Hoy me llegó por whatsapp una oración del Papa Francisco a la Santa Cruz. No sé la fuente de ella, pero estoy seguro de que es auténtica. Por eso quiero compartirla. Sólo añadí la imagen.
En su oración el Papa dijo:
«Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia
humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo
por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de
la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución
y estandarte de la victoria.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras
hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y
decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los
niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas
que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo
encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la
letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de
enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la
muerte y condenan al justo.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros
infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones,
despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones
endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones
dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca
en sus propios pecados y culpas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los
fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta
religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para
justificar su inaudita violencia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren
quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en
el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de
la igualdad que tú mismo nos has enseñado.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en
los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la
sangre inocente de los hermanos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que
por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier persona.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en
los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética
se venden en el miserable mercado de la inmoralidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que
construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que
Lázaro muera de hambre a sus puertas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de
nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las
generaciones futuras.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos
abandonados por sus propios familiares, en los discapacitados, en los
niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e
hipócrita.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro
mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable
cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada.
Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la
Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y
justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de
los demás.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros
fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como
candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los
últimos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las
religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan
todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la
pobreza y de la injusticia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos
que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la
justicia y de la fe.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas
sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el
fiel cumplimiento de los mandamientos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos
que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar:
Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los
santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin
perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio
misterioso.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que
viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que
socorren generosamente a los necesitados y maltratados.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por
su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de
Jesús y del Evangelio.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que
viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que
el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo.
En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el
odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren
las tinieblas a la luz.
Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio
del pecado, líbranos del mal y del maligno.
Oh Trono de David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos
de las seducciones de la vanidad.
Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de
la luz.
Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que
la oscuridad de la noche.
Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se
desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la
Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u
oscurecer o debilitar. Amén».
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