Estuvimos varias semanas sin internet; así que voy a ser breve:
Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)
31.12.11
9.12.11
LIBRES PARA SERVIR
San Juan Bautista,
Dominio Sacro, (detalle)
Donación del Museo Sacro
A la Abadía de San José
|
¡Libertad! Éste es
un grito que se oye a todo lo largo de la historia. Y no es para menos. Desde
que hay seres humanos sobre la tierra, hay esclavitud. Y no creamos que en
nuestros días ya no la haya. Sólo hay leyes que la prohíben, o declaraciones de
que todos son libres. La realidad es muy diferente.
En la antigüedad, los esclavos no tenían lo que llamamos
hoy “derechos humanos”. En la palabra griega (“dulos” - esclavo) se percibe que el esclavo está
“atado” a alguien. No es libre en sus movimientos ni en sus decisiones. En
Israel fue la ley de Moisés que comenzó a aliviar algunas situaciones de ellos.
Pero su situación seguía siendo muy precaria. Eran la propiedad de sus señores:
No ambiciones la casa de tu prójimo, ni su campo, ni
su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca (Deuteronomio 5,21). Se enumera al esclavo y a la
esclava junto con las demás pertenencias del dueño, cosas y animales. Era una
fuerza de trabajo. En el derecho romano, una esclava bella era también fuente
de placer. La relación con una esclava no era considerada adulterio. Los
gladiadores daban buenos dividendos a sus amos – igual como pasa hoy en día con
algunos deportistas o estrellas de la farándula que, por supuesto, no tienen
“amos”, sino “promotores”.
A la vez, siempre había intentos de buscar la
libertad, aunque fuera solamente escapándose del amo, como deja entrever la
carta de San Pablo a Filemón. En otras ocasiones – extremas, pero más
frecuentes – han sido guerras de liberación (Como cantamos en nuestro himno
nacional: ¡Gloria al bravo pueblo que el
yugo lanzó! – ¡tras 11 años de guerra!). Pero, justamente las guerras de
liberación y las revoluciones dejan ver, que los que antes estaban arriba,
ahora están pisoteados; sólo se invierten los papeles de las personas o los
grupos, pero sigue existiendo la esclavitud. Incluso en los países más libres
hay un tipo de esclavitud que es difícil sacudir porque es más solapada; se la
impone bajo el manto y las apariencias de “libertades”. Pero, ¡ay de ti, si no
eres libre! El Papa Benedicto XVI nos habló de la “dictadura del relativismo”.
Es toda una mentalidad, producto de la sobre identificación con un grupo
determinado, que nos puede hacer esclavos. Igualmente, la ignorancia, culpable
o no, nos hace susceptibles a ser manipulados. Y, mientras somos esclavos, no
buscamos los intereses de los demás, sino los nuestros.
Vemos, entonces, que la esclavitud no es, en primer
término, un asunto de sometimiento físico, sino un problema espiritual. Es el
miedo a perder lo poco que le queda a uno todavía. Incluso la religión puede
ser esclavizante. Al fin y al cabo, ¿qué son los integrantes de los comandos
suicidas si no esclavos de aquellos que les lavan el cerebro y los usan para
imponer sus intereses a como dé lugar? San Pablo habla de eso en el contexto de
la ley de Moisés que, en un principio, fue liberadora; pero, al correr de los
siglos, los hombres se habían fijado en lo exterior, para volver a la
esclavitud, esta vez no física, sino espiritual. Conocemos el caso extremo de
la muerte de Jesús que tuvo que morir porque tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir (Juan 19,7). Por
supuesto, la verdadera razón fue otra: Este
hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si lo dejamos, todos van a
creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y
nuestra nación (Juan 11,47).
Pablo nos dice que ahora hemos muerto a la ley que nos tenía bajo su poder, quedando así
libres para servir a Dios en la nueva vida del Espíritu y no bajo una ley ya
anticuada (Romanos 7,5-6). Y Lucas nos dice en el cántico del Benedictus: Libres de temor, arrancados de la mano
de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos
nuestros días (Lucas 1,74-75). La libertad del temor es
posible porque Dios ha visitado y redimido a su pueblo
(Lucas 1,68), porque Dios salió al encuentro del hombre, porque ahora puede
haber una relación personal y de confianza entre Dios y el hombre. El hombre ya
no es considerado objeto, ni él mismo es objeto; ahora es posible la relación
entre personas.
