Sta. Teresa del Niño Jesús (1873-1897) |
Apenas al comienzo de este año me enteré de un detalle que me parece
significativo para toda nuestra Congregación de Sta.
Otilia, que es benedictina y misionera, y a la cual pertenezco, y que,
por consecuencia, es también significativo para mí mismo.
Cuando,
en 1887, nuestros primeros misioneros se fueron a África, pasaron
unos días en Roma. El 20 de noviembre participaron en la misa papal
y, después en una audiencia general con el Papa León XIII. Por
estas casualidades que sólo Dios sabe organizar, en esta misma
audiencia estuvo también una joven francesa de 15 años, Teresa
Martin. Tuvo la valentía de pedirle al Papa el permiso de entrar en
el Carmelo, siendo todavía de tan corta edad. Pocos meses después
pudo entrar, y murió a los 24 años. Es Santa Teresa del Niño
Jesús, patrona de misiones y doctora de la iglesia. Para honrar la
memoria de esta joven, quisiera compartir sólo dos textos de ella.
Los dejo ahí, sin comentarios, porque a veces, comentando mucho, se
diluye el mensaje.
El
primer texto es sobre la oración: Para mí, la oración es
un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un
grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento
como en medio de la alegría. En una palabra: es algo grande, algo
sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús.
El
segundo texto es sobre su vocación personal; pero ésta está en la
raíz de la vocación de cada uno de nosotros: En la
caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la iglesia
tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que
en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí
que la iglesia tiene un corazón y que este corarón está ardiendo
de amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los
miembros de la iglesia y que, si faltase el amor, ni los apóstoles
anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su
sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra
en sí todas la vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos
los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno... Por
fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor.
Gracias, Teresa, por haber
respondido al llamado del Señor; intercede por nosotros en estos
tiempos tan agitados.