Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

13.9.15

¡Aléjate de mi vista, Satanás!

Ciertamente son palabras durísimas que usa Jesús para poner a Pedro en su sitio, y para poner las cosas claras también para nosotros. ¿Qué ha motivado esta respuesta tan tajante de Jesús?
Pedro acaba de reconocerlo como el Mesías. Pero todavía lleva en su mente las ideas equivocadas acerca de él: un hombre fuerte que iba a instaurar el Reino de Dios, la salvación, la independencia de los Romanos y otros enemigos. Entonces les ordenó que a nadie hablaran de esto (Marcos 8,30). Y comienza a identificarse con el Hijo de Hombre (Daniel 7,1-28) quien, a diferencia de las fieras que simbolizan la fuerza brutal del hombre que se impone a los demás, es presentado a Dios, y de Él recibe el Reino. Todo es obra de Dios; los planes y proyectos de los hombres fracasan, por más poderosos que parezcan, y por más miedo que infundan.
La verdadera liberación pasa por el sufrimiento, incluso por la muerte. Por eso empezó a explicarles que el Hijo del Hombre tenía que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los letrados, sufrir la muerte y después de tres días resucitar. Les hablaba con franqueza. Es en este momento cuando Pedro quiere enseñarle a Jesús cómo son las cosas: Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo. Mas él se volvió y, viendo a los discípulos, reprendió a Pedro: ¡Aléjate de mi vista, Satanás! Tus pensamientos son los de los hombres, no los de Dios (Marcos 8,31-33).
Éste es el Evangelio de Jesús. No hay otra buena noticia, por más que la gente se ponga a inventar. Es la Buena Noticia que, hoy más que nunca, tenemos que proclamar ¡y vivir! También hoy en día hay sistemas que sacrifican a otros para mantenerse en el poder. La forma extrema son los comandos suicidas que matan y destruyen para que otros disfruten su poder.
Pero no hay que ir tan lejos: también en nuestra Venezuela se producen víctimas para garantizar que los poderosos continúen en el poder. Aparte de las preferencias políticas que uno pueda tener, desde nuestra fe cristiana un cosa está clara: la cruz de Cristo nos enseña que lo único que conduce a la paz, y que, por lo tanto, es profundamente cristiano, es aceptar ser la víctima, y que es anticristiano - de Satanás - hacer víctima a otro, sólo para mantener sus propios privilegios.

Es el  Niño, el Hijo de Dios, quien viene a darnos la paz que viene por el perdón de los pecados:
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque caminarás delante del Señor,
preparándole el camino;

anunciando a su pueblo la salvación
por el perdón de los pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará desde lo alto un amanecer
que ilumina a los que habitan en tinieblas
y en sombras de muerte,
que endereza nuestros pasos
por un camino de paz
(Lucas 1,76-79).
Dios quiere la unión que nos viene de la reconciliación e inclusión de todos. Sólo el anticristo divide y siembra odio.

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