Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

12.9.10

El Buen Pastor


Del Evangelio de hoy (Lucas 15,1-32) sólo me referiré a los primeros 7 versos que tratan del Buen Pastor. Es una parábola muy conocida, tan conocida que no nos damos cuenta de su alcance. Preguntémonos, ¿un pastor dejará 99 ovejas en el campo, a la intemperie y expuestos al peligro de animales rapaces y de ladrones? Económicamente, esto no es lo mejor que se puede hacer. Mejor perder una oveja, y estar seguro de tener las demás, que son la gran mayoría, sanas y salvas.
Y allí precisamente está el detalle. La parábola es sólo eso: una parábola. Pero Jesús está hablando de los publicanos y pecadores. Son seres humanos, hijos amados de Dios Padre. Aquí no valen criterios económicos. Los hombres tenemos un valor infinito. La parábola nos enseña hasta qué extremos Dios va para recordarnos este valor. Por más maldades que hayamos hecho, SOMOS buenos; ésta es nuestra esencia que no podemos borrar con ninguna cantidad de pecados. Y, aunque “nosotros seamos infieles, Él sigue siendo fiel” (2Timoteo 2,13).
Jesús vino a reunir lo que estaba disperso; “que sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti” (Juan 17,21). Nos gusta no sólo distinguir, sino separar. Vemos a los demás como malos, indeseables. Cada sociedad, y cada individuo, tiene sus “malos” de quienes se deslinda. Nuestra tarea como seguidores de Cristo consiste en buscar la unión. Cuando nosotros mismos hayamos aceptado este amor incondicional de Dios, ya no veremos al otro como amenaza; le podremos salir al encuentro. Aunque él nos quiera mal, nosotros veremos más allá de esta superficie áspera, y podremos dirigirnos al Dios que quiere manifestarse también en él.

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