Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

24.1.12

La Fe que Busca Entender

Foto: internet
El Papa Benedicto XVI proclamó un “Año de la Fe” que comenzará el 11 de octubre del año en curso, y terminará con la fiesta de Cristo Rey del año 2013.
Cuando hablamos de la fe, nosotros, especialmente los mayores, pensamos en una serie de enseñanzas que hay que aceptar como verdaderas (aunque nos cueste). En teología se habla del “depósito” de la fe que hay que aceptar. Esta palabra transmite la impresión de algo estático, inconmovible, que da la sensación de “doctrinas enlatadas”. Tal concepción de la fe puede terminar en un tradicionalismo que no admite tendencias nuevas. Siempre hemos visto eso en la iglesia, especialmente después del Concilio Vaticano II, cuando se agudizó el enfrentamiento entre “tradicionalistas” y “progresistas”.
El Papa, aunque es un gran teólogo, y en el futuro será tenido quizá como “Doctor de la Iglesia”, no va por este camino. Él es, en primer término, un Hombre de Dios y, sólo como tal, es un gran teólogo. Nos habla de la fe que busca entender. Primero es la fe, después la comprensión de ella.
¿Dónde está la diferencia? Muchos hemos recibido “la fe” como doctrina. Ésta no siempre respondía a nuestras inquietudes y búsquedas más profundas. Con el resultado de que esta “fe” se ha vuelto una mentalidad, una expresión cultural, pero sin transformar nuestra vida.
En cambio, la verdadera fe es un estilo de vida, es un caminar con Dios, dejando la iniciativa a Él. Aprendemos a darle confianza a Él, a darle crédito a su palabra. De esta manera comenzamos a ver que Dios, sí, actúa en nuestra vida; vemos cosas que creíamos imposibles. Nos vemos impulsados a responder como María que “guardaba todo esto, meditándolo en su corazón”. Nos vemos quizá en la situación de San Pablo que, después de su encuentro con Cristo cerca de Damasco, estuvo tres días como ciego y sin comer. El impacto de esta experiencia “le quitó el apetito” por las cosas pasajeras, y como que lo obligó a “reorganizar” su universo, su vida.
Sólo cuando hayamos comenzado a relacionarnos con Dios como con una persona, podremos pensar en cómo hablar de esta experiencia.
Para hablar de lo que hemos vivido, siempre usamos conceptos y categorías que manejamos en la vida diaria. Usamos palabras conocidas para expresar lo desconocido. También eso es un aspecto de la Encarnación: Dios se hizo hombre, “igual a nosotros en todo, menos en el pecado”. En lo conocido se manifiesta algo desconocido.
Ya no se trata de formular doctrinas sino de conducir a otros a la misma experiencia que hemos tenido nosotros. No necesitamos tanto la transmisión de doctrinas, sino el testimonio de lo que Dios ha hecho en nosotros. Para que también otros puedan tener esta misma experiencia.
Por supuesto, en todas las experiencias se percibe una estructura determinada. Ésta se expresa en sentencias. Lo conocemos como nuestro Credo. Pero no se trata de recaer en tomarlo como una doctrina sin relación a la vida. En la antigüedad, el Credo se llamaba también “Símbolo”. No en el sentido de que es algo simbólico, sino de que es un resumen de nuestra experiencia de Dios.
Este cambio de visión de lo que es nuestra fe tiene consecuencias importantes: si tomo la fe como un depósito de doctrinas que se ha convertido en mi manera de pensar, o en mi expresión cultural, me veo obligado a defender esta fe, incluso con las armas. La historia está tristemente llena de ejemplos de este error. Pero si veo la fe, en primer término, como un camino con Dios, yo puedo estar seguro de que Él sabrá defenderse. No necesita mi “ayuda”. Lo que es necesario es mi testimonio, que, en último término, es el testimonio de que Dios es más fuerte que todos los poderes de los hombres. El mismo Jesús y, después de Él, los primeros cristianos en el imperio romano, han dado este testimonio. Porque daban crédito a la Palabra de que “las puertas del infierno no prevalecerán sobre la iglesia”. Por eso Tertuliano, un escritor antiguo, pudo decir que “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.

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