Con
ocasión de la solemnidad de María, Madre de Dios, que celebramos el
primer de enero, quisiera compartir con Uds. una breve reflexión.
En
verdad, nunca había visto una imagen que representara de manera tan
clara el hecho de que Dios se hizo hombre, se encarnó. Como dice San
Pablo: Dios
envió a su Hijo,
nacido de mujer
(Gálatas 4,4). Aquí no hay nada esotérico ni milagroso. El único
milagro es que Dios asumió nuestra naturaleza humana - por
iniciativa de Dios, en una virgen - y el resto fue la llegada al
mundo como todos nosotros, nacidos de una mujer.
Hace
poco encontré un breve artículo que medita sobre este hecho,
sacando consecuencias importantes para todos nosotros. Como
estoy totalmente de acuerdo con estas
palabras, y no podría decirlo mejor, les
ofrezco en una
traducción
lo que ya había compartido hace poco en Facebook. Christofer
West escribe en "Christmas and the Glory of the Female Body"
(La
Navidad y la Gloria del Cuerpo Femenino):
En
medio de un mundo que continuamente pornifica y profana el cuerpo
femenino, es poderosamente sanador y redentor el reconocer que la
navidad celebra la gloria definitiva del cuerpo de una mujer.
María
nos revela cuál es esta gloria definitiva: Dios llega a nosotros
a través del cuerpo de una mujer!
Reconocer
el cuerpo de la mujer como el "portal" por el cual la
Eternidad entra en el tiempo, por el cual el Infinito entra en lo
finito para que podamos ser llevados a la Eternidad, al Infinito...
reconocer esto es ser llenado de fascinación y maravilla por el
misterio de la mujer. Es ser llenado de la "fascinación
espiritualmente madura" de la cual habló el Santo Papa Juan
Pablo II en su Teología del Cuerpo. Es una fascinación santa que
endereza la fascinación distorsionada que prevalece tanto en nuestro
mundo de hoy.
San
Juan Pablo II nos dice que la "madurez espiritual de esta
fascinación no es otra cosa que el fruto nacido del don del
temor (reverencia), uno de los siete dones del Espíritu Santo"
(Teología del Cuerpo 117b:4). Permitirle al Espíritu Santo que nos
llene con este don significa ser llenado con la maravilla de la
Iglesia que, como dice San Juan Pablo II, "a lo largo de los
siglos honra y alaba 'el vientre que te llevó y los pechos que te
amamantaron' (Lucas 11,27). Estas palabras," afirma Juan Pablo,
"son el elogio de la maternidad, de la feminidad, del cuerpo
femenino en su expresión típica de amor creativo" (Teología
del Cuerpo 21:5).
Por
el misterio de la Navidad, Dios asume la carne para redimir nuestra
carne. ¿Cómo podemos permitirle a la Celebración de la Navidad que
redima nuestra visión del cuerpo humano?
Ya escribí hace poco sobre esta pregunta, dando apenas unos impulsos que invitan a
seguir meditando sobre el asunto.
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