Desde otro ángulo, el P. Thomas Keating nos habla de
este temor en su librito sobre la condición humana. Somos esclavos a causa de
nuestra búsqueda de una falsa felicidad. Creemos que ésta se nos garantiza por
el tener, el placer y el poder. Sólo cuando dejamos ir estos tres deseos, y
ponemos nuestra confianza en Dios, esperando todo de Él, encontraremos la
verdadera felicidad y la libertad.
Tener
(seguridad y supervivencia):
Para comenzar, tenemos una constatación muy clara en
el evangelio de Lucas: No se puede servir a Dios y al dinero (Lucas
16,13). Mientras estamos constantemente preocupados por lo que vamos a comer,
cómo vamos a vestirnos, cómo conseguimos más riqueza, no podemos atender las
necesidades de otras personas. A lo sumo lo haremos a medias, asegurándonos
que, en último término, nuestro ego salga ganando.
En este contexto hay que distinguir entre nuestras
necesidades y nuestros deseos. Estos últimos son los que nos hacen buscar
muchas veces más de lo que necesitamos realmente, incluso a expensas de las
necesidades de otros. El discernimiento entre necesidades y deseos no es
siempre fácil, porque nuestra ansia nos presenta muchas veces como necesidad lo
que, en realidad, es sólo un deseo. Con cierta frecuencia, la misma realidad se
encarga de enseñarnos la diferencia, poniendo las cosas en su justa
perspectiva.
Lo que aprendemos por semejantes experiencias puede
ser muy sorprendente. Veamos este texto: Ahora,
Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos que anuncien tu mensaje
sin miedo. Muestra tu poder sanando a los enfermos y haciendo señales y
milagros en el nombre de tu santo siervo Jesús (Hechos 4,29-30). Se trata
de amenazas serias, amenazas contra la integridad física, y contra la misma
vida. Aquí se menciona el “Santo Siervo Jesús”, el Siervo de Yahveh. Él dio
incluso su vida para que nosotros tuviéramos acceso a Dios, y una vida que se
merece este nombre. Su confianza en el Padre fue tan total que entregó su vida,
para volver a recobrarla. Nadie me quita
la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y
de volver a recibirla (Juan 10,18).
Hoy en día, también los pobres son un poder. Se
pueden unir, para trancar una autopista o hacer una manifestación, con todas
las molestias que esto causa a gente inocente que ni remotamente tiene que ver
con su problema. Sabemos de los sufrimientos que son consecuencia de una
huelga, o los estragos que puede causar una huelga general. Los que más sufren
en todos estos casos son la gente indefensa y, generalmente, inocente. No es
que estoy contra las huelgas o manifestaciones; pero, si se quiere hacer un
reclamo justo, hay que emprender una acción que toque a los responsables del
malestar.
Si añadimos a eso el poder que tienen los
sindicatos, vemos que a veces ya no se trata de reivindicaciones de índole
económica, sino de una lucha por el poder.
Placer (afecto y estima):
En el área de afecto y estima encontramos también
unos cuantos obstáculos que nos impiden o dificultan el servicio. Como dice la
cuarta conferencia de la introducción a la oración centrante: si nos sentimos
indignos, de baja autoestima, culpables, etc., no seremos capaces de prestar un
buen servicio. Siempre actuaremos “a media máquina”.
Lo contrario también es verdad: a veces, los que
sienten poca autoestima, tratan de compensarlo, despreciando y descalificando a
los demás. Esto no ayuda al crecimiento de nadie. Recordemos lo que dice Juan
Bautista cuando le informan que Jesús está bautizando, y que todos ahora le
siguen a él: Nadie puede tener nada, si
Dios no se lo da. Ustedes mismos me oyeron decir claramente que yo no soy el
Mesías, sino uno que ha sido enviado delante de él. En una boda, el que tiene a
la novia es el novio; y el amigo del novio, que está allí y lo escucha, se llena
de alegría al oírlo hablar. Así también mi alegría es ahora completa. Él debe crecer, y yo debo menguar (Juan
3,27-30).
Veo a Juan Bautista, esta gran figura del tiempo de
adviento, como modelo de lo que es un facilitador y un presentador que
introduce a otros al método de la oración centrante. A veces tenemos la
tendencia – y me incluyo aquí – de dar muchas explicaciones, como para
asegurarnos que la gente capte y entienda lo que queremos decir. Y nos
olvidamos que nuestra tarea es como la de Juan: en el arte, se lo representa
con el dedo índice señalando a Jesús, para que la gente le siga a Él: ¡Éste es! Nosotros tenemos que menguar;
Jesús debe crecer en los demás. Él es el centro y la meta. Quién sabe hasta qué
punto esto tiene que ver con nuestro afán de haber hecho algo en la vida, ¡y
que consté que lo hemos hecho nosotros! Sin embargo, si somos sinceros, debemos
admitir que el Señor actúa por su propia cuenta. Nosotros somos apenas sus
ayudantes: Y tampoco le da las gracias al
criado por haber hecho lo que le mandó. Así también ustedes, cuando ya hayan
cumplido todo lo que Dios les manda, deberán decir: “Somos servidores inútiles,
porque no hemos hecho más que cumplir con nuestra obligación” (Lucas 17,9-10).
Creo que debemos seguir aprendiendo a “consentir a la acción de Dios”.
El final del evangelio de la samaritana nos da una
luz sobre el mismo tema: Muchos de los
habitantes de aquel pueblo de Samaria creyeron en Jesús por lo que les había
asegurado la mujer: “Me ha dicho todo lo que he hecho.” Así que, cuando
los samaritanos llegaron, rogaron a Jesús que se quedara con ellos. Él se quedó
allí dos días, y muchos más creyeron al oír lo que él mismo decía.
Y dijeron a la mujer: “Ahora creemos, no solamente por lo que tú nos
dijiste, sino también porque nosotros mismos le hemos oído y sabemos que de
veras es el Salvador del mundo” (Juan 4,39-42). Eso le pone a la samaritana
en su justa perspectiva. En el centro no está ella, sino Jesús. En la práctica
de la oración centrante hacemos precisamente esto: le permitimos a Dios que nos
enseñe, nos sane, nos transforme. Nosotros, los hermanos, especialmente los
facilitadores y presentadores del método, sólo podemos enseñar el camino, y
dejar que los hermanos se expongan a su propia experiencia de Dios. ¡Sin
olvidarnos de nuestro propio camino! Más que maestros, lo que necesitamos, son
testigos.
Si dejamos ir nuestro deseo de ser alguien, de ser famosos,
de estar en el centro de atención y de ser la meta de todo, entonces podemos
hacer a nuestros hermanos un auténtico servicio, no sólo en lo espiritual, sino
también en sus necesidades de la vida diaria.
El auténtico servidor no busca hacer algo que le
traiga afecto y admiración; se fija en lo que necesita el otro y el conjunto de
la comunidad. Eso no excluye que se respete lo que uno sabe hacer y lo que no
sabe hacer; a nadie se le pide lo imposible. Pero hay que ver también que, a
veces, es necesario aprender algo nuevo porque el otro lo necesita. Hay diferentes maneras de servir, pero todas
por encargo de un mismo Señor (1Corintios 12,5). En el servicio descubrimos
nuestros verdaderos dones, y nuestra verdadera identidad.
Poder (poder y control):
Si vamos al área de poder y control, el obstáculo al
servicio está mucho más a la vista. Parece que el ejercicio de la autoridad y
el servicio se excluyen. Así lo entiende la gran mayoría. Para evitar el
peligro del abuso de la autoridad, algunas congregaciones religiosas han
adoptado la costumbre de hablar ya no de “superiores”, sino de “responsables”.
Las decisiones se toman entre todos en comunidad. Pero con eso no se escapa a
la necesidad de una autoridad. Jesús no niega la autoridad, sino que deja bien
claro que también ella es un servicio. ¿Entienden
ustedes lo que les he hecho? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón,
porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los
pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado un
ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho. Les aseguro que
ningún servidor es más que su señor, y que ningún enviado es más que el que lo
envía. Si entienden estas cosas y las ponen en práctica, serán dichosos
(Juan 13,12-17). Y en otra parte: El que
entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás; y el que entre
ustedes quiera ser el primero, deberá ser su esclavo. Porque, del mismo modo,
el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su
vida en rescate por una multitud (Mateo 20,26-28). Jesús establece una
nueva forma de vivir y de ejercer la autoridad. Ésta, en último término, es de
Dios. Sólo si consentimos a la acción de Él, si decimos hágase tu voluntad, podemos hacer lo que sea necesario para que
nuestros hermanos encuentren la manera de relacionarse profundamente con Dios.
