Imagen de internet |
Sí,
vivimos en la presencia de Dios, nos guste o no, estemos conscientes de ello o
no. Y allí está es detalle: normalmente no estamos conscientes de ello porque
vivimos ensimismados en nuestro mundo de deseos y problemas personales.
¿Qué
podemos hacer para estar conscientes de la presencia de Dios, para hacernos
presentes a su Presencia? San Pablo nos da un consejo: Oren sin cesar (1 Tesalonicenses 5,17). ¿Cómo es posible hacer
esto, si tenemos que estar pendientes de tantas cosas a lo largo del día? Esta
pregunta sería legítima si nuestra oración fuera una actividad entre otras muchas.
Pero, si entendemos bien lo que es orar, no es así. Nuestra oración – o la
falta de ella – es la base de todo lo que hacemos. Es crear como una mentalidad
o un presupuesto que influye espontáneamente en todas nuestras acciones.
Quisiera
comparar esto con una mujer que va de compras: mientras ella es soltera y sin
compromiso, va al supermercado y compra lo que le gusta. Cuando se casa, sigue
yendo a comprar. Pero ya no piensa sólo en sí; ahora también el esposo, aunque
esté muy lejos en su trabajo, está presente en su corazón. Ya no compra sólo lo
que le gusta a ella; piensa en lo que le gusta al esposo, en lo que no le gusta
– para no comprarlo –, o en un detalle que está en oferta.
Así,
aunque tengamos que poner mucha atención en lo que estemos haciendo, podemos
hacerlo de manera solitaria, pensando sólo en nosotros mismos, o conscientes de
la presencia de Dios – y en tal caso, nuestra acción será diferente, y agradable
a Él.
¿Cómo
llegamos a esta consciencia? Hay varias maneras que, al final, siempre se reducen
a lo mismo: períodos de oración intensiva y en silencio. Una de estas formas de
orar es la oración centrante. La practicamos dos veces al día por 20 minutos a
la vez, por la mañana y por la tarde. Uno de los frutos de esta oración es que
crece nuestra consciencia de la presencia de Dios, igual que la mujer que va de
compras tiene su esposo presente, aunque él esté lejos, porque se reserva
tiempos intensivos para hablar y comunicarse con él. Esta práctica, aunque es
muy sencilla, no es fácil. Somos muy dispersos. Pero la fidelidad a
la práctica nos irá formando, y transformando nuestra consciencia. Hasta que se
nos haga más espontáneo agradar a Dios.
Estimado P. Beda. Tengo unas preguntas sobre la Oración Centrante. A continuación se las planteo.
ResponderBorrarUna persona que haya leído diversos textos sobre esta manera de hacer oración y la practique (según lo que entendió), y además haya consultado el material que hay sobre ella en:
http://www.extensioncontemplativainternacional.org/Extension_Contemplativa_Internacional/Inicio.html
Entonces, ¿se podría afirmar que esa persona tiene posibilidades de practicar bien la Oración Centrante, o necesita participar en algún curso con algún tutor?
La pregunta se la hago, porque hay lugares en donde este tipo de oración es desconocido, y donde existen muchas personas que necesitan (aunque lo ignoren) esta manera tan profunda de acercarse a Dios.
Y como para muchos es difícil salir de su ciudad, entonces la realidad es que prácticamente la única alternativa de conocer ese tipo de acercamiento al Señor es a través de lo que se pueda conseguir por Internet. Pero, ¿esa alternativa es suficiente, o falta algo?
Apreciado Miguel,
BorrarTu pregunta es interesante e importante. Diría que se puede practicar esta oración solo, si no hay otra posibilidad. Lo ideal es que uno pueda participar en un retiro introductorio, porque es más seguro. Te contestaré los detalles en tu correo personal.
Ok, P. Beda. Muchas gracias.
Borrar