Ocurrió
hace unos 1.200 años antes de Cristo; pero la historia se repite. Porque parece
que la humanidad no aprende. Veamos: Todo
el pueblo se quitó los pendientes de oro y se los trajo a Aarón. Él los
recibió, hizo trabajar el oro a cincel y fabricó un ternero de fundición.
Después les dijo: –Éste es tu dios, Israel, que te sacó de Egipto. Después, con
reverencia, edificó un altar ante él y proclamó: –Mañana es fiesta del Señor.
Al día siguiente se levantaron, ofrecieron holocaustos y sacrificios de
comunión, el pueblo se sentó a comer y beber y después se levantó a danzar
(Éxodo 32,3-6).
El
becerro es símbolo de fuerza y poder; el oro es símbolo de riqueza. Eso es lo
que adora el pueblo; cree que a eso se debe su libertad. Sin embargo, no se da
cuenta de que el poder y el dinero esclavizan, a veces de manera muy solapada
pero, precisamente por eso, mucho más efectiva.
Moisés,
cuando había regresado del monte, agarró
el ternero que habían hecho, lo quemó y lo trituró hasta hacerlo polvo, luego
esparció el polvo en agua, y se lo hizo beber a los israelitas (Éxodo
32,20). Después de la fiesta viene la resaca. Lo que adoraban, queda triturado y,
hasta en el agua que beben, tienen que tragarse la amargura de una riqueza
hecha polvo. Porque no querían recordar y ver que el Señor solo los condujo, no hubo dioses extraños con él (Deuteronomio
32,12).
Este
proceso sigue a lo largo de la historia, hasta que, por fin, no sólo unos
pocos, sino toda la humanidad entienda que nuestra única salvación está en
Dios. No un dios imaginado y fabricado por nosotros, sino el Dios verdadero,
revelado por Jesús.
El
que admira a otra persona hasta la exageración, identificándose con ella, pierde
su identidad. Y, cuando el otro se muere o desaparece, no saben dónde agarrarse.
Ésta es la causa cuando, después de la desaparición de una persona fuerte que
sabía controlar todo, puede haber un vacío, una implosión social, porque no hay
personas con identidad propia, sólo títeres que buscan seguir en lo mismo. El
único que nos da nuestra identidad es Dios, porque es Él quien nos crea a SU imagen
y semejanza. Es Él quien quiere manifestarse a través de nosotros.
Jesús
apuntó a esto mismo desde otro ángulo: en la controversia sobre el pago de
impuestos con el denario, una moneda romana que llevaba la inscripción “Divino
César”, Él deja bien claro que se le dé al César lo que es del César. Es decir,
que se cumpla con las leyes justas, para un buen funcionamiento de la sociedad;
incluso cuando el gobierno es un gobierno “de facto”, como era el caso de Roma,
y de la ocupación romana de Israel. PERO:
al César, al estado, al gobierno, ¡NUNCA se le darán honores divinos! Por supuesto,
hoy en día ningún gobernante dirá que es Dios. Pero eso no importa. Lo que importa
es que se tome atribuciones como si lo fuera. En otras palabras: se dice que la
iglesia no debe meterse en política. Bien, de acuerdo. Y la política, ¿no se
mete en asuntos que son competencia exclusiva de la iglesia – o de una religión
cualquiera? La política ¿puede decidir sobre la vida y la muerte (aborto)? La
política ¿puede explotar a los débiles? La política ¿puede diseñar los programas
de educación de tal manera que el hombre termina alienado de su dimensión espiritual?
Eso, por no dar más ejemplos, ¿no es alzarse como dios, para crear al hombre
según sus intereses? En tales casos no sólo la iglesia, sino los representantes
de cualquier religión, están obligados a intervenir para poner las cosas en su
justa perspectiva.
Sólo
una íntima relación con Dios mantendrá nuestro corazón apegado a Él, y nuestra
mente despejada, para no caer en las manipulaciones de los poderes de turno.
Los gobernantes y los gobiernos se van, son efímeros; incluso el imperio
romano, que duró muchos siglos, cayó. El imperio soviético duró apenas unos 70
años. Y otros imperios que esperaban eternizarse, duraban mucho menos. Hoy son “dioses
muertos”. Sólo Dios queda, porque es verdaderamente eterno.
¡Más claro,imposible!!! Gracias Padre Beda por sus palabras. Dios lo bendiga.
ResponderBorrar"Nada te turbe, nada te espante,todo se pasa, Dios no se muda.La paciencia todo lo alcanza. Quién a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta. Santa Teresa de Jesús.
Gracias, Noemí; eso me anima a seguir en esta misión.
BorrarIntenté entrar en tus blogs, pero allá dice que no hay entradas. Así que, desde lo desconocido: Dios te bendiga.
Soy una gran seguidora suya aunque no comente, las entradas sobre Benedicto XVI son reveladoras.Gracias por éso ...
BorrarEn cuanto a mis blogs, creo que es mi inexperiencia en la materia porque después que los cree, yo tampoco pude entrar, cuando lo intentaba aparecía un mensaje que me advertía sobre la imposibilidad. Amén por las bendiciones y a usted que El Señor lo siga iluminando y bendiciendo.