Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

1.10.13

Sta. Teresa del Niño Jesús


Sta. Teresa del Niño Jesús (1873-1897)
Apenas al comienzo de este año me enteré de un detalle que me parece significativo para toda nuestra Congregación de Sta. Otilia, que es benedictina y misionera, y a la cual pertenezco, y que, por consecuencia, es  también significativo para mí mismo.
Cuando, en 1887, nuestros primeros misioneros se fueron a África, pasaron unos días en Roma. El 20 de noviembre participaron en la misa papal y, después en una audiencia general con el Papa León XIII. Por estas casualidades que sólo Dios sabe organizar, en esta misma audiencia estuvo también una joven francesa de 15 años, Teresa Martin. Tuvo la valentía de pedirle al Papa el permiso de entrar en el Carmelo, siendo todavía de tan corta edad. Pocos meses después pudo entrar, y murió a los 24 años. Es Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de misiones y doctora de la iglesia. Para honrar la memoria de esta joven, quisiera compartir sólo dos textos de ella. Los dejo ahí, sin comentarios, porque a veces, comentando mucho, se diluye el mensaje.
El primer texto es sobre la oración: Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra: es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús.
El segundo texto es sobre su vocación personal; pero ésta está en la raíz de la vocación de cada uno de nosotros: En la caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la iglesia tiene un corazón y que este corarón está ardiendo de amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la iglesia y que, si faltase el amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas la vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno... Por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor.
Gracias, Teresa, por haber respondido al llamado del Señor; intercede por nosotros en estos tiempos tan agitados.