De hecho, considero que la autoridad en un grupo de creyentes – así se llamaban
los primeros cristianos – consiste precisamente en velar que todo el ambiente,
la organización, las actividades, siempre conduzcan a esta meta: disponernos
para el encuentro con Dios.
Como vemos, los enemigos interiores, nuestros deseos
de tener, de placer y de poder, son los verdaderos obstáculos que debilitan o
impiden nuestra capacidad de servicio. Se trata de nuestro miedo a perder lo
que creemos que nos da la felicidad. Este miedo nos acompañará por mucho
tiempo, quizá toda la vida; también Jesús, en Getsemaní, tuvo miedo a la
muerte. Libres de temor (Lucas 1,74)
no significa que no sintamos o no tengamos miedo, sino que no nos dejemos
dominar ni paralizar por él.
¿Cómo alcanzamos la libertad de nuestro miedo? Si ustedes se mantienen fieles a mi palabra,
serán de veras mis discípulos; conocerán la verdad, y la verdad los hará libres
(Jn 8,32). La palabra de Dios nos ilumina acerca de nuestra verdadera
situación: nos muestra nuestra condición humana; pero nos asegura también, y
sobre todo, que somos hijos amados de Dios; que Él se preocupa por nosotros;
que Él tiene todo en su mano: aquiétense,
y reconozcan que yo soy Dios (Salmo 46,11); y: en el asilo de tu presencia nos escondes (Salmo 30,20). Si
escuchamos fielmente la palabra de Dios, como lo hacemos en la lectio divina, y
si consentimos a su presencia y acción en nosotros, como lo hacemos en la
oración centrante, el Señor se manifestará siempre más en nuestras vidas y en
nuestra consciencia. Los miedos nos acompañarán; pero la presencia de Él es más
fuerte. Esto nos permite cumplir su voluntad y hacer el servicio que Él nos
pide. En vez de fijarnos en nuestro miedo, tengamos los ojos fijos en nuestro
Señor que nos sale al encuentro en nuestro hermano necesitado, y que nos dirá –
así lo esperamos – un día que todo lo que
hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron (Mateo
25,40).
A medida que crecemos en el
espíritu de servicio, habrá una transformación en nosotros. El evangelio la
describe así: Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo
que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que
mi Padre me ha dicho
(Juan 15,15). Creciendo en el servicio creceremos también en la comprensión de
la palabra de Dios, y nos convertiremos así en amigos del Señor.
10.11.11
DECLARACIÓN DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA ANTE LOS VENIDEROS PROCESOS ELECTORALES
En estos días recibí la declaración de nuestros obispos sobre las elecciones que se avecinan. La publico íntegramente en este blog:
1.- Los Arzobispos y
Obispos de Venezuela, reunidos en la XLII Asamblea Plenaria Extraordinaria,
saludamos con afecto sincero al Pueblo de Dios que peregrina en Venezuela y a
todos los habitantes de nuestra Patria. Queremos compartir con todos algunas
reflexiones sobre un tema inquietante y de vital importancia para el presente y
futuro de la nación, como es el largo proceso electoral que se avecina.
2.- Los Obispos somos conscientes de que como ciudadanos
responsables y creyentes motivados por los valores del Evangelio, nuestra
vocación cristiana y misión pastoral implican contribuir a que todos los
ciudadanos seamos constructores de paz, de reconciliación y de entendimiento
entre todos.
3.- Las elecciones en los años venideros son de gran relevancia:
primero elegiremos al Presidente de la República (7 de octubre 2012), luego a
los Gobernadores de Estado e integrantes de los Consejos Legislativos (16
diciembre 2012), y por último, a los Alcaldes y Miembros de los Concejos
Municipales (el 14 de abril 2013).
El voto: un derecho humano para el bien de nuestro pueblo
4.- El avance de los derechos
humanos a nivel universal ha incorporado el derecho al voto y el respeto de la
decisión de cada uno, como uno de esos derechos, reconocido y protegido internacionalmente.
La Doctrina Social de la Iglesia lo asume como una tarea inherente al ejercicio
de la vida democrática e instrumento para preservar la paz y el entendimiento
entre todos los ciudadanos.
5.- En ocasiones, los procesos electorales generan, en algunos actores,
una lucha y emocionalidad que requiere ser encauzada para evitar excesos,
fanatismos, insultos, agresiones verbales o físicas, ventajismos, que, en el
clima de polarización que vive el país, pueden conducir a actitudes poco
cónsonas con la civilidad, racionalidad y respeto básicos que deben reinar por
encima de cualquier diferencia.
6.- Las elecciones son para
evaluar gestiones de gobierno y escoger entre propuestas alternativas,
mandatarios responsables; así significan una oportunidad para demostrar la
madurez cívica y el ejercicio de la soberanía popular de la población de un
país. Ratificamos nuestro llamado acerca de la necesidad de garantizar que
todos los pasos del proceso se desarrollen con el consenso y apoyo de todas las
organizaciones que están involucradas. Por ello, sometemos a la consideración
de todos algunos puntos que estamos convencidos pueden ayudar a crecer en
ciudadanía, preservar la paz y avizorar un futuro de convivencia y desarrollo.
Las elecciones: un deber de participación de todos con responsabilidad y
eficiencia
7.- En efecto, es tarea de
todos reforzar cuanto favorezca la paz para que se consolide una base sólida
para la convivencia ciudadana. Este momento histórico exige crear y consolidar
las mejores condiciones para que se fortalezcan el sentido ético, la
tranquilidad y seguridad como responsabilidades que a cada uno nos toca.
8.- A los electores: somos
seres humanos con dignidad inalienable, ciudadanos, hijos de esta tierra a la
que nos debemos. Ser elector es un derecho y un deber. Participar supone
interés por inscribirse, revisar su lugar de votación, animar a otros a que
también lo hagan; pero todo proceso eleccionario exige un gran número de ciudadanos
prestando una colaboración voluntaria, activa en la preparación, ejecución y
preservación del voto. Los más jóvenes y nuevos electores deben ser animados
por el ejemplo de los mayores en su responsabilidad ciudadana. Seamos
proactivos y personas de esperanza. El país lo construimos todos. Y cada
decisión, a través de los procesos eleccionarios, genera también
responsabilidades ineludibles.
9.- Al Consejo Nacional
Electoral: como ente rector de estos comicios tiene la máxima responsabilidad
en la conducción del proceso electoral y por ello se le pide apego a los principios
de igualdad, confiabilidad, imparcialidad y eficiencia, apegados a la norma
constitucional, y se le debe ofrecer apoyo sincero y respetuoso para tal tarea.
Un desarrollo sereno y transparente en todas las etapas contribuirá a
fortalecer la paz y la convivencia de todos los venezolanos.
9a.- El Registro Electoral, en
particular, debe ser depurado transparentemente. La inscripción en los
consulados en el exterior debe garantizarse, así como superar los
inconvenientes que han sido denunciados recientemente.
9b.-Se han señalado discrepancias en los criterios sobre la distribución
de las mesas electorales. Es necesario disipar esas dudas. Mientras que en
lugares muy poblados se concentran demasiados electores con los problemas
típicos de colas interminables, en algunos lugares con menor densidad de
población parece que hay un número excesivo de mesas.
10.-A los Miembros de Mesa: todo el pueblo espera el respeto a la
voluntad ciudadana. Entre los actores electorales, los Miembros de Mesa siempre
han jugado un papel específico, primordial e insustituible. Los exhortamos a participar
con interés en esta noble responsabilidad, asumiendo la capacitación y el
entrenamiento necesarios para que los procesos comiciales no dejen dudas en la
ciudadanía.
Observación internacional
11.-Un gran apoyo a la tranquilidad y confianza del electorado, es que
el CNE invite a las organizaciones internacionales especializadas en
observación electoral. Dicha observación externa, plural, calificada e invitada
a tiempo, favorece a todos, pues crea un clima de confianza que ayuda a
preservar la paz. Tanto si los resultados ofrecen márgenes amplios como estrechos,
este instrumento, usado hoy por la mayoría de los países democráticos, es un
invalorable aporte a la concordia ciudadana.
12.-Los Obispos estamos al servicio del pueblo todo. Trabajemos juntos
por la convivencia serena de todos los venezolanos. Es el mejor aporte que
podemos dar en estos momentos. Las sugerencias que hemos señalado buscan que
reine la paz en la justicia, la libertad y la verdad, en esta tierra de gracia.
