Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

19.12.14

¡No Abortemos a Jesús!


El místico Angelus Silesius (1624 - 1677) dijo en una ocasión, aunque Cristo haya nacido mil veces en Belén, si no nace en tu corazón, habrá nacido en vano. ¿Cómo será esto? Recordemos: el niño es engendrado en la madre, y crece en su seno, hasta que nace. Todos llevamos a Dios dentro de nosotros. La Palabra de Dios lo despierta a la vida, lo hace crecer, hasta que se vean los frutos de su presencia en nosotros o, como dice San Pablo, hasta que sea Cristo quien viva en nosotros.
Que éstas no son sólamente unas "bellas reflexiones" como las hacemos en Navidad, sino una realidad exigente, nos lo recuerda el Evangelio de Mateo, cuando Jesús dice en el último juicio, lo que (no) hicimos a uno de los más pequeños, (no) se lo hemos hecho a Él. Es decir que Jesús es una realidad presente en nosotros. También nos dice el Evangelio que somos templos del Espíritu Santo, es decir: lugar de la presencia de Dios.
Para que el niño crezca bien y sano en el seno de su madre, lo primero y más necesario es que ella lo acepte. Eso implica cambios profundos en su estilo de vida, en sus prioridades, en todo su ser. Esta aceptación se transmite al niño. Así a nosotros, antes que todo, se nos pide que aceptemos la presencia de Dios en nosotros, cambiando nuestra vida. Dios responderá a esta aceptación, manifestándose y actuando en nosotros. Como una madre habla con el bebé que lleva en su seno, así nosotros podemos hablar con ese Dios que es invisible pero que llevamos en nuestro corazón. Igual que una madre que vive una vida sana y se alimenta bien, nosotros contribuimos al crecimiento de Cristo en nosotros, si vivimos en una relación con Dios y nos alimentamos con su Palabra.
Es el pecado, son los malos hábitos, el olvido y la despreocupación, los que no dejan crecer a Jesús en nosotros, los que impiden que se manifieste. Y en el momento menos pensado, lo que damos a luz es un monstruo, el monstruo de nuestro egoísmo en todas sus facetas. Pero ésta no es nuestra vocación. Al contrario: como una madre vive para su hijo, así nosotros estamos invitados a reorientar toda nuestra vida en función de la presencia y manifestación de Dios en nosotros. Entonces podremos celebrar la Navidad porque será Navidad en nosotros, en nuestro ambiente.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario