Foto: Associated Press
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Encontré la última entrevista con el Cardenal Martini. El texto habla por sí mismo. La copio del sitio:
El pasado 31 de agosto falleció el cardenal Carlo
Maria Martini, ex arzobispo de Milán que a punto estuvo de ser elegido papa en
lugar de Joseph Ratzinger. Martini fue un referente para el catolicismo
progresista y un hombre empeñado en el diálogo con la cultura y el laicismo,
como se pudo leer en su libro En qué creen los que no creen, escrito
conjuntamente con Umberto Eco. Al día siguiente del fallecimiento, el
diario milanés Il Corriere de la Sera –en el que colaboraba habitualmente– ha
publicado una última entrevista hasta ahora inédita centrada principalmente en
la institución eclesial. La entrevista la realizaron el 8 de agosto el padre
Georg Sporschill, un jesuita como él, que lo entrevistó en Conversaciones
nocturnas en Jerusalén, y Federica Radice. Presentan como “una especie
de testamento espiritual” este texto que fue leído y aprobado por el cardenal
Martini. Este es el texto de la entrevista (Via Catalunya
Religió).
¿Cómo ve la situación de la Iglesia?
-La Iglesia está cansada, en la Europa del
bienestar y en América. Nuestra cultura se ha envejecido, nuestras Iglesias son
grandes, nuestras casas religiosas están vacías y el aparato burocrático de la
Iglesia crece, nuestros ritos y nuestros vestidos son pomposos. Sin embargo,
¿todo ello expresa lo que nosotros somos hoy? (…) El bienestar pesa. Nosotros
nos encontramos aquí como el joven rico que se volvió triste cuando Jesús le
llamó para convertirlo en su discípulo. Ya lo sé, no lo podemos dejar todo con
facilidad. Pero, al menos, podremos buscar hombres que sean libres y más cercanos
al prójimo, como lo han sido el obispo Romero y los mártires jesuitas de El
Salvador. ¿Dónde están los héroes que nos inspiren? De ningún modo nos hemos
de limitar con los vínculos de la institución.
¿Quién puede ayudar a la Iglesia hoy?
-El padre Karl Rahner usaba a menudo la imagen de
las brasas que se esconden bajo la ceniza. Veo en la Iglesia de hoy tanta
ceniza sobre las brasas que a menudo me invade una sensación de impotencia.
¿Cómo se puede liberar la brasa de la ceniza para que pueda reavivar la llama
del amor? Ante todo tenemos que buscar esa brasa. ¿Dónde están las personas
individuales llenas de generosidad como el buen samaritano? ¿Las que tienen fe
como el centurión romano? ¿Las que son entusiastas como Juan Bautista? ¿Las que
se atreven con la novedad como Pablo? ¿Las que son fieles como María Magdalena?
Yo aconsejo al Papa y a los Obispos que busquen doce personas fuera de lo común
para los puestos de dirección. Hombres que estén cerca de los pobres y quienes
estén rodeados de jóvenes y que experimenten cosas nuevas. Necesitamos
confrontarnos con hombres que queman para que el espíritu se pueda difundir por
todas partes.
-Qué instrumentos recomienda contra el cansancio de
la Iglesia?
-Yo recomiendo tres muy fuertes. El primero es la
conversión: la Iglesia debe reconocer sus errores y tienen que seguir un camino
radical de cambio, empezando por el Papa y los obispos. Los escándalos de
pedofilia nos empujan a emprender un camino de conversión. Las preguntas sobre
la sexualidad y todos los temas relacionados con el cuerpo son un ejemplo. Son
importantes para todos y, a veces quizás son incluso demasiado importantes.
Cabe preguntarse si la gente escucha todavía los consejos de la Iglesia en
materia sexual. En este campo, ¿la Iglesia es todavía una autoridad de
referencia o sólo una caricatura en los medios?
La segunda es la Palabra de Dios. El Concilio
Vaticano ha restituido la Biblia a los católicos. (…) Sólo la persona que
percibe en su corazón esta palabra puede ser parte de quienes ayudarán a la
renovación de la Iglesia y sabrán responder a las preguntas personales con una
opción correcta. La Palabra de Dios es simple y busca como compañero un corazón
que escuche (…). Ni los clérigos ni el Derecho eclesial podrán sustituir la
interioridad del hombre. Todas las reglas externas, las leyes, los dogmas, nos
han sido dados para aclarar la voz interior y para el discernimiento de los
espíritus.
¿Para quienes son los sacramentos? Estos son el
tercer instrumento de sanación. Los sacramentos no son un instrumento para la
disciplina, sino una ayuda para los hombres en los momentos del camino y en las
debilidades de la vida. ¿Llevamos los sacramentos a los hombres que necesitan
una nueva fuerza? Yo pienso en todos los divorciados y en las parejas vueltas a
casar, en las familias ampliadas. Todos estos necesitan una protección especial.
La Iglesia defiende la indisolubilidad del matrimonio. Es una gracia cuando un
matrimonio y una familia pueden tener éxito (…).
La actitud que tomamos hacia las familias ampliadas
determinará el acercamiento a la Iglesia de la generación de los hijos. Una
mujer ha sido abandonada por su marido y encuentra una nueva pareja que cuida
de ella y de sus tres hijos. El segundo amor funciona. Si esta familia es
objeto de discriminación, se la está echando fuera, no sólo la madre sino
también sus hijos. Si los padres se sienten fuera de la Iglesia o no sienten su
apoyo, la Iglesia perderá la futura generación. Antes de la Comunión rogamos:
“Señor, yo no soy digno…” Sabemos que no somos dignos (…). El amor es gracia.
El amor es un regalo. La cuestión de si los divorciados pueden recibir la
Comunión debería ser replanteada. ¿Cómo puede la Iglesia llegar a ayudar con la
fuerza de los sacramentos el que tiene situaciones familiares complejas?
¿Qué hace usted personalmente?
-La Iglesia ha quedado 200 años atrás. ¿Cómo puede
ser que no se mueva? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de coraje? Sin embargo, la
fe es el fundamento de la Iglesia. La fe, la confianza y el coraje. Yo soy
viejo y enfermo y dependo de la ayuda de los demás. Las personas buenas a mi
alrededor me hace sentir el amor. Este amor es más fuerte que el sentimiento de
desconfianza que tan a menudo percibo en las confrontaciones de la Iglesia en
Europa. Sólo el amor vence el cansancio. Dios es amor. Todavía tengo una
pregunta para ti: ¿qué puedes hacer tú por la Iglesia?
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