Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

12.12.16

Dichosa tú que has creído


Dice el texto de la anunciación que el ángel entró donde estaba ella (Lucas 1,28). Dios toma la iniciativa. Eso nos recuerda lo que diría San Juan más tarde: Por eso existe el amor: no porque amáramos nosotros a Dios, sino porque él nos amó a nosotros (1Juan 4,10). Entra en nuestra vida, allí donde estamos. Para Dios no hay límites; Él escoge a su gente en el momento y en la situación en que Él quiere, incluso en el pecado, como en el caso de Pablo cerca de Damasco. Entra en nuestra vida diaria, en nuestros escondites y por las puertas cerradas. Eso garantiza nuestra humildad, porque no podremos decir que haya habido méritos de nuestra parte.
María se turbó al oír estas palabras, preguntándose qué saludo era aquel (Lucas 1,29). El ángel le da la respuesta: ¡No temas! Al Maligno no le interesa que estemos tranquilos y en paz. Le interesa nuestra confusión (de ahí el nombre de “diablo”, es decir “el que confunde”) y nuestra desorientación, para poder “pescar en río revuelto”, y “vendernos gato por liebre”. Así comenzó ya en el paraíso. Y siempre es el hombre quien pierde.
A Dios no le interesa nuestra confusión ni nuestro miedo. Él nos da tranquilidad; así nos inspira confianza. Una vez establecida esta relación de confianza con María, le dice lo que será su misión: algo inaudito que cuesta creerlo y, más todavía, aceptarlo. Pero, sabiéndose en la presencia y en el amor de este Dios que le inspira confianza, es posible caminar con Él todo el trayecto, hasta el final.
Recordemos que también en este detalle María es el modelo de nosotros, los creyentes, y nos da unas orientaciones importantes para nuestro discernimiento: Siempre, cuando hay gente o situaciones que nos asustan, que nos confunden e inspiran miedo - y mantienen este miedo con amenazas - no se trata de (la presencia de) Dios, ni de alguien interesado en nuestro bien. Eso pasa con frecuencia en la política donde, hoy en día, muchas veces no se nos presenta un candidato, sino que se nos “vende” la imagen de un candidato. Pasa en la vida económica, donde se desinforma de tal manera que se venden productos de por sí inútiles y hasta dañinos.
La confianza en Dios es una relación personal que busca una y otra vez entender. María respondió al ángel: "¿Cómo sucederá eso si no convivo con un hombre?" El ángel le respondió: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios. Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de seis meses. Pues nada es imposible para Dios" (Lucas 1,34-37). El Evangelio hace énfasis en que María era virgen, y que no conocía varón. ¡Una situación imposible para tener un hijo! Pero Dios es especialista en cosas imposibles. Basta con que aceptemos nuestra pobreza; Él hará el resto.
Qué habrá pasado en la mente y en el corazón de María! ¿Tener un hijo sin tener relaciones con un hombre? ¿No será que se está engañando a sí misma? ¿Será que se está imaginando cosas? Seamos honestos: también nosotros, hasta el día de hoy, tenemos dificultades con el nacimiento de una virgen. Incluso admitiendo esta posibilidad, nos quedaríamos con un problema de índole científica: en una concepción, la mujer transmite los cromosomas xx, mientras que, para el nacimiento de un hijo varón, el hombre contribuye con los de xy. Éstos siempre son transmitidos por el padre. Ahora bien, si este padre no está - como el evangelio de Mateo (Mateo 1,18) deja bien claro - ¿de dónde viene entonces un hijo varón?
Pero, María no tenía estos problemas científicos. Tampoco son de importancia para nosotros. Aquí se trata de mucho más que la ciencia. Se trata de la pregunta de si Dios es capaz de hacer semejante cosa. Con eso llegamos a un punto donde nos vemos obligados a preguntarnos en qué Dios creemos realmente. ¿En un Dios que, en grandes líneas, corresponde a nuestras ideas y expectativas? ¿Uno que, si es necesario, puede ayudarnos cuando a nosotros nos faltan las fuerzas? O ¿creemos en un Dios que es totalmente diferente, uno que comienza a actuar precisamente cuando estamos convencidos de que ya no hay nada que hacer? ¿Buscamos solamente a un dios según nuestra imagen y semejanza? ¿O dejamos que el Dios verdadero nos forme - y transforme - según SU imagen y semejanza?
Por lo tanto, el nacimiento de una virgen no es un problema científico, sino que cuestiona nuestra fe. ¿Queremos mantener el control sobre nuestra vida y nuestros deseos, o estamos dispuestos a confiar plenamente en Él? ¿Consentimos a su acción en nuestra vida, aunque no sepamos cómo será eso?
El nacimiento de una virgen tiene un significado más amplio todavía: hay por ahí una corriente que nos quiere decir que Jesús, de joven, se fue a la India, donde recibió la iluminación. Después regresó a su país y comenzó a predicar. Pero nuestra Salvación no viene de la India; como dice Jesús a la Samaritana: Ustedes dan culto a lo que no conocen, nosotros damos culto a lo que conocemos; porque la salvación procede de los judíos (Juan 4,22). Jesús proviene del seno del pueblo de Israel, y se formó en la revelación de Dios a lo largo del antiguo testamento. La genealogía de Jesús (Mateo 1,1-17) no puede hablar más claro. Habla, por una parte, del esfuerzo humano por hacer llegar al Mesías pero, por otra parte, nos dice que este Mesías viene como puro don de Dios, y de la manera más inesperada. Jesús nace del pueblo de Israel, pero ningún hombre puede decir que es su padre. Y como María simboliza a Israel, así José simboliza a los justos de Israel que acogen a Jesús - que es uno de ellos, pero no un logro de ninguno de ellos, sino un don de Dios. Nadie hubiera sido capaz de imaginarse a un hombre como lo fue Jesús.

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