Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

24.9.13

Nuestra Vocación

Cuando hablamos de “Vocación”, nos referimos normalmente a la vocación sacerdotal o religiosa. Sin embargo, conviene aplicar la palabra a todos los bautizados. Porque todos estamos llamados a vivir como reconciliados con Dios, y a proclamar esta reconciliación a los demás, según los diferentes carismas que Dios nos concede. Los esposos se aman en el nombre de Dios: demuestran que, amándose exclusivamente, sin que terceras personas tengan acceso a esta relación, que Dios nos ama como si fuéramos el único ser en el universo. El uno demuestra al otro con su fidelidad (“hasta que la muerte los separe”) que Dios es siempre fiel, que nunca, pero NUNCA, nos falla. La madre es la primera que inspira confianza a su hijo; es la primera que le habla del Dios que nos ama hasta el extremo, y lo ama en nombre de Él. El padre es el que, dentro de una relación de confianza, invita a su hijo a buscar nuevos horizontes, a ir más allá de los límites, a intentar cosas nuevas. De esta manera, la familia realmente es un templo – lugar de la presencia – de Dios.
Esto suena muy ideal. Pero en la relación con Dios, lo ideal se vive en las circunstancias concretas de nuestras deficiencias. Fijémonos en la elección de los apóstoles: Por aquel tiempo subió a una montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a los discípulos, eligió entre ellos a doce y los llamó apóstoles: Simón, a quien llamó Pedro; Andrés, su hermano; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago hijo de Alfeo y Simón el rebelde; Judas hijo de Santiago y Judas Iscariote, el traidor (Lucas 6,12-16). Según nuestros criterios humanos, no son gente apta para enfrentarse a todo un mundo con un mensaje que fue rechazado categóricamente con la crucifixión de Jesús. En estos momentos decisivos de su maestro, ellos se desempeñaron de una manera muy pobre.
Pero Jesús no los escogió según criterios humanos. Antes, había pasado toda la noche en oración. Los escogió con la mirada de Dios. En este contexto se aplica lo que leí hace poco: Dios no escoge a los capacitados sino que capacita a los escogidos. Es Dios quien quiere manifestar su poder en nuestra debilidad. Para que conste que es Él quien actúa (No hubo dioses extraños con Él. Deuteronomio 32,12). Y que toda la gloria sea de Él. Es importante recordar que esta capacitación no se impone, depende también de nuestra aceptación de ella. Judas Iscariote no la aceptó, y tuvo que ser reemplazado por Matías.
¿En qué consiste, entonces, nuestra capacitación? Se me ocurren dos maneras: una desde fuera, otra desde dentro del hombre. Desde fuera: Jesús vino a amarnos, a buscar a los perdidos y olvidados, a dar dignidad a los despreciados, a perdonar a los que se sentían condenados. Vino a perdonar, a reunirnos, a anunciar la Buena Noticia de que somos hijos amados de Dios, y que Dios es nuestro Padre. Con su muerte en la cruz demostró cuánto nos ama: ¡hasta el extremo! Al llamarnos a nuestra misión en la vida – cualquiera que sea – nos da a entender que confía en nosotros, que cuenta con nosotros. Podemos decir con San Pedro: humanamente, aquí no hay nada que pescar; pero por tu palabra echaré las redes.
La otra forma de capacitación es la que Dios obra desde dentro de nosotros: nos da su mismo Espíritu. Con Él nos experimentamos como fundados sobre roca segura. Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros? (Romanos 8,31). Eso nos da aplomo, valentía y fortaleza. Lo que llama la biblia “autoridad interior”; la palabra griega en el Nuevo Testamento es “exousía”: lo que procede de mi esencia, desde el fondo de mi ser. Y sabemos que en el fondo de nuestro ser está Dios o, mejor dicho: Él ES el fondo de nuestro ser. Nuestra capacidad es lo que proviene de Dios.
Por eso es tan importante mantenerse en relación con este fondo, con Dios en nosotros. Es la oración. Porque si vivimos fuera de nosotros mismos, dispersos, no podemos escuchar a Dios. Se exige nuestro silencio. Cuanto más amamos el silencio, con tanta más autoridad podemos hablar.

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