Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

10.4.13

Líbranos del Mal I













Líbranos del mal (Mateo 6,13); así rezamos en la última petición del Padre Nuestro. Solos no podemos liberarnos del mal; solo Cristo lo puede. En la Pascua de Resurrección celebramos la victoria de Cristo sobre el mal.
A lo largo de la biblia, esta fuerza del mal tiene diferentes nombres. Ninguno de ellos quiere ser una definición; más bien refleja una experiencia, una faceta determinada de cómo el mal se hace presente en nuestra vida y cómo nos puede afectar.
Ya en las primeras páginas de la escritura el maligno se presenta en forma de serpiente. Es un animal que nos intriga y nos infunde, si no miedo, al menos respeto. En sicología es el símbolo de una amplia gama de significados. Aquí quiero atenerme sólo a un aspecto: la serpiente es un animal rastrero. No ve mucho “más allá de sus narices” (véase la foto a la izquierda). Es el tentador que nos lleva a satisfacer nuestros impulsos inmediatos, sin pensar en las consecuencias. No quiere que miremos más allá del mundo pequeño e inmediato que nos rodea. Ésta es la fuerza del populismo: darle a la gente lo inmediato, mantenerlos contentos. Panem et circenses decían los antiguos romanos, comida y espectáculos: que coman lo suficiente para no morir, y que se diviertan todo el tiempo para que no lleguen a pensar.
El antídoto es la vista panorámica, el conjunto (imagen derecha), que nos permite ver todo en su contexto. Es la visión panorámica del ave; y la paloma que simboliza al Espíritu Santo es un ave. El Espíritu Santo nos capacita para ver más allá de lo inmediato, para aceptar un sufrimiento temporal y, así, disfrutar más tarde una gloria y recompensa mucho mayor. Nos permite ver el origen de una situación, y también las consecuencias, según la decisión que tomemos.
La visión limitada que nos presenta el tentador tiene que ver también con otra faceta del maligno: el diablo. Esta palabra viene del griego “diábolos”, el que crea un caos, el que confunde, el que “vende gato por liebre”. Sabemos por experiencia que, cuando estamos confundidos nos aferramos a cualquier información o sugerencia que, aparentemente, nos saca del apuro, prometiéndonos seguridad. Así le pasó a la mujer en el paraíso: Dios había dicho que podían comer de todos los árboles, menos del árbol en medio del jardín. Pero la serpiente le preguntó si era verdad que no podían comer de ningún árbol. Eva quedó confundida, y corrigió a la serpiente. Con esto, ya estaba enganchada en la conversación, y siguió la confusión, hasta el desenlace fatal.
En la vigilia pascual se lee el primer capítulo del libro de Génesis: la creación. Dios creó cielo y tierra, y la tierra era un caos. Entonces, por amor, Dios “organizó” su creación en seis días. Y vio que “era bueno, muy bueno”. La organización es signo de amor porque nos permite ubicarnos y orientarnos, todo lo contrario a lo que busca el diablo
¿Cómo podemos defendernos de semejante ataque? Primero, al maligno no se le contesta, no merece que le hablemos. No puede haber diálogo con él. Porque él sabe lo que quiere, persigue su fin, y no va a ceder. Pero nosotros tampoco tenemos por qué ceder. Entre Dios y el diablo no puede haber diálogo. Sólo puede haber diálogo cuando hay alguna base común; ésta, para nosotros, los cristianos, es nuestra fe, nuestra relación de confianza con Dios. Ésta no es negociable. Y no nos olvidemos: el diablo es el padre de la mentira; puede decirnos mentiras, verdades o medias verdades; todo eso para mantenernos bien confundidos.

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