Cuando yo era pequeño, se hablaba mucho
de “defender la fe”. Hoy en día, ya no veo la conveniencia de tal enfoque. Me
explico: Si defendemos “la fe”, nos referimos a un sistema de creencias que,
supuestamente, nos da alguna seguridad. Por supuesto, si es así, tenemos la
necesidad de defender “lo nuestro”, nuestros intereses. Y con eso podemos
encaminarnos incluso a una guerra religiosa – no sería la primera vez.
Pero Jesús no nos pidió que
defendiéramos nuestra fe, sino que fuéramos sus testigos. Porque, en la fe, no
se trata de un sistema de creencias que satisfaga mis intereses personales, sino
que se trata de una relación personal; y ésta simplemente se vive, se es fiel
al otro. Por eso somos testigos de lo que el Otro, Dios, ha hecho, y sigue
haciendo, por nosotros. Este testimonio puede costar incluso la vida, la vida
del testigo, no del otro que tiene otros pareceres, contrarios al testigo.
Testigo, en griego antiguo, significa
“mártir”. Es el testimonio de que Dios es fiel en su amor a nosotros incluso
más allá de la muerte. Por eso hay una diferencia abismal entre el mártir
cristiano y el mal llamado “mártir” terrorista, que no muere para dar vida,
sino para arrastrar consigo a otros hacia la muerte y la destrucción.
Entre “defender” y “ser testigo”, por
lo tanto, hay una gran diferencia. El defensor tiene la tendencia de ponerse violento
cuando se da cuenta de que está perdiendo lo que le es precioso. El testigo
pone su vida y sus intereses en las manos de Dios quien, al fin y al cabo, es
el que da la vida.
En este contexto habrá que ver
también otro rasgo de los Santos: ellos no son perfectos; son santos. La
perfección es normalmente el intento del hombre de quedar bien delante de
Dios y el mundo, con la trágica
consecuencia de que puede llevar al orgullo. Mientras que la santidad es obra
de Dios. Él llama al hombre, y éste responde y colabora. Así se muestra la
grandeza de Dios que, en medio de nuestras deficiencias, muestra las maravillas
de su obra.
Muchas veces, los santos son una
respuesta a una tendencia inconsciente, una mentalidad, que rige en una región
o época determinadas, y que nos desvía de Dios.
Es por eso que los santos nos
estimulan con su ejemplo, no necesariamente a hacer lo que ellos han hecho,
sino a responder al llamado de Dios en medio de nuestra época que nos toca
vivir.
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