Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

25.2.21

El camino hacia el amor I

 
En esta cuaresma oímos una y otra vez la invitación a hacer penitencia. Se dice que esta exhortación se remonta al comienzo de la predicación de Jesús cuando dice “conviértanse y hagan penitencia”.

Sin embargo, ésta es una traducción bastante deficiente del texto griego original, que dice “metanoeite”. ¿Que quiere decir esta palabra? Significa literalmente: “pensar de otra manera”; salir del trote acostumbrado de las ideas de siempre, de los criterios que damos por sentados y sobreentendidos. Dejar atrás nuestros criterios inconscientes para interpretar y juzgar la realidad.

¿Qué significa esto para nuestra relación con Dios? Hay que olvidarse de las ideas que tenemos de Dios: un dios que nos manda lo que tenemos que hacer, uno que nos vigila, uno que nos castiga cuando hacemos algo malo; un dios que nos envía problemas, enfermedades y catástrofes, uno que nos deja solos. ¡Quién no ha sentido eso alguna vez y se ha sentido abandonado por Dios! Incluso la figura de Jesucristo se ha visto contaminada por estos pre – juicios.

Por eso muchas veces no nos damos cuenta de lo profundamente consolador que es su mensaje. Tomando en cuenta que “la palabra se hizo carne”, Jesús mismo, su persona, su vida, es el mensaje, la buena noticia. Toda su existencia es el perdón que Dios nos ofrece por nuestros pecados.

En este tiempo de cuaresma quisiera comenzar unas reflexiones sobre este tema. Porque este cambio de nuestra manera de pensar, de ver a Jesús, es la condición imprescindible para poder disfrutar los dones de Dios.

Pienso subir en este blog, hasta donde mi salud me lo permite, cada semana una breve reflexión, para llevarnos a la capacidad de poder recibir toda la riqueza que Dios nos quiere dar. En el curso de estas reflexiones me guío, al menos en parte, por el capítulo 7 de la Regla de San Benito, donde éste habla sobre la humildad – no entendida como baja autoestima, sino como un proceso de vaciarse, para poder ser llenado por Dios.

Recordemos el canto de alabanza de María, donde dice “ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi”.