Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

28.11.10

Adviento

Hoy hemos entrado en la temporada del Adviento, un tiempo que muchas veces se pierde de vista por los preparativos estresantes de la Navidad o, como dice hoy en día un paganismo moderno, “las fiestas decembrinas”, para bloquear de nuestra consciencia toda connotación cristiana.
Sin embargo, es precisamente el Adviento el que quiere dirigir nuestra mirada, y nuestro corazón, a la futura venida del Hijo del Hombre. Y las palabras que se repiten una y otra vez en las lecturas y en la liturgia son, “miren”, “estén alerta”, “despiértense”, y otras más. El evangelio de hoy (Mateo 24,37-44) nos habla de la vuelta del Hijo del Hombre, en el tiempo cuando menos se espera, como un ladrón en la noche. Y será percibido como una catástrofe, como cuando el diluvio. Nosotros sabemos lo que es un terremoto, un tsunami, un deslave en las zonas montañosas. Jesús no habla de castigo, simplemente de lo que será, pero que desmantela definitivamente nuestros apegos egoístas, para dejarnos con “lo único necesario”, Él mismo. Es un tiempo largo de espera.
Podemos compararlo con un embarazo. El “ya” y el “todavía no”; ya el niño vive porque ha sido concebido; pero todavía no se le ve. Sólo se siente que está en camino. La madre se prepara, cambia quizá su dieta, no toma más medicinas, para no hacer daño al niño. Se compra la ropita, la cuna, y muchas cosas más. Desde hace unos años para acá, en Venezuela se celebra un “baby shower” (¡qué palabra tan criolla!), para expresar la alegría por la venida del niño. Todo gira alrededor de su llegada. Ahora bien, algunos animales tienen un tiempo corto de preñez, unas semanas; en la especie humana, el embarazo es de nueve meses. Y ¿los elefantes? En África hay un dicho que reza que la elefanta está preñada 21 largos meses; pero, cuando pare, ¡es nada menos que un elefante! Cuanto más grande es lo que esperamos, tanto más larga la espera. El “embarazo” del Adviento ya dura dos mil años. ¡Qué maravilla nos estará esperando!
El que vendrá es el Hijo del Hombre, una imagen tomada de una visión del profeta Daniel (Daniel 7,13-14). Según el contexto, los monstruos que salen del abismo, reflejan nuestra naturaleza caída, el inconsciente regido por el pecado. El Hijo del Hombre viene entre las nubes del cielo, es un don de Dios, y tiene acceso de confianza a Dios.
En medio de nuestra vida llena de egoísmo se anuncia la llegada del que es plenamente humano del que tiene acceso a Dios. Por eso Jesús nos advierte que no nos dejemos llevar por nuestros instintos, que no vivamos al día, con la mente embotada, porque lo que viene es el Reinado de Dios: amor, perdón, paz, unión, sin exclusiones de nadie. El tiempo de Adviento nos invita a sintonizar con esta realidad, a comenzar a vivirla, es el tiempo de una alegre esperanza. Entonces, como dice Lucas en su Evangelio (Lucas 21,28): “cuando vean esto, levanten la cabeza porque se acerca su liberación”. Porque, ¡por fin!, seremos plenamente humanos.

1 comentario:

  1. Me gusta la imagen que ha utilizado Padre Beda, sobre el Mesías que vendrá, "Qué maravilla nos estará esperando", la espera ha sido larga pero solo ocupamos fracciones de ella en la linea del tiempo, espero estar lista, con un corazón arrepentido y con la lámpara encendida, de fuego de amor.

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