Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

23.2.15

Empujado por el Espíritu

Inmediatamente el Espíritu lo llevó al desierto, donde pasó cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía con las fieras y los ángeles le servían (Marcos 1,12-13). Ésta es la manera escueta como Marcos nos relata las tentaciones de Jesús. Pero en este texto tan breve hay muchísimos detalles que vale la pena tomar en cuenta y examinar más de cerca.
Recordemos primero cuándo ocurrieron las tentaciones: En cuanto (Jesús) salió del agua, vio el cielo abierto y al Espíritu bajando sobre él como una paloma. Se escuchó una voz del cielo que dijo: —Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto (Marcos 1,10-11). Fue llevado al desierto después de haber tenido un encuentro con Dios y de su experiencia de ser el Hijo Amado. Muchas veces nos imaginamos que los problemas nos vienen antes de tomar una decisión. Pero los que hemos hecho votos en la vida religiosa, los que se han casado, los que, en un momento dado, se han convertido a una relación más profunda con Dios, todos sabemos que las pruebas vienen después. Eso, ¿por qué es así?
Una decisión, como un matrimonio, unos votos, son un acto de nuestra voluntad; la tomamos después de haberla pensado mucho. Pero un área muy grande de nuestro ser es el inconsciente. Nuestras acciones espontáneas no se ven necesariamente afectadas por una decisión consciente. Eso no es malo. En nuestra vida diaria muchas actividades son fáciles porque nos salen como de costumbre. Pero lo mismo pasa también con acciones que satisfacen sólo nuestro ego, nuestros propios intereses. Precisamente por ser inconscientes, el ego se mete fácilmente en todo lo que hacemos, y seguimos inconscientemente nuestras viejas costumbres.
En otras palabras: dejamos el mundo atrás - y descubrimos que lo llevamos dentro de nosotros. El texto de hoy se refiere a esta doble experiencia: dejamos atrás viejas costumbres y relaciones que ya no nos sirven en nuestro camino nuevo. Nos sentimos solos; estamos en el mundo, pero ya no somos del mundo. Somos literalmente expulsados - así dice el texto griego - de nuestro mundo acostumbrado, de nuestras relaciones y amistades; ya no nos sirven como ambiente en nuestro nuevo caminar. Entonces surgen desde dentro las tendencias viejas. "Satanás", en su sentido original, es el adversario, el acusador en un juicio, uno que sólo ve lo negativo, lo malo, uno que nos molesta tanto, nos pone a prueba, hasta "sacarnos de quicio", hasta que nos salga lo peor que llevamos dentro.
"Vivía entre las fieras": en el original griego, esta palabra se refiere a todo animal que nos amenaza o molesta. Puede ser un lobo que nos ataca de frente; puede ser una multitud de mosquitos que no nos deja dormir o quiere chuparnos la sangre; puede ser también un animal venenoso, como una serpiente o un escorpión. Todos ellos son símbolos de gente o situaciones que nos rodean en nuestro camino solitario de fidelidad con Dios. En este camino no nos faltan esta clase de enemigos que buscan desviarnos o hacernos desistir. Hay unos que nos amenazan de frente, que incluso pueden matarnos. Otros son aquellos que quieren mantenernos en un nivel superficial de vida. Y por fin, incluso dentro de la iglesia, aquellos que se llaman cristianos, supuestamente bien intencionados, pero que llevan dentro el veneno de su mala conducta, de sus criterios incompatibles con el camino de Cristo. Lo importante es estar conscientes de ellos, y no hacerles caso. Nuestra relación es con Dios, no con ellos.
En todo esto hay también una buena noticia: "los ángeles le servían". Ángeles son mensajeros de Dios que actúan y nos hablan de parte y en nombre de Dios. En este sentido, todo ser puede ser un ángel. Depende de nosotros si abrimos lo suficiente los ojos de nuestro corazón para verlos. Todo, también lo más difícil, les sale bien a los que aceptan su condición de hijos amados de Dios.
Aprovechemos esta cuaresma para estar conscientes de nuestra vulnerabilidad, y para fijar nuestra mirada en Cristo y en los "ángeles" que nos envía para estar a nuestro servicio. No nos olvidemos de que todos somos hijos amados de Dios, nuestro Padre. Él siempre velará por los suyos. Podemos estar solos; pero es una soledad acompañada; consintamos a su presencia en nosotros.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario