www.panoramacatolico.com |
Ya
pronto la cuaresma va a terminar. Eso no quita que sigamos practicando lo nuevo
que hemos descubierto durante estas semanas, y que sigamos buscando, para
conocer más nuestra realidad. La cuaresma es sólo un tiempo fuerte para revisar
nuestra vida, y para volver a enderezar nuestra relación con Dios. Pero se
espera que sigamos en este camino el resto de nuestra vida. No hay tregua.
Hay
una cuarta cosa de que se lamentaban los moribundos que Bronnie Ware acompañaba;
se trata del tema de la amistad:
Quisiera
haber mantenido el contacto con mis amigos. Muchas
veces no se daban cuenta de la magnitud de los beneficios de antiguos amigos
hasta que llegaban las semanas de su muerte; y no siempre era posible
encontrarlos. Muchos llegaron a estar tan absorbidos por los asuntos de su
propia vida que a lo largo de los años permitían que amistades que valían oro
se les escapaban. Había mucho arrepentimiento muy profundo por no haber
concedido a las amistades el tiempo y el esfuerzo que se merecían. Todos
extrañan sus amigos cuando están muriendo.
Para cualquiera que lleva un estilo de
vida muy activo, es común dejar de lado unas amistades. Pero, cuando tienes que
enfrentarte con tu muerte cercana, los detalles físicos de la vida pierden
valor. La gente quiere poner en orden sus asuntos financieros, si es posible.
Pero no son el dinero o el estatus que es importante para ellos. Quieren poner
las cosas en orden más bien para beneficio de los que aman. Aunque,
normalmente, están demasiado enfermos y débiles como para poder con esta tarea.
Al final, todo se reduce al amor y las relaciones. Eso es todo lo que queda
durante las últimas semanas: amor y relaciones.
(http://www.inspirationandchai.com/Regrets-of-the-Dying.html);
Bronnie
Ware está hablando de amistades verdaderas, buenas, que “valen oro”. Se trata,
por lo tanto, de personas que nos acompañan, si no es físicamente, al menos
espiritualmente – que es lo más importante. Son personas con quienes podemos
compartir valores y sentimientos, personas que nos aceptan como somos, sin que necesariamente
estén de acuerdo con todo lo que hacemos. En último término, en un amigo, una
amiga, nos encontramos con Dios; el Dios que nos llama a la vida, el Dios que
nos invita a superarnos, a aceptar el amor y nos anima a amar.
No
todos los que dicen ser nuestros amigos lo son de verdad. Y para encontrar un
verdadero amigo, es necesario encontrarnos también con Dios. Porque sólo Él nos
puede unir en un mismo sentir. Él es el punto de referencia. De esta manera
podemos ser el uno para el otro de ayuda mutua, porque la meta del camino no es
el amigo, sino Dios.
Por
eso tampoco importa si la amistad es con una persona del mismo sexo o del otro.
Por supuesto, la atracción entre los sexos es un factor importante a tomar en
cuenta; pero no es para temerlo. El miedo es mal consejero y, en el caso de una
amistad, sería un gran impedimento para recibir el don de Dios de una persona
que nos acompaña en nuestro camino hacia Él. Recordemos la escena tan bella
entre San Benito y Santa Escolástica, de la que escribí en otra ocasión en este
blog. Hay muchos ejemplos de amistad de otros Santos, hombres y mujeres. Y no
digamos que esto es posible sólo para santos. ¡No! Mientras nuestro punto de
referencia es Dios, todos podemos recibir y aceptar este don si Él nos lo da. Otra
cosa sería si nuestra búsqueda de Dios fuera sólo un pretexto para estar con
una persona del otro sexo. En este caso, nuestras tendencias inconscientes
funcionarían como un reloj. Tampoco se trata sólo de buscar a alguien que me
acompañe, que me llene un vacío afectivo; también yo soy instrumento de Dios
para el otro. Se me invita a transmitirle el amor de Dios. Así, Dios siempre
está en el centro.
Es
eso lo que nos queda cuando nos toca morir: haber podido ser instrumento de la
gracia de Dios para el otro. En Él nos volveremos a encontrar, y nos daremos
cuenta de que se nos había permitido participar en el gran misterio de su Amor
infinito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario