Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

7.4.12

Dios Te Ama Hasta El Extremo


Texto de su lápida
que Sonia escribió
en un retiro, seis meses
antes de morir.
Jesús nos amó “hasta el extremo” (Juan 13,1). San Pablo escribe: La vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí” (Gálatas 2,20). Hacen ya más de veinte años que se me ocurrió “deletrear” este amor tan grande. Lo hice en forma de una carta de parte de Dios que entregué a Sonia Andreans que, pocos meses más tarde, murió repentinamente en un accidente de tránsito. Por eso, la forma en femenino. Pero, frente a Dios, todos, varones y mujeres, somos “esposas amadas”.
Es una de las maneras en que podemos ver a la Sagrada Escritura: como una carta de amor de parte de Dios a su pueblo, que somos todos nosotros. Además, nos puede ayudar en nuestra Lectio Divina.
Con amor eterno te he amado[1]. Yo he creado tus entrañas; te he tejido en el seno materno. Cuando en lo oculto te ibas formando y entretejiendo en lo profundo de la tierra, mis ojos veían tu embrión, tus días estaban modelados, escritos en mi libro sin faltar uno[2]. Te he creado para mi gloria[3].
Fui yo quien te sacó del vientre, te tenía confiada en los pechos de tu madre; desde el seno pasaste a mis manos, desde el vientre materno yo soy tu Dios[4]. Yo te enseñé a caminar y te llevé en mis brazos. Con correas de amor te atraía, con cuerdas de cariño. Te alzaba a mis mejillas, me inclinaba y te daba de comer[5]. Te sondeo y te conozco. De lejos penetro tus pensamientos. Todas tus sendas me son familiares. Te envuelvo por doquier, te cubro con mi mano[6].
Y ahora, así te digo yo, tu Señor, el que te creó, el que te formó: ¡No temas! Que te he redimido, te he llamado por tu nombre[7]. Tú eres mi hija amada, mi preferida. Eres mía[8]. Nunca te olvidaré. Mira, en las palmas de mis manos te llevo tatuada[9].
Te he llamado de las tinieblas a mi luz maravillosa[10]. No he venido al mundo para condenarte, sino para que te salves por mí. He venido a sanarte de tus enfermedades[11], para buscarte cuando estabas extraviada[12], y salvarte[13]. Aunque tus pecados sean como la púrpura, blanquearán como la nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana[14].
Te he elegido para que seas santa e inmaculada en mi presencia, en el amor. Por mí eres hija de mi Padre, para alabanza de su gracia[15]. Eres templo de mi Espíritu[16], reflejo de mi gloria[17]. No cederé a otro mi gloria[18]. Mi Espíritu te permite dirigirte a Dios con plena confianza, como al Abbá – tu querido Papá. Serás heredera de Dios y coheredera conmigo. El compartir mis sufrimientos será señal de que compartirás también mi gloria[19]. Conságrate por los demás, para que también ellos queden consagrados de verdad[20]. Ya no vivirás para ti misma, sino para mí que morí y resucité por ti[21]. Tu modo de pensar sea el mío[22]. Bajo el Espíritu puedes enjuiciarlo todo, mientras que a ti nadie puede enjuiciarte[23].
Como buena cristiana serás perseguida[24]. El mundo te pedirá señales y saber. Pero tú: predícame a mí, el crucificado, escándalo y locura para el mundo[25]. Te convierto hoy en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el mundo: frente a gobernantes y poderosos, frente a sacerdotes y terratenientes. Lucharán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo para librarte[26]. Cuando el mundo te odie, ten presente que primero me han tenido odio a mí. No es el siervo más que su Señor. Si me han perseguido, también a ti te perseguirán; si han acogido mi mensaje, también acogerán el tuyo[27]. El príncipe de este mundo no podrá contigo[28]. El malo no puede tocarte[29]. Yo estoy contigo, y yo soy más fuerte que el anticristo que está en el mundo[30]. Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha: a ti no te alcanzará[31].
Nada podrá privarte de mi amor: ni dificultades ni angustia, ni persecuciones ni desnudez, ni peligros, ni una muerte violenta[32]. Las penalidades momentáneas y ligeras te producirán una riqueza eterna, una gloria que las sobrepasa sin medida. No te fijes en lo que se ve. Porque lo que se ve es transitorio, pero lo que no se ve es definitivo[33]. Tu mirada sea guidada por la fe, no por la vista[34]. Esta es tu victoria que derrota al mundo: tu fe en que yo, el crucificado, soy Hijo de Dios[35]. Descarga en mí tu angustia, porque me interesa tu bien[36]. Te he llamado, y coopero en todo para tu bien[37]. Aunque te sientas como en el último puesto, como condenada a muerte, dada en espectáculo al mundo entero, aunque te traten como basura del mundo y deshecho de la humanidad[38]: ningún ojo nunca vio ni oído oyó lo que mi Padre ha preparado para ti porque me amas[39].
Tus sufrimientos del tiempo presente no son nada comparados con la gloria que va a revelarse reflejada en ti[40]. Porque cuando yo me manifieste y me veas cómo soy, serás como Yo[41]. Eres ciudadana del cielo[42]. Alégrate, porque allá tu nombre está inscrito[43]: Yo transformaré tu pobre ser reproduciendo en ti el esplendor del mío, con esta energía que me permite incluso someterme el universo[44]. Eres una frágil vasija de barro, pero llevas un tesoro preciosísimo: la luz del conocimiento de la gloria de Dios, encendida en tu corazón[45]. El mismo Espíritu que me resucitó de la muerte, te resucitará también a ti[46].
La lápida de la tumba
de Sonia
Donde estés tú, habrá una humanidad nueva, una mujer nueva, libre[47]. Quiero que, libre de pecado, de muerte y de temor, arrancada de las manos de tus enemigos, me sirvas en santidad y rectitud, en mi presencia, todos los días de tu vida. Vete delante de mí a preparar mis caminos, anunciando a mi pueblo la salvación, el perdón de sus pecados[48].
Y, cuando alcances la victoria, no serás víctima de la muerte segunda. Te concederé comer del Árbol de la Vida. Te daré el Maná Escondido, y una Piedra Blanca que llevará escrito tu Nombre Nuevo que sólo tú sabrás. Te daré autoridad sobre los demás, y te daré el Lucero de la Mañana. Te vestiré de blanco, tendré tu nombre escrito en el Libro de la Vida, y te reconoceré ante mi Padre. Te haré Columna en el Santuario de mi Dios, grabaré en ti el Nombre de mi Dios y mi Nombre Nuevo. Te sentaré en mi Trono, a mi Lado[49].
Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no te retiraré mi lealtad, ni mi alianza de paz vacilará[50]. Te lo digo yo, tu Señor, Quien te ama, Jesús de Nazaret.
Sonia, a quien estaba dirigida esta carta originalmente, respondió a este amor – hasta el extremo. Meses antes de su muerte, en un retiro, participó en un ejercicio: redactar el texto de la lápida de su tumba. En las imágenes vemos lo que escribió, una respuesta al amor de Dios.


