Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

8.3.21

El camino hacia el amor II (revisado y ampliado)

Otra cosa que nos impide una relación adecuada con Dios es que – como buenos hijos de nuestra cultura occidental – tratamos de entender quién es Dios; tratamos de definirlo. Esto es el error más grande. Ya Dios mismo dijo a Moisés que no nos hiciéramos ninguna imagen de Él. Entonces ¿qué hacemos?


A quí es donde realmente necesitamos un cambio de nuestra manera de pensar. Quiero intentarlo recurriendo a una experiencia que tuvimos todos: el Niño Jesús. Cuando éramos niños, todos nos alegrábamos por los regalos que nos traía el Niño Jesús. Nadie lo había visto jamás. ¡Pero allí estaban los regalos! Estos eran la señal de que alguien nos amaba, nos recordaba, y nos daba algo que nos alegraba, y muchas veces era también algo útil. Lo que contaba para nosotros era la expectativa
, la experiencia de ser amados y, después, la gratitud.

Más tarde, por supuesto, nos dimos cuenta de que “no existe el niño Jesús”. Eran nuestros papás y otra gente buena que ponían los regalos bajo el árbol de navidad. Pero, al pasar los años, nos dimos cuenta de que, sí, hay un Niño Jesús, el Hijo de Dios, hecho hombre por amor a nosotros los hombres. En Él podemos tocar, experimentar, el amor de Dios. Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos... Lo que vimos y oímos se lo anunciamos también a ustedes (1Juan 1,1-3). El amor de Dios es una experiencia; la hacemos con nuestros sentidos, con nuestro cuerpo. Lo experimentamos cuando somos amados por otros. Y, como siempre transmitimos inconscientemente lo que hemos experimentado cuando éramos niños, es de suma importancia que aceptemos el amor en nuestra vida, para poder transmitirlo a los demás. Porque si no, siempre transmitiremos nuestras carencias afectivas y nuestras heridas

¿No será ésta una mejor actitud de relacionarse con Dios? Esperemos confiados lo necesario de su mano. Y seamos agradecidos. Con aquel que no conocemos de vista pero, sí, por experiencia. Lo importante no es saber que, teóricamente, existe un dios. Lo que nos afecta positivamente, lo que nos salva, es que nos relacionemos con este Dios en confianza y gratitud. Entonces entraremos en una relación siempre más profunda con Él, y descubriremos siempre más quiénes somos, y cuál es nuestra misión en esta vida.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario