Expectativas o Esperanza

De: titomacia0504.blogspot.com

Cuando se avecina un acontecimiento importante ponemos nuestras expectativas en cierta fecha en que debe darse, o en cierto resultado. Así esperamos conseguir la solución de nuestros problemas, el alivio de nuestro sufrimiento – como el enfermo que, en sus largas horas de insomnio, espera el amanecer. Pero el problema es que ponemos toda nuestra atención en la fecha o el resultado del acontecimiento, sin mirar más allá. Con las consecuencias que, cuando no se da en la fecha prevista, o con el resultado esperado, podemos caer en una profunda depresión. En el caso de todo un grupo humano, un pueblo, puede llegar a una depresión colectiva, con una tasa de suicidios más elevada de lo estadísticamente normal. ¿Cómo podemos evitar semejante tragedia?

En nuestra fe cristiana no hablamos de expectativas, sino de esperanza. Ésta es otra cosa muy distinta:

• ·         Cuando tenemos sólo expectativas, estamos esperando pasivamente el cumplimiento de nuestros deseos; en cambio, la esperanza nos hace participar activamente en todo lo que sea necesario para alcanzar lo esperado.
• ·         Como en las expectativas no miramos más allá del cumplimiento de nuestros deseos, esta actitud revela que, en el fondo somos bien egoístas. Actuando desde la esperanza, nos ponemos al servicio de algo más grande que nuestros intereses: el bien del otro o de una sociedad.

La consecuencia es que entonces no vemos necesariamente el éxito de nuestros esfuerzos. Pero la esperanza da la fuerza de no desmoronarse ni siquiera por un fracaso, si éste es parte del camino hacia el bien que se espera. Porque, en último término, el auténtico bien no es producto de nuestros esfuerzos, sino un don de Dios.

Por eso, la esperanza nunca termina en depresión. Se mantiene fuerte incluso en los fracasos. Éstos, en vez de ser el fin de nuestro camino, son una invitación a purificar nuestras intenciones, a modificar y adaptar nuestros procedimientos y a poner nuestra confianza en Dios.