Archiabadía
de Sta. Otilia
Cirio Pascual |
En Sta. Otilia, mi monasterio de origen, tienen este
año un cirio pascual con un significado muy profundo. El motivo de este cirio
es el Árbol de la Vida, entrelazado con un hilo conductor de color rojo (en
alemán, el “hilo conductor” se llama “hilo rojo”). La Hna. Immaculada, de
Kellenried, que había hecho el cirio, lo describe de la manera siguiente:
¿Cómo se hace
visible un hilo conductor en nuestra vida?
Cuando en
medio de la multitud de acontecimientos, en los altibajos de la vida, en lo
escondido y, muchas veces, en lo incomprensible, lenta o repentinamente caemos en cuenta
de que así tenía que ser, así tiene sentido, en todo se manifiesta la mano de Dios sobre mí. En
estos tiempos es bueno poder apoyarse en algo confiable.
La avalancha
de las impresiones ópticas y acústicas de los medios nos traen el peligro de perder
la razón frente al diluvio de acontecimientos o frente a Dios, o de volvernos incapaces
de reconocer valores duraderos. - ¿Quién no tiene hoy semejantes experiencias?
En tales
situaciones es bueno podernos orientar y apoyar en Jesucristo. Se le puede ver
en el árbol, símbolo de la vida, de la resurrección. Él solo garantiza el
crecimiento y la fertilidad. Siguiendo sus huellas, Él nos inspira
confianza, y le podemos seguir tranquilos. Él nos conduce hacia un buen
futuro. (Traducción mía de: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=365005656870865&set=a.168659073172192.36888.165212180183548&type=1&theater)
En
el evangelio de los discípulos que van a Emaús, el Resucitado les abre el
entendimiento de toda la historia de la salvación y, con eso, de la historia de
la humanidad. Los textos de la Escritura, Moisés y los profetas, “caen en su
sitio”.
Igualmente,
a medida en que dejamos entrar al resucitado en nuestras vidas, todas las
piezas, muchas veces tan contradictorias o, aparentemente, desconectadas, de
este rompecabezas que es nuestro pasado, comienzan a caer en su sitio y formar
una única imagen: la de Jesús que se manifiesta en nuestras vidas, de su
presencia en todos los momentos, incluso los más difíciles y dolorosos, de nuestra vida.
Todo dolor, toda herida es redimida, y encuentra su sentido porque es presencia
de Dios. ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado? (Lucas 24,26).
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