Elevamos nuestra oración al Dios de la paz y la misericordia para que todos nos
comprometamos en un proceso electoral en el que sobresalgan la armonía, el
respeto, la fraternidad, la justa convivencia. ¡Santa María, Reina de la paz,
ruega por nosotros!
Con nuestra bendición.
Caracas, 19 de octubre de 2011
Los Arzobispos y Obispos de Venezuela
3.11.11
Nuestra Muerte
San
Jerónimo meditando sobre
qué nos
enseña la muerte
|
Como
pueden ver, estas palabras no fueron dichas por un santo; fue Steve Jobs,
muerto hace poco, quien las pronunció en su famoso discurso de Stanford. No
conozco su afiliación religiosa, ni sus creencias o prácticas. No sé lo que él
entendía por “las grandes decisiones de
mi vida”. Pero lo que dice, puede compararse con aquel instrumento del arte
espiritual que recomienda San Benito de Nursia a los monjes cuando escribe en
su Regla: “Tener la muerte presente ante
los ojos cada día” – en latín es más fuerte todavía: “sospechar la muerte ante
los ojos cada día“ (Regla de Benito 4,47).
Vemos
la muerte como algo macabro, algo que queremos eliminar de nuestra consciencia.
Por eso tanta distracción de todo tipo, sólo para aferrarnos a algo que, en
todo caso, vamos a perder. "¿Quién vivirá sin ver la muerte? ¿Quién
sustraerá su vida a la garra del abismo?" (Salmo 88,48). El sepulcro es su morada perpetua…, aunque
hayan dado nombre a países. Cuando
muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él (Salmo 48,11.17). Pero parece que nos gusta apostar al
caballo perdedor.
Y es
verdad: ¿qué son “las expectativas de los
demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso” ante el hecho de la
muerte? Y en la muerte, ¿qué nos queda? ¿A dónde vamos? ¿Dónde terminamos? Como
cristianos sabemos, que terminamos en las manos de Dios, un Dios que nos ha amado
desde toda la eternidad, un Dios que nos acoge como a los que regresan a casa,
un Dios que nos tiene preparado su banquete donde Él mismo nos servirá la mesa.
Frente a la realidad de este amor tan íntimo, ¡qué importa lo demás! Sólo tiene
valor lo que sirve a encaminarnos a esta intimidad, y a enseñarles a otros el
camino que va a Dios.
Así,
la muerte pone nuestra vida en perspectiva, nos ayuda a encontrar su sentido. La
muerte nos invita a una relación íntima con Dios, y a facilitar esta relación a
nuestros hermanos.
1.11.11
Nuestros Santos
Cuando yo era pequeño, se hablaba mucho
de “defender la fe”. Hoy en día, ya no veo la conveniencia de tal enfoque. Me
explico: Si defendemos “la fe”, nos referimos a un sistema de creencias que,
supuestamente, nos da alguna seguridad. Por supuesto, si es así, tenemos la
necesidad de defender “lo nuestro”, nuestros intereses. Y con eso podemos
encaminarnos incluso a una guerra religiosa – no sería la primera vez.
Pero Jesús no nos pidió que
defendiéramos nuestra fe, sino que fuéramos sus testigos. Porque, en la fe, no
se trata de un sistema de creencias que satisfaga mis intereses personales, sino
que se trata de una relación personal; y ésta simplemente se vive, se es fiel
al otro. Por eso somos testigos de lo que el Otro, Dios, ha hecho, y sigue
haciendo, por nosotros. Este testimonio puede costar incluso la vida, la vida
del testigo, no del otro que tiene otros pareceres, contrarios al testigo.
Testigo, en griego antiguo, significa
“mártir”. Es el testimonio de que Dios es fiel en su amor a nosotros incluso
más allá de la muerte. Por eso hay una diferencia abismal entre el mártir
cristiano y el mal llamado “mártir” terrorista, que no muere para dar vida,
sino para arrastrar consigo a otros hacia la muerte y la destrucción.
Entre “defender” y “ser testigo”, por
lo tanto, hay una gran diferencia. El defensor tiene la tendencia de ponerse violento
cuando se da cuenta de que está perdiendo lo que le es precioso. El testigo
pone su vida y sus intereses en las manos de Dios quien, al fin y al cabo, es
el que da la vida.
En este contexto habrá que ver
también otro rasgo de los Santos: ellos no son perfectos; son santos. La
perfección es normalmente el intento del hombre de quedar bien delante de
Dios y el mundo, con la trágica
consecuencia de que puede llevar al orgullo. Mientras que la santidad es obra
de Dios. Él llama al hombre, y éste responde y colabora. Así se muestra la
grandeza de Dios que, en medio de nuestras deficiencias, muestra las maravillas
de su obra.
Muchas veces, los santos son una
respuesta a una tendencia inconsciente, una mentalidad, que rige en una región
o época determinadas, y que nos desvía de Dios.
Es por eso que los santos nos
estimulan con su ejemplo, no necesariamente a hacer lo que ellos han hecho,
sino a responder al llamado de Dios en medio de nuestra época que nos toca
vivir.
24.10.11
La Oración Contemplativa
Quisiera compartir sólo dos textos sobre la oración
contemplativa que he encontrado últimamente, y que me parecen de suma
importancia si realmente queremos entrar en una relación íntima y sincera con
Dios:
El pensamiento racional puede llegar a
ser un gran enemigo del espíritu. No pienses, razones ni elucubres sobre lo que
haces. Simplemente hazlo; simplemente reza. Entra en esa atmósfera, no pienses
sobre ella. El pensamiento no entiende esos estados y antes, durante, o después
de la oración, pondrá todo tipo de impedimentos y de razonamientos haciéndote
ver lo absurdo de la práctica. El pensamiento empleará todo tipo de argumentos
de lo más convincentes e ingeniosos. ¡No hagas caso al pensamiento! Diga lo que
diga la mente, tú continúa con tu práctica de oración.
De: Anónimo
http://beatasolitudosolabeatitudo.blogspot.com/
del 24 de febrero de 2011
La meta de la contemplación
no es el tener experiencias místicas. Estas, cuando ocurren, son solo efectos
secundarios de la travesía espiritual. Como decía San Juan de la Cruz;
"las manifestaciones de Dios no son Dios."
La meta de la contemplación es llevarnos a una relación de amor cada vez más profunda con Cristo la cual nos lleva a una unidad con Este hasta alcanzar la plenitud del amor trinitario, mas allá no solo de cualquier experiencia, si no mas allá de nosotros mismos.
La meta de la contemplación es llevarnos a una relación de amor cada vez más profunda con Cristo la cual nos lleva a una unidad con Este hasta alcanzar la plenitud del amor trinitario, mas allá no solo de cualquier experiencia, si no mas allá de nosotros mismos.
De: Extensión
Contemplativa Internacional en: https://www.facebook.com/groups/164314603627811/
11.9.11
VIRGEN DE COROMOTO
Coromoto. Estampado sobre una casulla |
Cada
año celebramos la Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela. No lo hacemos
solamente para celebrar una fiesta, sino para volver a concientizarnos sobre el
alcance del concejo que ella dio a la familia que la vio: ¡”bautícense!” Entren
en este misterio de la muerte y resurrección del Señor. Mientras nos empeñemos
en defender nuestra manera de ver el mundo, nuestra cultura, nuestras
costumbres, incluso lo que consideramos nuestra religión, las guerras nunca
terminarán. Cristo, el Hombre Nuevo, es el punto de referencia en un mundo cada
vez más globalizado, cada vez más interactivo. Ya el apóstol Pablo, siendo
judío, misionero para los griegos, en el imperio romano, vio la necesidad de
esta nueva creación, del nuevo hombre que sólo puede definirse desde Cristo: “Se han revestido de la nueva naturaleza: la del nuevo
hombre, que se va renovando a imagen de Dios, su Creador, para llegar a
conocerlo plenamente. Ya no tiene importancia el ser griego o judío, el estar
circuncidado o no estarlo, el ser extranjero, inculto, esclavo o libre, sino
que Cristo es todo y está en todos.” (Colosenses 3,10-11).
No hace falta mirar a países que están en guerra
civil y revoluciones; basta con ver nuestro propio ambiente; no sólo el país,
también las familias, áreas de trabajo, barrios, etc. Donde no vivimos nuestro
bautismo, procuramos imponer nuestros intereses, normalmente a expensas de los
más débiles. Sólo Cristo será nuestra paz.
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