Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

28.11.13

Juicio y Misericordia


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Todos conocemos el texto de Mateo 25,31-46, del “último juicio”, que se leerá al final del próximo año litúrgico, en la fiesta de Cristo Rey de 2014. Normalmente lo leemos y escuchamos en clave de “juicio”, donde los malos son condenados, y los buenos se salvan. Esta forma de lectura puede producir dos reacciones posibles en nosotros: una, la del miedo. Recordamos aquel himno del juicio terrible que se cantaba en esta época del año “Dies irae, dies illa – Aquel día de la ira... se saca un libro donde todo está registrado”, un día ante el cual todos estamos temblando. Pero el miedo no es una actitud correcta frente a Dios que siempre nos dice “¡no temas!” La otra reacción puede ser: como creo que yo soy bueno, me alegro de que, ¡por fin!, los malos, o los que yo considero malos, serán condenados. Esto suena como el fariseo en el templo y, por lo tanto, tampoco es una actitud cristiana.
Pero en la lectura de la biblia hay que distinguir dos niveles: el lenguaje, que entiende la gente; en este caso, la imagen del juicio. Y el mensaje, lo nuevo que Jesús realmente quiere transmitir. El lenguaje es como la envoltura del mensaje. Pero lo importante es éste.
¿Cuál es, entonces, el mensaje? La pregunta, llena de sorpresa, de los que se encuentran frente al Juez, nos lo indica: “¿Cuándo te hemos visto?” Como si dijeran, “no recordamos, no te conocimos, pasaste desapercibido, de incógnito”. Y Jesús les abre los ojos: “Les aseguro que lo que (no) hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos más pequeños, (no) me lo hicieron a mí” (Mateo 25,40). Si sólo leemos estas líneas, suena todavía inofensivo. Pero si tenemos presente que nos encontramos frente al que tiene la última palabra sobre nuestra vida, nos puede hacer temblar. Nos vemos como en un espejo que no miente.
Por eso, la imagen adjunta es muy cruda, porque pone las cosas en su perspectiva. Pero la realidad es más cruda todavía. Cristo no sólo se pone del lado del débil para defenderlo, sino que se identifica con él. Cada uno de nosotros ES presencia de Dios, de Cristo, en el mundo. Un Cristo escondido que quiere manifestarse, y que necesita de nuestros cuidados pastorales y “maternos” para poder desarrollarse y hacerse visible. Es Dios mismo, Cristo, quien quiere actuar en el mundo. Y muchas veces no lo dejamos, porque ponemos nuestros intereses por encima de los suyos.
Los que más sufren las consecuencias de este egoísmo nuestro, son los más indefensos, los niños no nacidos. No sólo se les quita la vida, sino también su dignidad y condición de seres humanos. Se les declara “una conglomeración de células”, un “cuerpo extraño”, un “invasor”, etc. Pero no hay acrobacia lingüística que pueda adormecer la consciencia de los que intervienen en este asesinato; porque esto es lo que es: ¡un ASESINATO! - la forma más vil de un asesinato. La eliminación de una presencia de Cristo en medio de nosotros. Reconozco que decir esto, no es políticamente correcto, pero es la verdad. Y la verdad no es lo que dice la mayoría, sino lo que dice la vida, lo que dice Dios.
¿Será que Dios va a castigar alguna vez estas prácticas? Quisiera distinguir entre las mujeres que se someten a un aborto, y la sociedad que lo propaga y, muchas veces, intenta imponerlo. Ya hay en el mundo unas primeras señales de que no es ni siquiera necesario que Dios castigue – cosa que, en todo caso, no haría. Es la misma sociedad que se castiga: Leí hace poco que en China, donde había la política de un solo hijo, y los demás eran abortados a la fuerza, ahora el estado abandona esta política. No lo hará por razones religiosas, sino prácticas. Como aumenta el número de ancianos y, a la vez, no hay suficiente personal para atenderlos, cayeron en cuenta de que necesitan más nacimientos. - En Alemania pasa algo semejante: las pensiones de los jubilados y ancianos se pagan con el dinero de los impuestos que paga la gente en edad de trabajo. Y esta generación es numéricamente siempre más pequeña. Hasta tal punto que la periodista Birgit Kelle se atreve a hacer “el prognóstico de que, en el futuro, el conflicto definitivo no será entre hombres y mujeres, o entre pobres y ricos, tampoco entre gente con estudios superiores y otros sin estudios. El conflicto será entre gente sin hijos y familias que tienen hijos.” Porque éstas pagarán contribuciones por la pensión de sus padres ancianos, y también por la de los otros, que no tuvieron hijos.
Esta situación patética se puede resumir en una caricatura que vi hace unos meses, donde alguien le grita a Dios, “¿por qué no nos envías gente que pueda resolver nuestros problemas?” Y Dios le responde, “Pero si los envío continuamente, pero Uds. ¡los abortan!”.
No quiero dejar eso así. Si bien es necesario ver claramente dónde estamos parados, dónde está el pecado, más importante es la Buena Noticia del Perdón. Porque “donde abunda el pecado, más abunda la gracia”, dice San Pablo. Cristo no ha venido para denunciar ni para condenar, sino para salvar. Por eso, una palabra a las madres que, en un momento dado, han abortado a su hijo. Muchas veces, también ellas son víctimas de lo que pasó. Víctimas por falta de educación, por la presión de la familia, por el lavado de cerebro que les hace el ambiente. Y sólo Dios sabe – y algunas veces un sacerdote – los horrores que sufren después de un aborto. Hay “sicólogos” que creen que con un tratamiento pueden sacar a estas mujeres del dolor en que están sumidas. Pero esto no es cuestión de sicología. Esto es netamente un asunto de regresar a Dios, a un Dios que nos ama infinitamente, para quien no hay pecado que no pueda perdonar. Hay que condenar el pecado, como en este caso el aborto, pero al pecador – en este caso muchas veces una pobre mujer desorientada – hay que ofrecerle el perdón, sin condena, sin reclamos. Estos hechos traumáticos son, a veces, el comienzo de un acercamiento a Dios, y de una vida feliz por el perdón conseguido. Recordemos: nuestro Dios es como el padre del hijo pródigo que se alegra por la vuelta de su hijo y le hace una fiesta.

