Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

25.1.11

La Conversión de San Pablo

Hoy celebramos la conversión del apóstol San Pablo. En el nuevo testamento se nos transmiten tres relatos, con pequeñas diferencias; pero, en esencia, hablan de la misma experiencia.
Lo primero es que Dios le salió al encuentro a Pablo en la situación en que estaba: perseguía a la iglesia naciente. El mismo Pablo nos dice: "En cuanto a la interpretación de la ley judía, fui del partido fariseo; era tan fanático, que perseguía a los de la iglesia; y en cuanto a la justicia que se basa en el cumplimiento de la ley, era irreprochable. Pero todo esto, que antes valía mucho para mí, ahora, a causa de Cristo, lo tengo por algo sin valor" (Filipenses 3,5-7). Jesús ya lo había dicho la noche antes de morir: "Cualquiera que los mate creerá que así presta un servicio a Dios" (Juan 16,2). Este dios es más una proyección de los deseos del hombre que el verdadero Dios; Pablo se aferra a su religión como a un sistema de doctrinas y de moral. En esto, se le aparece Jesús, el resucitado; y este resucitado se identifica con los creyentes perseguidos. Desde entonces, para Pablo ya no valen los sistemas, la ley, sino la persona. Ya no está imponiendo el cumplimiento de una ley, sino que predica a Cristo. Mientras que antes "sacrificaba" a los demás a sus ideas, ahora, en cambio, él mismo se sacrifica para que otros tengan la vida que encontró él.
En todo este acontecimiento, Jesús es muy delicado: no regaña a Pablo, ni lo amenaza, sino que le pregunta, "¿por qué me persigues?" Le invita a Pablo a ampliar sus horizontes, y a ver TODA la realidad. Le da la oportunidad de un libre consentimiento. Todo esto es la base de la fe de Pablo: un encuentro personal con el Cristo resucitado. Llama la atención cuando Dios dice a Ananías más tarde que Pablo "ora". El encuentro personal tiene como fruto la oración, una oración verdadera.
Después de este encuentro cerca de Damasco, Pablo se queda tres días sin poder ver. El resplandor lo cegó, ¿o sería mejor decir "lo iluminó"? Ya no es capaz de ver la vida como antes; ahora Cristo no es solamente parte integral de su vida, sino que es su fundamento desde donde se interpreta todo. No extraña que pasen tres días hasta que pueda recobrar las fuerzas; tiene que redimensionar toda su vida. Eso nos muestra que él, como todos nosotros que creemos realmente en Cristo, es un iluminado, lleno de la luz de Cristo. Porque el paso de Cristo a través de la muerte hacia la resurrección es la única luz que ilumina verdaderamente.
La imagen que tenemos de Pablo es la de un hombre muy activo; pensamos sólo en sus viajes para proclamar el evangelio. Pero se nos olvida muchas veces que este hombre fue, a la vez, un gran místico. Es desde esta mística, desde esta íntima experiencia de Cristo resucitado, que puede dedicarse de lleno a la misión de compartir lo que él había visto y oído, para que también los demás encuentren la libertad y el perdón que había encontrado él.

19.1.11

Astrología y Fe (II)

