Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

15.12.16

Hagan lo que Él les diga



Todos estamos invitados a manifestar a Dios en el mundo, en medio de nosotros. María nos señaló el camino de cómo poner de nuestra parte para que se cumpla esto. No digamos nunca “María es tan santa, ¿pero yo? Yo no puedo llegar a esas alturas”. Ella es ejemplo y prueba de lo que Dios puede hacer si, como ella, lo dejamos actuar en nosotros. Quisiera resumir su ejemplo en unos pocos puntos claves que están al alcance de todos nosotros:
¡Cuántas veces decimos en el Padre Nuestro "Hágase tu voluntad"! Pero, por los frutos que se perciben, parece que estas palabras no vienen de lo profundo de nuestro corazón. Como vemos, el culto a María, por sí solo, no da mucho fruto. Ella nos invita a seguir su ejemplo de humildad frente a Dios. Ella se vació de sí misma para poder ser llenada de Dios. Y no digamos que ella es solamente un ejemplo para las mujeres. Lo es igualmente para los hombres. También el hombre Jesús "se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz. Por eso Dios lo exaltó" (Filipenses 2,7-9). Si seguimos este ejemplo, Dios hará obras grandes en nosotros. Consentir a la acción de Dios en nosotros no significa que nos quedemos de brazos caídos porque Dios hace todo. Al contrario, nos queda bastante por hacer, pero no precisamente lo que nos parece.
He llegado a la conclusión de que nuestra vida de oración, tarde o temprano, tiene que desembocar en las palabras del Padre Nuestro "Hágase tu voluntad". Esto nos une a Dios y le permite manifestarse en nosotros. Lo practicamos en la oración centrante, consintiendo a su acción en nosotros. Por eso, la considero una oración muy mariana. Y es la oración de Jesús en Getsemaní, que le costó sudar sangre. Pero éste es nuestro camino.
María reconoce que en adelante me felicitarán todas las generaciones. Pero no porque ella haya hecho algo espectacular, sino porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí; su nombre es santo (Lucas 1,48-49). Es verdad, llamamos a María "Reina". Pero lamentablemente asociamos con esta palabra casi siempre el poder humano, los contactos, las ayudas, la dependencia. Sin embargo, como el Reino de Cristo, el reinado de María "no es de este mundo". Ella es Reina porque se hizo esclava de Dios. El que reina es Dios. María, por su humildad, facilita este Reino. La gloria es de Dios; de María es la felicidad por haber sido instrumento de la manifestación de la gloria de Dios. Si realmente dejamos que Dios actúe en nosotros, sabremos que no somos nada. Y que toda la gloria es de Él. Porque hemos experimentado lo que Dios es capaz de hacer en nosotros, nos brotará del corazón cuando rezamos en el prefacio de la misa "Es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar". Nuestra vida será alabanza y gratitud.
En las bodas de Caná María invita a los sirvientes a que hagan lo que Él les diga (Juan 2,5). Ella es como los avisos de carretera que nos indican la dirección a nuestro destino. Estos avisos no están en la carretera sino al lado de ella, para no obstaculizar el libre tránsito. Así, María no atrae hacia sí, sino que nos remite, nos "reenvía" a Jesús. Nuestro destino no es ella, sino Jesús. De igual manera, no es nuestra tarea atraer a la gente hacia nosotros. Porque solos no tenemos nada; somos pobres esclavos del Señor. Estamos llamados a indicarles a los demás el camino hacia el Señor, sin obstaculizarles el paso.
Todos ellos, con algunas mujeres, la madre de Jesús y sus parientes, permanecían íntimamente unidos en la oración (Hechos 1,14). Son los días entre la ascensión de Jesús al cielo y la venida del Espíritu Santo. Mientras en la primera obra de Lucas, en su Evangelio, se habla extensamente de María como instrumento del nacimiento de Jesús, Hijo de Dios, ahora, cuando nace la Iglesia, presencia de Cristo en la historia, se la menciona, casi de paso, como una más entre muchos otros. Es la última consecuencia de su servicio: Se trata de saber cuándo se ha cumplido una misión para dar paso a los que vienen, y que tienen tareas nuevas. Saber "dejar ir", porque todo está en las manos del Señor. Nosotros somos un pequeño eslabón en sus planes.

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