Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

19.1.11

Astrología y Fe (II)

La mayoría de nosotros vive en poblados y ciudades donde la iluminación artificial no permite apreciar las estrellas. El hombre moderno ya no sabe lo sobrecogedor que puede ser el firmamento en una noche sin luna y sin nubes.
He leído – no recuerdo dónde – que los beduinos, para atravesar el desierto, prefieren caminar por la noche. Eso les permite orientarse por las estrellas. Antiguamente, los marineros hacían lo mismo. En el hemisferio norte tenemos la estrella polar que indica dónde está el norte. Recuerdo que en la escuela primaria nos enseñaron cómo orientarnos por esta estrella si un día nos perdiéramos en el campo. Por supuesto, uno no va a la estrella, pero se orienta por ella. De esta manera, la gente estaba familiarizada con las estrellas. Y cualquier fenómeno extraño tenía que llamar su atención.
Para los antiguos - y también para los de hoy que saben ver más allá de la su-perficie – las diferentes constelaciones y movimientos celestes tenían un significado más profundo. De allí, que guiaban también sus vidas por las estrellas.
En el evangelio de San Mateo (Mateo 2,1-12) hay un relato muy bello que nos describe un poco este proceso.
Unos "magos" llegan a Jerusalén, para ver al recién nacido Rey de los Judíos. "Magos": así llamaban en oriente a los que tenían conocimientos secretos o sabían interpretar diferentes fenómenos. Según el contexto, los podemos llamar astrólogos, porque habían interpretado un fenómeno en las estrellas.
No sabemos cuál fue este fenómeno. Pero por los años del nacimiento de Jesús hubo una conjunción triple de Júpiter y Saturno, es decir, que los dos planetas más grandes de nuestro sistema solar se vieron juntos, como si fuera una sola estrella muy luminosa. Por la retrogradación, o sea, el aparente regreso, y su vuelta al camino directo, se juntaron tres veces en un lapso de pocos meses. Esto ocurrió en la constelación de piscis, que los orientales relacionaban con la tierra al occidente de ellos, especialmente con Israel. Según datos de tablillas con escritura cuneiforme, de los tiempos de Babilonia, Júpiter significaba un rey. Saturno reflejaba la ley y el sábado (todavía en inglés, el sábado se llama Saturday, es decir, día de Saturno). Por eso se lo relacionaba también con Israel. Como la órbita de Júpiter es más pequeña, él es más rápido y, cuando se produce una conjunción, es Júpiter quien llega a Saturno. En la interpretación de los babilonios: un rey llega a Israel.
Como dije, no hay pruebas de que el texto de Mateo se refiera a este fenómeno. Pero las coincidencias son muchísimas.
Ahora, si alguien busca a un rey, por supuesto se va a la capital. Allí residen los reyes. Y así, los magos llegan a Jerusalén. La astrología contempla todo a nivel humano, y los pensamientos humanos no son necesariamente los pensamientos de Dios. Por eso, ven la sorpresa y consternación en Jerusalén, donde nadie sabía nada. Si en nuestro camino espiritual nos fiamos solamente de nuestros criterios humanos, nos desviamos fácilmente. Esto se puede aplicar también a nuestras ciencias modernas, incluyendo la psicología.
En este impase, los magos oyen la Palabra de Dios, del Dios de Israel. La orientación definitiva en nuestro camino es la Palabra de Dios. Los magos, dando crédito a esta Palabra, se van a una aldea donde menos se esperaba un rey. Pero allí lo encuentran. Y, al llegar, vuelven a ver la estrella, lo que les causa una inmensa alegría.
Dios atrajo estos magos, hablándoles primero en el lenguaje que ellos entendían: la interpretación de los astros. Para nosotros, puede ser una superstición, pero Dios nos sale al encuentro donde estamos. Es el movimiento del Espíritu, no percibido conscientemente todavía. Pero nos pone en camino. En la crisis, cuando nos damos cuenta de que nuestros criterios humanos no son suficientes para llegar a la meta, es la Palabra de Dios la que nos orienta. Cuando le damos crédito, veremos que nuestros rodeos y errores de la vida pasada también estaban en el plan de Dios. Y eso no solamente como tiempo perdido, sino como algo valioso que nos puso en camino hacia una meta que sólo conocíamos difusamente.
Lo importante, como vemos en este evangelio, no es "tener" la Escritura, la Palabra de Dios, como Herodes y los de Jerusalén, sino el corazón abierto que acepta esta Palabra y sigue el camino que le marca, aunque comience con errores.
Al fin, dentro del contexto del evangelio de Mateo, éste es el argumento: hay unos que tienen las Promesas y la Palabra de Dios, pero no le hacen caso; en cambio, los que no conocen la revelación de Dios, pero tienen un corazón abierto y un espíritu de búsqueda, llegarán a un encuentro con el Señor.
Esto puede ser un consuelo para nosotros cuando a veces damos muchas vueltas en la vida; en algún momento, cuando tomamos en serio la Palabra de Dios, es cuando nos llenamos de una profunda alegría. Y es una advertencia para los que se creen seguros con tener su religión cristiana, pero nunca quieren ir más allá de lo que ya conocen. Las sorpresas de Dios pueden causarles un susto grande.

1 comentario:

  1. Interesante Padre Beda. No tenía ni idea al respecto, solo uno que otro conocimiento sobre El Vaticano y la Astronomía.

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