En nuestro caso, por supuesto, esta dificultad proviene de nuestra
instrucción religiosa. Cuando yo era pequeño, nos dijeron: "Creer
es aceptar como verdadero lo que Dios ha revelado". Somos
cerebrales; las cosas pasan en nuestra cabeza, queremos entenderlas,
captarlas en nuestras mentes. Pero esto es básicamente un intento de
controlar la realidad. Y no podemos hacer eso con Dios. Dios es
incontrolable, incomprensible.
Nuestra experiencia cotidiana puede acercarnos un poco más a
entender esto. Nos enteramos de que las personas que hemos conocido
durante mucho tiempo de repente nos sorprendieron con una faceta que
nunca habíamos visto antes, y mucho menos la sospechábamos. Solo
podemos aceptar esta experiencia o rebelarnos contra ella.
Con Dios nos pasa algo semejante. No se trata principalmente de
comprenderlo, sino de una relación creciente con él. Sólo de allí
resulta un saber, que es tan profundo que nadie nos lo puede quitar.
No queda nada para discutir; uno solo puede aceptarlo o rechazarlo.
Esto también sucedió después de la resurrección. Los sumos
sacerdotes creían, sabían, que Jesús había resucitado. Pero
querían silenciarlo, y gastaron mucho dinero para ello. Los
discípulos reaccionaron de manera diferente. Les resultó difícil
creer lo que decían las mujeres cuando regresaron de la tumba vacía.
Todavía les faltaba la experiencia. Pero estaban listos para ella.
Porque Dios solo actúa cuando humanamente ya no se puede hacer más
nada. Fue lo mismo con Jesús. Estaba muerto. Y los discípulos
estaban "por el suelo". Estaban ante una tumba vacía, sin
“cuerpo presente”. Se habían encerrado por miedo a los judíos.
Estaban tristes y lloraron. Magdalena lloró frente a la tumba vacía.
Y con ojos llorosos, no puedes ver la realidad con claridad. Estaban
decepcionados y sin esperanza. Es esta realidad en la que entra el
Resucitado y que gradualmente se transforma en alegría. Y Jesús no
quiere sólo mostrar que está vivo, sino que los discípulos ahora
están llamados a ser testigos de lo que han visto y oído. Nadie
puede quitarles esta experiencia.
En este sentido, el tiempo de la pandemia ahora puede ser un tiempo
de gracia para nosotros. No tiene sentido suprimir o eludir los
inconvenientes que estamos experimentando actualmente. Permitámonos
sentir nuestros sentimientos, nuestras frustraciones, impaciencia,
ira, impotencia y todo lo que pueda surgir en nosotros en estos días.
Aquí es exactamente donde el resucitado quiere entrar, el que ha
superado todo sufrimiento y la muerte. No porque se escapó, sino
porque pasó por ellos.
No es fácil admitir nuestras debilidades. Nuestro orgullo no nos lo
permite. Pero si lo hacemos, lo experimentaremos como liberador. En
estos días les deseo el coraje de rezar con el salmo, "desde lo
hondo a ti grito, Señor". Entonces veremos que algo comienza a
moverse en nuestra vida que nunca antes habíamos conocido. De
repente, Dios como que tiene un rostro; es alguien que siempre nos
acompaña con amor. Y de repente se nos abre el entendimiento, y
leemos las Escrituras con ojos diferentes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario