Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

2.11.12

Una Visión Diferente de la Muerte



Carta de Camille
Ayer publiqué una reseña sobre la muerte de Camille Homolle, una joven de 25 años, y cómo se preparó para ella. Hoy les dejo la carta de despedida que ella esribió pocos meses antes de morir, y que dejó a su director espiritual para que la entregara a su familia después de su muerte. El texto es un testimonio de fe y de crecimiento interior que nos puede dar fuerza en los trances más difíciles de la vida.
El texto no necesita comentario; habla por sí mismo.


  Carta de Camille


"Mi querida familia y amigos queridos,
Al escribirles esta carta, estoy llena de paz y alegría.
Para comenzar, quiero agradecer, en primer lugar a mi familia, luego a mis amigos. Les agradezco que me hayan elevado a lo más alto en el amor y que me hayan guiado a lo largo de toda mi vida, a fin de poder vivir plenamente la palabra de Cristo.
He vivido una vida maravillosa. Insisto mucho en este punto porque incluso estos dos últimos años he estado colmada de felicidad. De hecho, aunque eran difíciles, me han permitido descubrir dónde está la verdadera alegría: la alegría de la fe incluso en contrariedades. ¡Qué cosas tan hermosas encierran situaciones que a primera vista parecen terribles!
¡Nunca podría darles gracias suficientes por su apoyo, comprensión y sobre todo sus oraciones! Este amor que he recibido continuamente me dio la fuerza para no hundirme en la depresión y para buscar la meta del trayecto de mi vida. ¡Creo que la he encontrado y de ella saco mi alegría!
De cara al amor de Dios, la humildad, confianza y abandono es una tarea de cada instante. Nos puede dar miedo, pero si nos dejamos fortalecer por el amor de Jesús y de María, nuestros temores se calman. Hay que tomarse el tiempo para abrir completamente el corazón de uno y entregarse totalmente en los brazos de María, confiándole nuestras vidas.
Vivir en el amor de Dios no es fácil: ¡requiere perseverancia para desbaratar las tentaciones del maligno! Somos pecadores y Dios nos ama a pesar de ser nosotros  pecadores. Es necesario hacer un acto de humildad y exponerse al amor infinito de Dios. A veces da miedo exponerse a este amor infinito, siendo nosotros tan pequeños, tan indignos de su amor. Pero él nos ama, somos sus hijos; por lo tanto, tengamos la humildad de confesar, pedir perdón, escucharlo y poner nuestra confianza en él. ¡Tengamos la humildad para aceptar que somos pescadores, que tenemos dudas, que ciertas cosas sobrepasan nuestro entendimiento, pero que eso no quiere decir que Dios no existe o que se ha olvidado de nosotros!
Nuestros parientes en el cielo quieren definitivamente nuestra felicidad; basta con entregarse por completo a su voluntad, con dejarse tomar por la mano y dejarse guiar a nuestro destino que sólo puede traernos alegría y paz.
Este acto de sumisión no es fácil en la vida cotidiana, pero con la voluntad de dejar a Jesús en nuestros corazones y el uso de los sacramentos, ¡todo es posible! Esto nos permite entonces contemplar el amor infinito de Dios.
El duelo es un tiempo de sufrimiento y soledad, una vida terrena terrible. Pero cuando uno se abandona al amor de Dios, nos damos cuenta de que los muertos están siempre allí y que nos guían. Son angelitos que nos cargan, nos sostienen, nos aman, y es importante dejarles un lugar en nuestros corazones. ¡Estos angelitos son felices, la dicha misma!
El duelo está hecho por y para los que se quedan. Hace que aprendamos a vivir con nuestros muertos y a darles un lugar para que puedan guiarnos.
Se  aprende poco a poco otro tipo de relación con los que se fueron, ¡una relación mucho más hermosa y edificante! Esta vida terrena puede ser llenada por el amor infinito de Dios y de los difuntos en el Cielo. Ante el anuncio de un luto es humano pasar por una fase de infinita tristeza, vacío y aún ira. Pero es importante que esta fase no dure demasiado tiempo, para evitar que se endurezcan nuestros corazones. ¡Repítanse a sí mismos que somos felices!
¡Y uno siempre está ahí!
La vida terrenal sólo dura poco tiempo, y debemos prepararnos para la vida eterna. Por medio de nuestras oraciones y acciones, ¡nos preparamos para este feliz encuentro! Algunos se van más temprano que otros, pero estos pocos años ¡no son nada en comparación con la eternidad del amor que nos espera! Sobre todo, no duden en pedir la ayuda de sacerdotes, de los sacramentos, de personas guiadas por la fe y llenas del Espíritu Santo.
No se encierren en su dolor, y permitan alimentarse con los lazos de amor, de amistad y de familia que están a su alrededor. De estos lazos podrán sacar la fuerza para pasar por su duelo.
Tengan confianza, entréguense totalmente en los brazos de María para entrar en la esperanza de Salvación.
Mis oraciones los acompañan y acompañarán siempre."

Camille Homolle, 15 de marzo 2012

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