Monjas de Lerma
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En la revista Religión en Libertad, me encontré con
esta joya que me confirma lo que vengo sintiendo y observando desde hace
tiempo. Les copio el artículo que es un poco largo, pero vale la pena leerlo y
meditarlo. Si quieren leer en el sitio original, guíense por el vínculo, y lean
también los comentarios. Como deja entrever el artículo, esto no se aplicaría sólo
a la pastoral vocacional, sino también a la evangelización en general. Ahí va
en artículo:
Un
sábado cualquiera, un grupo indefinido de jóvenes se sienta ante uno definidoLista de espera para hacer las Jornadas de Vida Monástica con las Dominicas de Lerma
de monjas de clausura. Ellos callan, escuchan y observan. Ellas cuentan cómo un
día cambió su vida. No hablan tanto de su vocación, sino de haber conocido a
Cristo en persona. Los chicos permanecen durante horas pegados a la silla. Al
cabo de unas horas pasan a la capilla, en silencio. Ni catequesis ni charlas.
Tan solo la Eucaristía expuesta en el altar. No saben cómo, pero se ha iniciado
una nueva relación con Cristo. No con Cristo muerto, sino con Cristo
resucitado.
“Todo se inició casi sin querer.
Acondicionamos fuera del monasterio un albergue para recibir visitas y un fin
de semana, un grupo de amigos decidió pasarlo aquí. Les ofrecimos un rato de
compartir con ellos y la experiencia fue inolvidable. Marcó un antes y un
después en sus vidas, y también en la nuestra”. Lo explica sor Leticia, Maestra
de Novicias del monasterio de san Blas, de las Dominicas de Lerma, y lo hace
con el entusiasmo de quien está viendo con sus propios ojos cómo muchos jóvenes
reconocen a Cristo en la experiencia monástica. “Desde entonces, han sido pocos
los fines de semana que no hayan venido a pasar con nosotras lo que hemos
llamado Jornadas Monásticas”.
Así es como han llamado al simple hecho
de pasar con ellas un fin de semana, viviendo en el albergue externo al monasterio,
pero compartiendo con ellas la práctica totalidad del día. La dinámica de las
Jornadas es muy sencilla, como explica sor Leticia. “Testimonios y oración. Ni
catequesis ni charlas. Eso vendrá después, o no, en la medida de lo que suceda,
pero para encontrarse con Cristo no son necesarias. Se trata de una
evangelización vivencial, no teológica ni teórica, en la que cada una de
nosotras damos testimonio de cómo hay Alguien que puede cambiar tu vida, si le
dejas, igual que cambió la nuestra”. De este modo, si alguien se siente
presionado ha de saber que “los jóvenes que vienen no tienen que hacer nada más
que venir. El resto lo ponemos nosotras, porque la idea es compartir, anunciar
el Kerigma de nuestra vida, que Cristo está vivo y se le podemos presentar.
“La primera reacción para muchos es que
dicen: anda, sin estas tías son normales- explica sor Leticia-, porque les
contamos cómo fue nuestro encuentro con el Señor, y ven que también somos
pecadoras y que en nuestra vida hubo muchos dolores y sufrimientos”.
La monja burgalesa tiene claro que para
poner en práctica la Nueva Evangelización “hay que partir de la misericordia,
de la salvación que nos ha sido dada, no de la que nos tenemos que ganar,
porque eso es imposible. Hay que anunciar a Cristo, que viene a sanar a los que
están mal, no a los que están bien. El problema por el que muchos jóvenes se
alejan de la Iglesia es porque se reconocen incapaces de cumplir con la moral,
y se cansan. Pero cuando la gente se entera de que ya han sido salvados y de
que lo único que tiene que hacer es aceptar esa salvación, se da el encuentro
personal con Cristo, que es lo que cambia una vida de arriba abajo. Para la
hermana que fuera en tiempos campeona de España de esgrima, “una cosa es vivir
con el pecado y otra vivir del pecado. Todos tenemos pecados y todos somos
pecadores. Por eso existe la confesión, porque nadie es puro y perfecto. Otra
cosa es que hagas del pecado tu vida, pero hay que tener claro que para vivir
ese encuentro con el Señor hay que ser un pecador, hay que venir aquí con tu
dolor y tu miseria, porque es ahí, donde nadie te ama, donde te vas a sentir
amado por Dios, donde le vas a necesitar. Te vas a reconocer necesitado de ese
Alguien que no te rechaza a pesar de todo, sino que te acoge, y sin que tú no
tengas que hacer nada, solo aceptarlo. Ese es el amor de Dios que tantos
desconocen, porque se les ha presentado mal a Dios, pero Cristo está deseando
encontrarse con ellos, como se encontró conmigo sin ser yo perfecta, ni de
lejos”.