21.11.13

Día mundial de la Vida Contemplativa



Recordamos que el Papa Francisco nos invita el 21 de nov a celebrar con él la realidad y renovación de la vida contemplativa en el mundo. Si podemos hacer algún pequeño período extra de oración con esa intención, será maravilloso. Si eso no es posible, los invitamos a colocar la intención de la renovación de la vida contemplativa en su corazón cuando practiquen sus dos períodos regulares. También los invitamos a regresar de vez en cuando a la presencia consciente de Dios en medio de nuestras actividades de mañaña. Una breve y simple mirada interior es suficiente para "re-conectarnos con nuestra intención." ¡qué maravilla poder unirnos globalmente como una gran comunidad contemplativa en el mundo!

11.11.13

De Frustración en Frustración


De: La Patilla, en Facebook
El taifún Haiyan pasó sobre Filipinas, y dejó destrucción y miles de muertos. Los sobrevivientes se pusieron a saquear negocios, para conseguir los comestibles que podían. Eso ocurrió en Filipinas. - También en Venezuela hubo saqueos, pero no para conseguir comida, no. Fue para conseguir ¡artículos de lujo! Para “castigar la oligarquía”.
Parece que, cuando hay una catástrofe, la gente se olvida de modales mínimos de convivencia humana, y da riendas sueltas a un egoísmo salvaje. Es el instinto de supervivencia, ya no de la especie, sino apenas del individuo. Eso se comprende en el caso de una catástrofe. Pero en Venezuela la situación es diferente; es más que catastrófica: es una situación inhumana, creada por los mismos hombres; es el colapso de la civilización.
Me explico: Todos llevamos un animal por dentro que, en situaciones extraordinarias, se puede manifestar. Pero, en la vida normal, está controlado más o menos efectivamente. En Venezuela, este animal no solamente ya no está controlado, sino que ha sido despertado de su sueño. Y el despertador fue la más alta autoridad del país, por su lenguaje agresivo, sembrando odios por doquier, y dando a entender por su ejemplo que “tú puedes ser un sinvergüenza”. Se nos ha dicho que “Chávez vive”. Sabemos que ha muerto, pero lo que ha sembrado germinó. Hoy vivimos en un caos; el crimen no es perseguido: tú tienes licencia de matar; tú puedes apropiarte de cosas ajenas, etc. Claro, “con tal de que no te metas conmigo y con los míos”. En este caso te caerá “todo el peso de la ley”.
Pero eso no es todo. Lo peor del caso es que, cada vez que hay elecciones, se nos hace pensar que “ahora vamos a ganar”, y las cosas se pondrán en orden. Y, hasta ahora, ¡la oposición no ha ganado nunca! – por las causas que fueran. Para los que ponen su esperanza en un resultado determinado de elecciones, cada pérdida de éstas causa frustración, desespero y hasta depresión, con el resultado de reducirlos a la inercia. Quita fuerzas para seguir luchando y viviendo de manera positiva. Viktor Frankl, el fundador de la logoterapia, observó este dinamismo en el campo de concentración donde estaba internado. Cundió el rumor de que, antes de navidad de 1944, los presos serían liberados por los aliados que ya estaban ganado la guerra. Pero no ocurrió así. Y muchísimos de estos presos murieron antes de la liberación que ocurrió pocos meses más tarde. Mientras que otros que tenían un sentido de su vida, más allá de estar presos o libres, resistieron la situación precaria del campo, y salieron en libertad. Y concluye Frankl: si uno pone toda su esperanza en un acontecimiento exterior, se desmorona cuando esto no ocurre. Mientras que, cuando uno descubre un sentido en su vida, tiene más fuerza y resistencia. Dice Frankl: “El que tiene un 'por qué', es capaz de sufrir cualquier 'como'”. Lo que nos da fuerza no es tanto la voluntad, sino el sentido de nuestra vida y nuestras elecciones.
Aplicando esto a nuestro país: El regreso al orden, a una vida civilizada, y a un bienestar aceptable para todos, no depende, en primer término, del resultado de unas elecciones. Depende de la calidad humana de cada uno. Se nos exige que seamos capaces de dejar atrás nuestro egoismo y pensar en el bien de todos. Aquí, las religiones tienen una gran responsabilidad. Viendo nuestro panorama a la luz de estas reflexiones, me temo que todavía no hemos tocado fondo. A veces hay que sufrir “demasiado”, para despertar y reaccionar. Lástima por los inocentes en todo este proceso. Podemos entender su sufrimiento sólo a la luz de la fe. De nuevo: la responsabilidad de los creyentes. Y recordar que nunca seremos capaces de crear un gobierno perfecto. El Reino de Dios es un don.