Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

21.4.11

Jueves Santo: Nuestro Pan de Cada Día

Miniatura en el libro de Evangelio
de Echternach, ca. 1045
Para mediados del año pasado, se habían encontrado 122.000 toneladas de alimentos en mal estado, y se seguían encontrando más lotes de alimentos podridos. Según cálculos de los entendidos en la materia, 17 millones de personas hubieran podido alimentarse con esta cantidad a lo largo de un mes entero.  Se trata de alimentos podridos, descompuestos o vencidos. Este acaparamiento ha producido una escasez de comida. No nos compete aquí señalar culpables; para eso son los tribunales de justicia. Lo que, sí, nos compete como cristianos, es ver qué hay detrás de semejante hecho.
Por la magnitud de los hechos, hay que pensar en una grave irresponsabilidad, en una despreocupación por el bienestar de los demás. Otros señalan abiertamente la corrupción; todo esto es un gran negocio – para algunos. Debe haber autores intelectuales. Y el reparto de las “ganancias” les da mucho dinero a todos. Por la magnitud, hay que pensar también en que mucha gente sabía de este acaparamiento, pero que, por miedo, se mantenían callados. Otros simplemente habrán estado de acuerdo. Total, una incapacidad, culpable en este caso, avaricia, encubrimiento, cobardía, miedo a perder prebendas, desprecio abierto: todo se reduce al egoísmo; yo y mis intereses por encima de todos los demás, no importa lo que les pueda pasar.
Ahora bien, debemos tener mucho cuidado de no ser como los fariseos, que ven el mal sólo en los demás. “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra” (Juan 8,7). En realidad, también las naciones ricas juegan con los alimentos: multan a los que siembran más, aguantan y acaparan. Y premian a los que no siembran. Todo eso para mantener cierto nivel de precios. Ya no se usa el dinero para comprar pan, sino que se usa el pan para hacer dinero. Pero esto no pasa sólo a nivel de naciones, sino también entre los individuos. ¿Cuántas veces no hemos guardado algo más de lo necesario, aunque a otro lo hacía falta en este momento? ¿Cuántas veces no nos hemos negado a compartir, para que lo poco que había, alcanzara para todos? En resumidas cuentas: el egoísmo convierte la abundancia en escasez. ¡Cuánta verdad son las palabras del Salmo 48,17s.21!: “No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada; su fasto no bajará con él… El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece”
Todo esto me hace pensar en el maná acaparado que se pudre (Éxodo 16,13-21). Jesús habla del pan de cada día (Mateo 6,11) y que no se preocupen por el mañana. Cito un párrafo de un libro que llegó a mis manos hace poco:
“Danos hoy nuestro pan de cada día” es una petición del Padrenuestro que se entiende en la tradición del maná: Dios daba al pueblo cada día sólo para el día; nadie podía coger para más días y nadie podía pedir más (Ex 16,13-21). Una parábola rabínica deja ver el trasfondo de la petición dominical: un rey envió a su hijo a un país lejano y ordenó que se le dieran provisiones para todo el año; pero observando el rey que así el hijo no se acordaba de su padre, ordenó que se le dieran cada día el sustento del día, de forma que todos los días tuviera que acordarse de su padre. La enseñanza de la parábola es que Dios quiere que le pidamos cada día el pan de cada día y que no nos preocupemos por el mañana, sino de levantar cada día nuestro corazón al Padre que está en los Cielos. Se trata de la misma enseñanza de Jesús (Mt 6,34): “Así que no se preocupen del mañana, que el mañana se ocupará de sí mismo”…, y así entendemos el alcance de la petición del Padrenuestro. (Manuel Pérez Fernández, Jesús de Galilea, en: La Historia del Cristianismo. El Mundo Antiguo. Madrid 2005, pg. 96s)
El mismo Evangelio nos presenta una situación totalmente diferente: Le ofrecen a Jesús cinco panes y dos peces (“¡Qué es eso para tantos!”). Pero Él convierte esta escasez en abundancia. Lo hace, poniendo la comida en su contexto: mira al cielo, de donde, en último término, viene toda comida. Da las gracias a Dios, porque sabemos que, por nuestra propia fuerza no podemos alimentarnos. Bendice: lo declara un bien que se debe cuidar. Todo es agradecimiento y entrega; y así alcanza para todos. ¿Quién puede entender eso? No se nos pide entenderlo; ¡hay que vivirlo! Por algo será que, después de la multiplicación de los panes, Jesús camina sobre el lago – algo muy arriesgado. Pero el dar, sin esperar que alcance para nosotros, es un riesgo, pero un riesgo puesto en las manos de Dios.
Por eso, Jesús puede entregarse a sí mismo como comida; y nos invita a todos que hagamos lo mismo.
Recordemos las últimas palabras de Mons. Romero de El Salvador: De esta Santa Misa, pues, esta Eucaristía, es precisamente un acto de fe: Con fe cristiana parece que en este momento la voz de diatriba se convierte en el cuerpo del Señor que se ofreció por la redención del mundo y que en ese cáliz el vino se transforma en la sangre que fue precio de la salvación. Que este cuerpo inmolado y esta Sangre Sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos pues, íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por Doña Sarita y por nosotros (En este momento sonó el disparo que le quitó la vida...)”. Ahí tenemos un hombre que ha vivido la Eucaristía hasta las últimas consecuencias.

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