Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

11.3.21

El camino hacia el amor III


Tenemos muchas formas que nos dificultan aceptar el amor de Dios. Una de ellas es el énfasis excesivo en los mandamientos, el legalismo. Al fin y al cabo, desde pequeños oímos hablar de los 10 mandamientos en el catecismo. Cuando crecemos y nos convertimos en adultos, nos preguntamos quién es el que quiere decirnos lo que tenemos que hacer. Creemos que nosotros mismos tenemos suficiente criterio para saber lo que está bien y lo que está mal. Desgraciadamente, los mandamientos se han utilizado a menudo para causarnos miedo, para hacernos sumisos. Hoy en día, esto se llama "abuso espiritual".

Pero lamentablemente, por la razón que sea, una frase importante ha sido silenciada en esta tradición. Porque antes de que Dios diera sus mandamientos por medio de Moisés, se presenta a sí mismo: Yo soy el Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la casa de la esclavitud (Deuteronomio 5,6). Dice primero quién es, y recuerda a su pueblo que lo había sacado de la esclavitud y lo había llevado a la libertad. Esto promueve la confianza y los motiva a obedecer los mandamientos. Sólo cuando se ha despertado esta confianza siguen los diez mandamientos (Deuteronomio 5:7-21).

Por eso, si queremos abrazar el amor de Dios, sería útil, por ejemplo, que en la oración al final del día, en lugar de limitarnos a hacer un examen de conciencia, repasáramos también el día, para ver dónde en el día de hoy ha hecho Dios algo bueno por nosotros a través de otros, dónde nos ha fortalecido en una dificultad, y que le diéramos las gracias por ello. Esta actitud positiva y de gratitud agudiza nuestra percepción del amor omnipresente de Dios en nuestra vida cotidiana.

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