Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

10.2.17

Mujeres Presencia Amor


A lo largo del Evangelio de Marcos se percibe cómo Jesús es abandonado progresivamente por todos (Marcos 3,6: los fariseos y herodianos; 6,4-6: la sinagoga de Nazaret; 11,18 y 14,1-3: los sumos sacerdotes y letrados; 14,10-11: uno de los doce; 14,50-52: todos sus discípulos, incluso un joven que huye desnudo). Hasta que, al final, termina en las manos y a merced de sus enemigos. Ya no se puede hacer más nada por Él.
Sin embargo, dentro de esta situación tan triste hay un mensaje muy alentador e importante para todos nosotros. Lo explicaré un poco más detalladamente: la segunda parte del evangelio de Marcos es en grandes líneas un texto anterior que se escribió unos cuatro años después de la muerte y resurrección de Cristo, y que Marcos incorporó en su evangelio, ampliándolo ligeramente. Está escrito en trece trípticos. Las tres partes de cada tríptico están unidas por un tema o motivo común. El último tríptico nos habla del misterio pascual: la muerte, sepultura y resurrección del Señor. Cada una de estas tres partes tiene como eslabón la presencia de las mujeres. Es una presencia y actividad amorosa en medio de la impotencia frente a los hechos consumados de una situación tan dolorosa. Durante la muerte estaban allí mirando a distancia (Marcos 15,40); y en la sepultura observaban dónde lo habían puesto (Marcos 15,47). No pueden hacer nada, pero están presentes.
Finalmente, el primer día de la semana compraron perfumes para ir a ungirlo (Marcos 16,1). Fue el último gesto de amor que podían hacer con el difunto. Hicieron lo que podían. Pero estaban preocupadas por el obstáculo de la piedra enorme que les cerraba el paso al lugar donde iban a embalsamar el cuerpo de Jesús. Cuando llegaron, ¡la piedra estaba removida! ¡El cuerpo no estaba! En vez de poder hacer lo que se habían propuesto, el resucitado les salió al encuentro y les dio otra misión: ¡vayan y digan! (Marcos 16,7).
Eso fue un cambio muy radical; Dios no permitió que pudieran cumplir con su propósito, sino que les dio una tarea nueva, mucho más importante, la misión de ser testigos. Se puede decir que Dios no miró su idea equivocada, la de embalsamar un cadáver, sino que respondió a su motivación que era buena; lo hacían por amor.
Dios no se fija tanto en nuestros proyectos - estos pueden fracasar por ser equivocados. Él se fija en nuestro corazón, en lo que realmente queremos hacer, en nuestro grado de amor. Si éste es nuestra motivación, no importa lo equivocado que pueda ser lo que nos proponemos, Dios siempre lo cambiará y lo perfeccionará para incorporarlo a sus planes. Los obstáculos serán removidos y encontraremos una situación totalmente nueva donde nuestro amor podrá actuar.
Hace muchos años leí una frase muy bella: orar es hacerse presente a una Presencia. Podemos tener muchas inquietudes en nuestra oración, muchas intenciones y súplicas. Pero a medida que éstas no son egoístas, y nuestra oración viene del deseo de estar en presencia de Dios, Él nos tocará el corazón, nos sanará, y nos dará una misión que no había estado en nuestros planes. Pero descubriremos que, a lo largo de toda nuestra vida, Dios ya nos había preparado para ella.
Los que practicamos la oración centrante, tenemos una experiencia de esto. Simplemente nos hacemos presentes a la presencia de Dios, consentimos a su presencia en nosotros. Habría tanto que hacer en este mundo que nos rodea. Pero lo mejor no es siempre lo que queremos hacer nosotros. Los planes de Dios son más sabios. Al trabajar según nuestros planes podemos encontrar obstáculos insuperables. Pero si estamos motivados por un amor auténtico, Dios nos saldrá al encuentro, removerá los obstáculos, y nos dará la misión que nos tenía destinado desde toda una eternidad. Nuestra presencia silenciosa ante Dios no es una presencia inactiva. Como fruto de estos encuentros tendremos mucho que hacer. Pero será la obra de Dios, donde Él manifestará su fuerza en nuestra debilidad.
Todos necesitamos una buena dosis de la actitud de estas mujeres que seguían amando con su presencia silenciosa, impotente, aparentemente inactiva. Porque sólo cuando asumimos nuestro vacío, Dios nos llena con sus dones.