El
místico Angelus Silesius (1624 - 1677) dijo en una ocasión,
aunque Cristo haya nacido mil veces en Belén, si no nace en tu
corazón, habrá nacido en vano. ¿Cómo será esto? Recordemos:
el niño es engendrado en la madre, y crece en su seno, hasta que
nace. Todos llevamos a Dios dentro de nosotros. La Palabra de Dios lo
despierta a la vida, lo hace crecer, hasta que se vean los frutos de
su presencia en nosotros o, como dice San Pablo, hasta que sea Cristo
quien viva en nosotros.
Que
éstas no son sólamente unas "bellas reflexiones" como las
hacemos en Navidad, sino una realidad exigente, nos lo recuerda el
Evangelio de Mateo, cuando Jesús dice en el último juicio, lo que
(no) hicimos a uno de los más pequeños, (no) se lo hemos hecho a
Él. Es decir que Jesús es una realidad presente en nosotros.
También nos dice el Evangelio que somos templos del Espíritu Santo,
es decir: lugar de la presencia de Dios.
Para
que el niño crezca bien y sano en el seno de su madre, lo primero y
más necesario es que ella lo acepte. Eso implica cambios profundos
en su estilo de vida, en sus prioridades, en todo su ser. Esta
aceptación se transmite al niño. Así a nosotros, antes que todo,
se nos pide que aceptemos la presencia de Dios en nosotros, cambiando
nuestra vida. Dios responderá a esta aceptación, manifestándose y
actuando en nosotros. Como una madre habla con el bebé que lleva en
su seno, así nosotros podemos hablar con ese Dios que es invisible
pero que llevamos en nuestro corazón. Igual que una madre que vive
una vida sana y se alimenta bien, nosotros contribuimos al
crecimiento de Cristo en nosotros, si vivimos en una relación con
Dios y nos alimentamos con su Palabra.
Es el
pecado, son los malos hábitos, el olvido y la despreocupación, los
que no dejan crecer a Jesús en nosotros, los que impiden que se
manifieste. Y en el momento menos pensado, lo que damos a luz es un
monstruo, el monstruo de nuestro egoísmo en todas sus facetas. Pero
ésta no es nuestra vocación. Al contrario: como una madre vive para
su hijo, así nosotros estamos invitados a reorientar toda nuestra
vida en función de la presencia y manifestación de Dios en
nosotros. Entonces podremos celebrar la Navidad porque será Navidad
en nosotros, en nuestro ambiente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario