Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

17.4.17

La Serpiente de Bronce


El relato de la serpiente de bronce es bastante extraño, si se toma en cuenta que, en el antiguo testamento, estaba prohibido hacer imágenes. Los exegetas tienen dificultad para explicarlo. Seguro que es un relato antiquísimo, arcaico, que se remonta a la época de los acontecimientos.
No pretendo dar una explicación exegética de este texto, sino que intento verlo en su dimensión espiritual, como algo que puede ocurrir a todos nosotros en un momento dado. Veamos el texto:
El pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos has sacado de Egipto, para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan insípido. El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes. Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla. Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba sanado (Números 21,4-9).
El pueblo quiere volver a Egipto, a su comodidad, o a lo que ellos recuerdan como tal. Se quejan de la falta de agua, y de este pan insípido. No quieren asumir las dificultades del camino; pierden el interés en el futuro, en la tierra prometida; prefieren volver al pasado, a la esclavitud. Es una actitud negativa que cierra el camino hacia el futuro, hacia la vida, y paraliza, lleva a la muerte. Esta actitud negativa, mortífera, se simboliza en las serpientes. Somos muy hábiles para esconder nuestros deseos, para reprimirlos. Sólo nos quejamos. Y lo reprimido crece en el subconsciente y, a la larga, nos envenena y nos mata.
Dios mismo ofrece el remedio: mira, fíjate en lo que te lleva a la muerte. Lo que nos salva de la inanición espiritual es traer a la consciencia nuestras actitudes, nuestros deseos egoístas, que sólo se fijan en lo inmediato, del veneno interior que echa la culpa de todo a los demás, a las autoridades, a los que nos quieren bien, y al mismo Dios. Hay que asumir la propia responsabilidad, la escasez que nos deja sólo con lo más imprescindible, las dificultades, el todavía-no, el vacío. Sólo de esta manera sanamos y somos capaces de avanzar hacia un futuro mejor. Porque no se trata de liberarse sólo de una esclavitud exterior de alguien más fuerte, pero siguiendo como esclavos de nuestros deseos. Se trata de ser libres interiormente, libres para poder servir y atender las necesidades de los demás, y de servir a Dios.
Jesús lleva este proceso hasta las últimas consecuencias: Como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado el Hijo del Hombre, para que quien crea en él tenga vida eterna (Juan 3,14-15). Tengamos cuidado con la palabra "creer": no se trata de aceptar el acontecimiento de Cristo sólo como un hecho histórico. Se trata de poner nuestra confianza en que este camino de Jesús es el único que nos salva, que nos saca de nuestra esclavitud, y nos da VIDA verdadera. Es una relación de confianza con Dios. Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí (Juan 12,32). Si nos fijamos en Cristo tendremos la fuerza de sobrellevar las dificultades, de vivir una vida positiva, de servicio.
No nos olvidemos que en el evangelio de Juan muchas palabras tienen un sentido doble: "Levantar, elevar sobre la tierra" se refiere a la muerte en la cruz, pero también a la exaltación de Jesús que le dio el Padre por haber pasado por la muerte. Él es nuestro único camino.

2.4.17

Lázaro y Venezuela


Marta dijo a Jesús: Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto (Juan 11,21). Así leemos en el evangelio. Y ¿quién no quisiera decir hoy lo mismo cuando vemos lo que está pasando en Venezuela? ¿Por qué tanto sufrimiento y tantas muertes? ¿Por qué este país tan rico se desmorona y se hunde? ¿Dónde está Dios? ¿Por qué no actúa?
Pero, ¿qué es lo que busca la gente? ¿Seguir como antes? ¿Que todo regrese al estado de bonanza que conocíamos? Eso no es la idea. Dios nos tiene preparado algo mejor. Pero, para dárnoslo, nos invita a dejar atrás lo acostumbrado. La vida nos despoja de lo efímero, para darnos lo mejor que nos tiene preparado.
En cristiano: Le contesta Jesús: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? (Juan 11,40). Tendremos acceso a la vida verdadera cuando aceptemos la muerte de lo anticuado, de lo que ya no sirve. No es fácil desprenderse de lo acostumbrado, de lo que nos parece dar seguridad. Tenemos que lanzarnos a lo desconocido, a las manos de Dios. Él es el Dios de las sorpresas, de lo inesperado, de lo maravilloso. Veremos su gloria. Pero antes, hay que morir, la podredumbre tiene que salir. Sólo entonces caerá lo que nos tiene amarrados y amordazados. Confiemos en Él.