La mayoría de nosotros vive en poblados y ciudades donde la iluminación artificial no permite apreciar las estrellas. El hombre moderno ya no sabe lo sobrecogedor que puede ser el firmamento en una noche sin luna y sin nubes.
He leído – no recuerdo dónde – que los beduinos, para atravesar el desierto, prefieren caminar por la noche. Eso les permite orientarse por las estrellas. Antiguamente, los marineros hacían lo mismo. En el hemisferio norte tenemos la estrella polar que indica dónde está el norte. Recuerdo que en la escuela primaria nos enseñaron cómo orientarnos por esta estrella si un día nos perdiéramos en el campo. Por supuesto, uno no va a la estrella, pero se orienta por ella. De esta manera, la gente estaba familiarizada con las estrellas. Y cualquier fenómeno extraño tenía que llamar su atención.
Para los antiguos - y también para los de hoy que saben ver más allá de la su-perficie – las diferentes constelaciones y movimientos celestes tenían un significado más profundo. De allí, que guiaban también sus vidas por las estrellas.
En el evangelio de San Mateo (Mateo 2,1-12) hay un relato muy bello que nos describe un poco este proceso.
Unos "magos" llegan a Jerusalén, para ver al recién nacido Rey de los Judíos. "Magos": así llamaban en oriente a los que tenían conocimientos secretos o sabían interpretar diferentes fenómenos. Según el contexto, los podemos llamar astrólogos, porque habían interpretado un fenómeno en las estrellas.
No sabemos cuál fue este fenómeno. Pero por los años del nacimiento de Jesús hubo una conjunción triple de Júpiter y Saturno, es decir, que los dos planetas más grandes de nuestro sistema solar se vieron juntos, como si fuera una sola estrella muy luminosa. Por la retrogradación, o sea, el aparente regreso, y su vuelta al camino directo, se juntaron tres veces en un lapso de pocos meses. Esto ocurrió en la constelación de piscis, que los orientales relacionaban con la tierra al occidente de ellos, especialmente con Israel. Según datos de tablillas con escritura cuneiforme, de los tiempos de Babilonia, Júpiter significaba un rey. Saturno reflejaba la ley y el sábado (todavía en inglés, el sábado se llama Saturday, es decir, día de Saturno). Por eso se lo relacionaba también con Israel. Como la órbita de Júpiter es más pequeña, él es más rápido y, cuando se produce una conjunción, es Júpiter quien llega a Saturno. En la interpretación de los babilonios: un rey llega a Israel.
Como dije, no hay pruebas de que el texto de Mateo se refiera a este fenómeno. Pero las coincidencias son muchísimas.
Ahora, si alguien busca a un rey, por supuesto se va a la capital. Allí residen los reyes. Y así, los magos llegan a Jerusalén. La astrología contempla todo a nivel humano, y los pensamientos humanos no son necesariamente los pensamientos de Dios. Por eso, ven la sorpresa y consternación en Jerusalén, donde nadie sabía nada. Si en nuestro camino espiritual nos fiamos solamente de nuestros criterios humanos, nos desviamos fácilmente. Esto se puede aplicar también a nuestras ciencias modernas, incluyendo la psicología.
En este impase, los magos oyen la Palabra de Dios, del Dios de Israel. La orientación definitiva en nuestro camino es la Palabra de Dios. Los magos, dando crédito a esta Palabra, se van a una aldea donde menos se esperaba un rey. Pero allí lo encuentran. Y, al llegar, vuelven a ver la estrella, lo que les causa una inmensa alegría.
Dios atrajo estos magos, hablándoles primero en el lenguaje que ellos entendían: la interpretación de los astros. Para nosotros, puede ser una superstición, pero Dios nos sale al encuentro donde estamos. Es el movimiento del Espíritu, no percibido conscientemente todavía. Pero nos pone en camino. En la crisis, cuando nos damos cuenta de que nuestros criterios humanos no son suficientes para llegar a la meta, es la Palabra de Dios la que nos orienta. Cuando le damos crédito, veremos que nuestros rodeos y errores de la vida pasada también estaban en el plan de Dios. Y eso no solamente como tiempo perdido, sino como algo valioso que nos puso en camino hacia una meta que sólo conocíamos difusamente.
Lo importante, como vemos en este evangelio, no es "tener" la Escritura, la Palabra de Dios, como Herodes y los de Jerusalén, sino el corazón abierto que acepta esta Palabra y sigue el camino que le marca, aunque comience con errores.
Al fin, dentro del contexto del evangelio de Mateo, éste es el argumento: hay unos que tienen las Promesas y la Palabra de Dios, pero no le hacen caso; en cambio, los que no conocen la revelación de Dios, pero tienen un corazón abierto y un espíritu de búsqueda, llegarán a un encuentro con el Señor.
Esto puede ser un consuelo para nosotros cuando a veces damos muchas vueltas en la vida; en algún momento, cuando tomamos en serio la Palabra de Dios, es cuando nos llenamos de una profunda alegría. Y es una advertencia para los que se creen seguros con tener su religión cristiana, pero nunca quieren ir más allá de lo que ya conocen. Las sorpresas de Dios pueden causarles un susto grande.

9.1.11

El Bautismo de Jesús

No sé Uds., pero a mí no me gusta sumergirme en el agua. Prefiero pisar tierra firme. Eso refleja nuestra tendencia de buscar seguridad. En la antigüedad, el bautismo era por inmersión en el agua; la persona se sumergía por completo. También Jesús recibió el bautismo de esta manera. Y, cuando salió del agua, se le abrió el cielo, bajó sobre Él el Espíritu de Dios, y oyó la voz que dijo "tú eres mi hijo amado".
Cuando dejamos atrás nuestras seguridades, nuestro control, y nos sumergimos en lo incontrolable, como gesto de entregarnos en las manos de Dios, es entonces cuando se nos abre el acceso a Dios, cuando baja sobre nosotros su Espíritu, y sabemos que somos hijos amados de El. Esto constituye nuestra verdadera esencia, y nos da nuestra verdadera identidad, más allá de una natural autoestima o autoafirmación. "Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?" dice San Pablo. Esta presencia de Dios en nosotros es como una roca que no permite que nada nos confunda ni destruya.
¿Hemos pensado alguna vez en esto cuando recordamos nuestro bautismo? ¿O cuando llevamos a bautizar a un niño pequeño? Vale la pena recuperar todo el alcance de este sacramento. Es nuestra herencia. Nuestra vida se llenará de sentido, descubriremos nuestra misión en este mundo, y seremos felices, en medio de dificultades y pruebas.