[1] Jr 31.3;
[2] Sal 138,13.15-16;
[3] Is 43,7;
[4] Sal 21,10.11;
[5] Os 11,3-4;
[6] Sal 138,1-3.5;
[7] Is 43,1;
[8] Mc 1,11;
[9] Is 49,15-16;
[10] 1P 2,9;
[11] Jn 3,17;
[12] Lc 5,31;
[13] Lc 19,10;
[14] Is 1,18;
[15] Ef 1,4-6;
[16] 2Cor 6,16;
[17] 2Cor 3,18;
[18] Is 48,11;
[19] Rm 8,15-17;
[20] Jn 17,19;
[21] 2Cor 5,15;
[22] 1Cor 2,16;
[23] 1Cor 2.15;
[24] 2Tm 3,12;
[25] 1Cor 1,22-23;
[26] Jr 1,18-19;
[27] Jn 15,18.20;
[28] Jn 14,30;
[29] 1Jn 5,18;
[30] 1Jn 4,4;
[31] Sal 90,7;
[32] Rm 8,35;
[33] 2Cor 4,17-18;
[34] 2Cor 5,7;
[35] 1Jn 5,4-5;
[36] 1P 5,7;
[37] Rm 8,28;
[38] 1Cor 4,9.13;
[39] 1Cor 2,9;
[40] Rm 8,18;
[41] 1Jn 3,2;
[42] Flp 3,20;
[43] Lc 10,20;
[44] Flp 3,21;
[45] 2Cor 4,6.7;
[46] 2Cor 4,14;
[47] 2Cor 5,17;
[48] Lc 1,74-77;
[49] Apc 2-3;
[50] Is 54,10;

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