazada con ceniza, y se nos dice: “Conviértete, y cree en el evangelio”. La fórmula alternativa, que se usaba antiguamente como única, dice: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Hoy muchas veces evitamos estas palabras, por considerarlas demasiado fuertes.
Pero, la cuaresma es precisamente esto: un tiempo para volver a poner toda nuestra vida en la perspectiva correcta. Y, seamos creyentes o no, al final nos espera la muerte. Cuando sentimos que la muerte se acerca, recordamos cosas que hemos reprimido, y nos pesan otras que no hemos hecho. Frente a la muerte, este acontecimiento supremo de nuestra vida, todo se hace relativo; como veremos, incluso se esfuman los moralismos. Ésta es nuestra hora de la verdad.
En este contexto quisiera reflexionar durante esta cuaresma sobre la entrada de un blog que me llegó hace poco. Se trata del blog de Bronnie Ware, una mujer australiana: http://www.inspirationandchai.com/Regrets-of-the-Dying.html. Que nos hable ella misma:
He trabajado por muchos años en cuidados paliativos. Mis pacientes eran aquellos que habían ido a casa para morir. Hemos podido compartir unos tiempos increíblemente especiales. He estado con ellos durante los últimos tres a doce semanas de su vida.
La gente crece mucho cuando se ve frente a su propia mortalidad. He aprendido no desestimar nunca la capacidad de alguien para crecer. Algunos cambios han sido fenomenales. Como era de esperar, cada uno experimentó una variedad de emociones: negación, miedo, rabia, remordimientos, más negación y, finalmente, aceptación. Todos los pacientes encontraron la paz antes de morir, cada uno de ellos.
Cuando los preguntaba si les pesaba algo, o si harían algo de manera diferente, ciertos temas se asomaban una y otra vez.

Ahora bien, toda la gente que nos presenta Bronnie Ware, son gente enferma, moribunda, que tienen algún tiempo para prepararse. Pero sabemos que hay mucha gente que muere repentinamente, especialmente por accidentes o asesinatos. No sabemos si nos toca esta forma de salir de esta vida. En todo caso, ¿cómo nos podemos preparar? Ya San Benito, en su Regla para los monjes, escribe en el capítulo 4 un consejo, como instrumento del arte espiritual: “tener cada día la muerte ante los ojos” (RB 4,47). Bronnie Ware nos presenta los cinco temas más comunes que pesan a los moribundos, y que vamos a meditar durante esta cuaresma.

10.2.12

Amar es...

Amar es ayudar a otra persona a llegar a ser lo que puede ser. Pero, lo que puede ser, lo que es todo su potencial humano y espiritual, no lo decidimos nosotros; porque todos fuimos creados a imagen y semejanza de DIOS. Por lo tanto, amar verdaderamente es: facilitarle al otro el acceso a Dios, ayudarle a establecer una relación personal con Él. Y Dios hará el resto. Más que adoctrinar a la gente, se trata de señalarles el camino, y de animarlos a que ellos mismos vayan por él. Respecto a esto, leí hace poco algo importante: “La misión del pastor, en cuanto a la alimentación de las ovejas, consiste en llevarlas a donde haya buenos pastos, pero luego tienen que ser ellas las que los comen, sin que el pastor caiga en la tentación de abrirles la boca y darles de comer a la fuerza.” (Maximiliano Calvo Ariño, Entre la Penumbra y la Luz, no. 301, pg. 105s.)  Por eso es tan grave no dar a conocer este acceso, u obstaculizarlo, imponiendo nuestros propios criterios. Por otra parte, dar la vida en esta misión es lo más sublime que alguien puede hacer.