Las Jornadas Monástica están abiertas
tanto a grupos de chicas como de chicos, o mixtos, y por el Monasterio ha
pasado gente de todo tipo, “desde curiosos por ver cómo viven las monjas o
personas que buscan el sentido de su vida, hasta gente profundamente rebotada,
porque la Iglesia está llena de bautizados que le dieron una patada a la
Iglesia en algún momento de su vida. Ellos no conocieron a Cristo, sino la
moral. El amor te llevará a la moral, a la vocación, a la religiosidad, pero la
moral no es el camino hacia el amor. La moral sin amor es insoportable. Hace
falta conocer a Cristo para entender y asumir esa doctrina. La Nueva
Evangelización pasa por un encuentro personal con Cristo, con todos tus pecados
y toda tu historia. A veces es una historia insoportable, pero es que no la
tienes que soportar, porque Cristo ya ha vencido a tu pecado. Cuando le
conoces, todo fluye, todo va bien, todo cambia”.
Tras el tiempo de testimonios las monjas
pasan a la oración, ante los ojos atónitos de aquellos por los que rezan. “Pedimos
al padre por ellos, les imponemos las manos, como nos dijo Santiago: orad los
unos por los otros. Luego les sentamos durante más de una hora delante del
Señor, en silencio, ante la Eucaristía. Ahí no hay charla que valga ni
catequesis. Son solos Dios y ellos, y es ahí donde se debe dar la primera
conversación, que eso es la oración”. Siendo consciente de lo difícil que puede
resultar para muchos el tema de la oración, sor Leticia explica que “orar no es
pedir, sino hablar. No se trata de que pidas por tu padre a Dios, sino de que
le hables de tu padre a Dios, o de tu hermana, o de tu amigo, o de ti. Cuando
pides algo concreto, estás ya condicionado para ver la obra de Dios en tu vida,
porque has creado una expectativa. Cuando hablas con Dios, cuando le expones
una problemática, y le dejas hacer, Él te va a sorprender, porque Dios siempre
escucha y siempre responde, nunca calla”.
Sor Leticia cuenta cómo han visto a
jóvenes con historias complicadas, difíciles, llorar como niños al darse cuenta
de que “son amados, porque Dios nos ama hasta morir. Lo que pasa es que cuantas
veces nos ha parecido que Dios está en las nubes y nosotros por aquí dando
vueltas. No, Cristo se hizo hombre como ellos, solo hace falta que se
encuentren, eso es lo que cambia el chip, lo que rompe con una trayectoria
vital”.
Las Jornadas Monásticas no buscan el
suscitar vocaciones como pudiera parecer, sino el que se de ese encuentro
personal con Cristo. “Detrás del encuentro viene lo demás, que será lo que sea,
pero siempre será algo nuevo y mejor, una vida plena, con sus dificultades pero
feliz”.
El éxito de las Jornadas es
providencial, puesto que ha sido solo el “boca a boca” de los que han
participado lo que las ha promovido. Además, cuentan con el valor de que “no
cuestan nada, no pedimos ni por el albergue ni por la comida. Si alguien quiere
dar un donativo nos lo da, y el que no, pues no. Todo se sustenta en la
Providencia y nunca nos falta nada. Lo que sí pedimos es que participen con
nostras de nuestro testimonio y de la oración. Nada más”.
Para hacer las jornadas de Vida
Monástica, se puede llamar al Monasterio de San Blas (Dominicas), en Lerma:
947170231.
Como se ve, el problema no es la falta de vocaciones o de gente que
busque a Dios, sino la falta de testimonio.