Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

26.10.16

El Testimonio de Etty Hillesum


Etty Hillesum (1914 - 1943)
La situación en nuestro país se pone cada día peor, y se la considera altamente explosiva. En la entrada anterior a este blog hablé de la fidelidad a Dios. La iglesia hizo llamados a la no-violencia. Quizá uno puede pensar que esto es lo que tiene que hacer la iglesia. Pero, al fin y al cabo, la realidad es otra.
Por eso dejaré hablar aquí a una mujer joven que estuvo en una situación mucho peor que nosotros: Etty Hillesum (15 de enero de 1914 - 30 de noviembre de 1943), una holandesa que, por ser judía, sufrió todos los hostigamientos progresivos de los nazis, hasta ser transportada a Auschwitz donde murió a los 29 años de edad en una cámara de gas. Era una mujer muy lúcida e inteligente, y sabía lo que le venía encima. La familia no había practicado su religión. Etty, por la sugerencia de alguien, comenzó en 1941 a orar y a leer la biblia, incluyendo el nuevo testamento. A partir de allí, ella experimentó un crecimiento espiritual muy profundo que le permitió ver el exterminio sistemático de su pueblo con otros criterios. En lo sucesivo citaré (en cursiva) partes de su diario que comenzó a escribir desde comienzos de 1941. Dejaré hablar a esta testigo, y haré sólo unos pocos comentarios.
A veces da pena leer en las redes sociales cómo los que reclaman tanto la libertad y los derechos en Venezuela, incurren en los mismos insultos y descalificaciones que oímos desde el lado de algunos gobernantes. Cuando Etty ve que la situación de persecución de los judíos despierta en algunos de su gente los instintos más bajos, escribe: La barbarie nazi despierta en nosotros una tendencia igual. Si hoy en día tuviéramos las posibilidades, aplicaríamos los mismos métodos. Debemos rechazar esta barbarie en nuestro corazón, no debemos cultivar este odio en nosotros, porque no ayuda a volver a sacar este mundo del abismo.
Igual que aquí muchos creen que un cambio de gobierno resolverá todo, los judíos en la época de Etty esperaban que la invasión de los ingleses o americanos los liberaría de su triste futuro. Pero, después de estar clara de que hay que abandonar toda esperanza en el mundo exterior, ella indica el camino: la vida interior. No veo otra solución ... que la de dirigirse a su propio interior, y erradicar allí todo lo malo. Ya no creo en que podamos mejorar algo en el mundo exterior mientras no nos hayamos mejorado en nuestro interior. Esto me parece ser la única enseñanza que nos deja esta guerra: el haber aprendido a buscar el mal únicamente en nosotros y en ninguna otra parte.
Y sigue precisando: No son las circunstancias exteriores; siempre es el sentimiento dentro de mí, desánimo, inseguridad, o lo que sea, lo que da a las circunstancias exteriores un carácter triste o amenazante. Conmigo las cosas funcionan desde dentro hacia fuera, nunca desde fuera hacia dentro. Las disposiciones más amenazantes - y hay más que suficientes de éstas - se estrellan la mayoría de las veces contra mi seguridad interior y mi confianza y, cuando las he asimilado interiormente, pierden mucho de su carácter amenazante. Recordemos lo que dice San Pablo usando un lenguaje netamente cristiano: Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra? (Romanos 8,31).
Con su mente aguda describe otra faceta de este proceso: Hay que vivir consigo mismo (negritas mías) como si se viviera con los habitantes de todo un pueblo. Entonces uno viene conociendo todas las características buenas y malas de la gente. Y primero hay que perdonarse a sí mismo las propias características malas, cuando uno quiere perdonar a otros. Eso será lo más difícil que tiene que aprender una persona; lo constato muchas veces en otros: perdonarse a sí mismo sus faltas y errores. Eso implica en primer término: poder reconocer y aceptar con magnanimidad que uno comete faltas y errores.
Eso me recuerda a San Benito que habitó consigo mismo en la cueva de Subiaco. Dice San Gregorio Magno: este venerable varón habitó consigo mismo, porque teniendo continuamente los ojos puestos en la guarda de sí mismo, viéndose siempre ante la mirada del Creador, y examinándose continuamente, no salió fuera de sí mismo, echando miradas al exterior. Al conocernos a nosotros mismos, nos hacemos más perceptivos a lo que les pasa a los demás.
Según Etty, otro aspecto de este crecimiento interior es muy importante: Para una humillación se necesitan dos personas: una que humilla y otra a quien se le quiere humillar o, especialmente: quien se deja humillar. Si no hay esto último, es decir, si el lado pasivo es inmune contra cualquier humillación, entonces las humillaciones se esfuman. Lo que queda son disposiciones molestas que influyen en la vida diaria, pero no representan ninguna humillación que pueda amenazar al alma. Habrá que educar a los judíos a asumir esta actitud. Y sigue diciendo en otra parte: En último término, lo que importa es cómo uno sobrelleva y aguanta el sufrimiento que juega un papel esencial en esta vida, y cómo se lo procesa interiormente, y que uno rescate y salve una parte de su alma de en medio de todo esto.
Es comprensible que haya habido gente que buscaba escaparse de este destino, diciendo: A mí no me tendrán en sus garras. Y comenta Etty: Se olvidan de que uno no está en las garras de nadie cuando está en los brazos de Dios.
Su confianza en Dios había crecido muchísimo: Una cosa es segura: Hay que asumir interiormente todo, hay que estar preparado para todo, y hay que saber que no se nos puede quitar lo último en nuestro interior. Con la tranquilidad que uno alcanza de esta manera, puede dar los pasos prácticos que sean necesarios. No cavilar con angustia, sino pensar con tranquilidad y claridad. En el momento decisivo sabré lo que tenga que hacer.
Cuando por fin se entera de la magnitud del plan de los nazis contra los judíos que, tarde o temprano incluirá a ella, desde su madurez espiritual escribe: por supuesto, ¡es el exterminio total! Pero llevémoslo con dignidad.
He citado extensamente del diario de esta joven extraordinaria porque ella, sí, puede hablarnos con autoridad. Ella vino de un ambiente secularizado. Quizá por falta de ocasión, nunca estuvo relacionada ni con la sinagoga ni con la iglesia. Pero, por su camino interior, su oración y sus reflexiones extensas (un diario de ¡800 páginas!), alcanzó una gran profundidad espiritual. Durante el transporte desde el campo de concentración hacia el campo de exterminio dejó caer del tren una postal que llegó a sus amigos, y donde dice entre otras cosas: Salimos del campo cantando.
El sufrimiento de nosotros en Venezuela, aunque muy serio, no es tan extremo. Además, la gran mayoría somos cristianos. Lo que, sí, nos hace falta es tomar esta fe en serio. No sólo como una costumbre, sino como un camino, una decisión, una relación personal con Dios. Mientras no hagamos esto, por más que se cambie un gobierno, o un sistema económico, por más dinero que entre al país, no cambiará nada. No es la situación y las circunstancias exteriores que deben cambiar: ¡son nuestros corazones!

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